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martes, 16 de mayo de 2017

“PEDRO, ¿TÚ SABES LO QUE ES UNA NACIÓN?"

La balbuceante respuesta de Sánchez, farfullando no sé qué de un sentimiento y el gesto de desprecio infinito de su interlocutor resultaron letales



El candidato a liderar el PSOE Patxi López durante su comparecencia tras el debate. (EFE)


El PSOE está en un estado calamitoso, pero no hay un partido político en España capaz de realizar un debate como el que hemos visto en la mañana de San Isidro. Ha sido un debate grande, y no por su nivel político ni por la profundidad de sus contenidos, sino por su autenticidad. Una contienda sin trampa ni cartón. Mucho mejor y más verdadero, por ejemplo, que el tostón insoportable de las primarias de 2014. Y por supuesto, incomparable con el ridículo intercambio de tuits entre Iglesias y Errejón en las vísperas de Vistalegre. Es una lástima que el Partido Socialista necesite llevarse una y otra vez a situaciones límite para sacudirse la esclerosis y sacar la casta.

Los debates quedan en la memoria por sus grandes momentos. Este tuvo uno memorable: Cuando Patxi López, en plena refriega, se revuelve contra Sánchez y le lanza como un latigazo: “Pero Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?” “Por supuesto”, dice Sánchez, tratando de encajar el directo al hígado. “¿Qué es?”, insiste Patxi. La balbuceante respuesta de Sánchez, farfullando no sé qué de un sentimiento y el gesto de desprecio infinito de su interlocutor resultaron letales.

Esa es una pregunta para la que un dirigente político con pretensiones de gobernar su país no puede carecer de respuesta.

En esos escasos segundos quedó desnudo y a la vista lo peor que tiene Sánchez: la inconsistencia y la impostura. Esa es una pregunta para la que un dirigente político con pretensiones de gobernar su país no puede carecer de respuesta.

Desde el principio se vieron claras las estrategias de los tres candidatos: Pedro Sánchez quería convertir el debate en un juicio a la abstención. Susana Díaz, por fin, se propuso hacer un proceso en toda regla a la gestión de Sánchez como secretario general y al estado comatoso en que dejó a su partido; y Patxi López lo focalizó todo en un juicio a la división como la causa de todos los males.



Según Sánchez, todo fue bien en el PSOE hasta la conjura del 1 de octubre y la traición de la abstención. Según Díaz, el origen de todas las desgracias está en el fracaso de Pedro como líder electoral (las derrotas) y como dirigente partidario (la fractura). Según López, todo eso pertenece ya al pasado y ahora el único problema es la división: volvamos a llevarnos bien y sanaremos.

Todos se han mantenido fieles a sus respectivos guiones, pero con resultados desiguales.

Susana Díaz ha hecho un debate durísimo de fondo, hasta el punto de convertir el juicio a la gestión de Sánchez en un desmontaje implacable del personaje. “Pedro, tu problema eres tú”; “No eres pro-Podemos ni pro-Ciudadanos, eres pro-Pedro Sánchez”; “¿cómo puedes unir al partido si no fuiste capaz ni de unir a tu ejecutiva?”; “todos tus colaboradores te han abandonado, ya nadie se fía de ti”. Hasta el castizo “no mientas, cariño”. Las acusaciones más duras formuladas con el tono más neutro, una receta de manual.

Díaz hizo un debate durísimo de fondo, hasta el punto de convertir el juicio a la gestión de Sánchez en un desmontaje implacable del personaje.

Por lo demás, Díaz ha escapado con bien del intento de hacerla personalmente responsable de los dos crímenes, el del 1 de octubre y el de la abstención; ha hecho un guiño cómplice a los socialistas que gobiernan en los territorios, mencionando uno por uno sus logros bajo el rubro de “la izquierda útil”; y aunque no ha demostrado su condición de ganadora, sí ha dejado clavada la de Sánchez como un perdedor nato. En el lado negativo el minuto inicial y el final, ambos pobres e insulsos.

Patxi López tenía que defender su territorio amenazado de invasión; y lo ha hecho eficazmente y a conciencia. Para ello, ha jugado a fondo la baza de la autoridad moral. Ha mostrado energía y convicción, se ha permitido el lujo de reprender a sus dos rivales –especialmente a Sánchez- y ha pronunciado varias de las mejores frases del debate. Cierto que era el que más fácil lo tenía, pero en su desempeño se ha visto un buen trabajo de preparación.

Pedro Sánchez, que empezó con ímpetu, luego ha navegado a trompicones por el debate, quizá porque ha querido jugar a demasiadas cosas a la vez: apropiarse de la militancia, marcar a Susana como culpable universal y dar el abrazo del oso a Patxi. Gran error este último, porque el vasco venía advertido y pronto se vio que, de los dos, el oso era él.



Pero el mayor problema de Pedro Sánchez ha sido que todo en su actuación recordaba al Sánchez de los debates electorales de 2015 y 2016, en los que no dejó precisamente un buen recuerdo. Incluso el recurso artificioso de presentarse provisto de gráficos de gabinete, algo completamente inadecuado en un debate de esta naturaleza.

Según la teoría de las tríadas, en cualquier juego de tres participantes se establece inevitablemente una coalición de dos contra uno. Este el subtexto del debate: sin necesidad de un acuerdo explícito entre Susana y Patxi, la impresión resultante es que sobre el escenario estaban dos representantes del PSOE troncal frente a un cuerpo extraño al organismo del partido centenario. Extremando el símil, por momentos pareció el diálogo entre dos adultos políticos y un advenedizo tan sobrado de ambición como escaso de sesera.

El mayor problema ha sido que todo en su actuación recordaba al Sánchez de los debates electorales de 2015 y 2016, en los que no dejó un buen recuerdo.

Como balance, creo que en el debate Susana Díaz y Patxi López han mejorado claramente a sus mediocres campañas. Pedro Sánchez, por el contrario, ha empeorado su campaña, que venía siendo con diferencia la mejor de las tres.

¿Qué efectos tendrá todo esto sobre la votación final? Imposible saberlo, ni siquiera es seguro que el debate provoque movimientos significativos de votos. Puede que a estas alturas la mayor parte del pescado esté ya vendido. Pero sí se ha alterado el panorama de la última semana de campaña, al menos en tres aspectos:

Se interrumpe el 'momentum' de Pedro Sánchez, que desde su victoria psicológica con los avales avanzaba con el viento de cara. Un triunfo en el debate lo habría convertido en vendaval.
Patxi López fortifica su espacio, se defiende muy bien de la invasión sanchista y sienta las bases para un resultado más que digno que, sin sacarlo de la tercera posición, lo sitúe en una posición negociadora ventajosa para el congreso de junio.

Como consecuencia de ello, Susana Díaz recupera por el momento la 'pole position' de favorita; algo que no garantiza la victoria pero ayuda a aliviar el clima de extrema alarma que había invadido sus filas en los últimos días.

En cualquier caso, durante un rato hemos recuperado el sabor casi olvidado de la política de verdad. Después de tanta comida de plástico, se agradece.

                                      


                                                                        IGNACIO VARELA   Vía EL CONFIDENCIAL

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