La campaña de las generales tiene una historia subterránea, marcada por las tensiones entre bloques políticos pero también por las que se viven dentro de los partidos
Rivera guiña un ojo a Arrimadas en un acto celebrado el pasado domingo.
El 29 de abril será un día políticamente interesante,
y no solo por la valoración de los resultados de la noche anterior. Más
allá de las sumas que hagan posible o imposible el gobierno de España, o
precisamente por ellas, en la sede de los distintos partidos los
rumores sobre el futuro de sus líderes comenzarán a circular: las
repercusiones internas de las elecciones van a ser notables, ya que
todos, salvo Abascal, se juegan mucho y unos malos resultados pueden convertirse fácilmente en el detonante de tensiones latentes. Ocurre siempre que se pierde,
los partidos que salen dañados se fragmentan y empiezan a buscar
liderazgos alternativos, pero en un momento como el presente, en el que
las tensiones exteriores reforzarán las interiores, con mayor motivo.
Salvo Vox, todos los demás partidos dependerán de los números de la noche electoral para mantener sus equilibrios internos. Todo el mundo da por sentado que en Podemos pasará algo, quizás en forma de dimisión de Iglesias y de paso al frente de Irene Montero después de las autonómicas y europeas, y también sabemos que la sombra de Errejón no se ha desvanecido todavía. Los problemas en IU también pueden explicitarse, dada la apuesta personal de Alberto Garzón y Enrique Santiago
por confluir con Podemos, con la que parte de sus bases no están
conformes, y que se les puede volver en contra si las cosas no salen
medianamente bien.
Las élites del PSOE
Si la suma de las derechas otorga el gobierno al PP, en el PSOE también sonarán tambores de guerra, ya que Pedro Sánchez tiene razón en lo que afirma en su libro: es considerado como un intruso.
Hay que entender la idiosincrasia del PSOE, un partido cuyas élites han
decidido lo que pasaba dentro durante mucho tiempo y todavía no se han
acostumbrado a la pérdida de poder.
Si la alianza con Vox no le funciona al PP, y más si Sánchez alcanza la Moncloa, las resistencias internas florecerán en Génova
Hagamos un poco de historia: tras el fracaso de Almunia, hubo primarias, ganó Borrell
al candidato oficial, pero se vio forzado a dimitir al poco tiempo.
Tras el triunfo de Sánchez, las élites de su partido, después de
apoyarle contra Madina, se volvieron contra él para que 'devolviera' el cargo a Susana Díaz.
Sánchez se negó, le montaron un golpe y le echaron, pero logró
regresar. Y en cuanto han tenido ocasión, las viejas élites socialistas
han vuelto a la carga, como ocurrió con el relator, asunto en el que se
posicionaron junto a las derechas. Incluso si el resultado de Sánchez es aceptable porque se ganan escaños, intentarán desalojarle de nuevo, sobre todo si gobiernan las derechas; y no hablemos ya de si el resultado es malo.
Feijóo, de fondo
El PP no quedará libre, ni mucho menos, de estos problemas. Ha fiado todo a una estrategia a lo Tea Party liderada por Casado y Aznar
que le puede salir mal. Obtendrá menos escaños, y si su alianza con Vox
no funciona, y más si Sánchez alcanza la Moncloa, las resistencias
florecerán en Génova. Soraya Sáenz de Santamaría y los suyos fueron despedidos junto con Rajoy, y esa sería una buena ocasión de que le agradeciesen a Casado los servicios prestados, y todo ello con Feijóo observando al fondo.
Vox
va a ser un enemigo importante en Cataluña para Rivera, ya que parte
del voto de Cs puede muy fácilmente dar el salto hacia los de Abascal
Ciudadanos
parece inmune a este tipo de luchas, dado que es un partido en el que
las siglas y el líder se funden, pero quizá no lo sea tanto como
creemos. Hay muchas dudas respecto de que el giro del partido hacia la
derecha les vaya a resultar rentable: colocarse en el mismo espacio que
PP y Vox los convierte en especialmente vulnerables. Por un lado, Vox va
a ser un enemigo importante en Cataluña, ya que parte del voto
ciudadano, si todo se cifra en la bandera, el hartazgo con el
nacionalismo periférico y la mano dura, puede muy fácilmente dar el
salto hacia los de Abascal; en el resto de España, su ascenso se puede ver frenado por la insistencia de populares y de Vox con la posible cercanía al PSOE de los de Rivera;
y pueden perder voto centrista hacia el PSOE por el camino recorrido
con Vox, o hacia la abstención, al entender que ya no representan ese
liberalismo moderno que vendieron en su inicio.
Una doble presión
En
definitiva, demasiados riesgos. Si la jugada sale bien, Rivera saldrá
reforzado; si sale mal, cargará sobre sus espaldas la decisión de
moverse hacia la derecha. En ese caso, podrían juntarse dos tipos de
tensiones. Una de ellas será interna, ya que este giro no ha sentado
demasiado bien en algunos sectores del partido, que lo perciben como un error estratégico que los separa de su esencia y que dificulta sus posibilidades de futuro. La otra es externa: si ninguno de los bloques logra los votos necesarios para gobernar, se incrementará la presión sobre Ciudadanos para que se forme una alianza
entre el progresismo y el liberalismo que evite la llegada de la
derecha iliberal. Rivera ha asegurado que no habrá pacto con el PSOE
porque de ninguna manera firmará un acuerdo con un partido encabezado
por Sánchez, y este piensa algo similar: a lo mejor el problema es Rivera y no Ciudadanos.
No olvidemos que Arrimadas no estuvo en la manifestación de Colón, la de la foto con Vox, debido a un retraso en su avión
En
este contexto, se anuncia la posibilidad de que Inés Arrimadas dé el
salto a la política nacional en lugar de encabezar Cs en Cataluña. Arrimadas
está muy bien valorada por sus votantes, es además bien vista por
simpatizantes de otros partidos de su estrato ideológico y no llevará el
peso de la campaña. De modo que si las cosas salen mal en Cataluña
será porque ella no estuvo allí, y si salen mal en el resto de España,
la responsabilidad no recaerá sobre ella. No olvidemos que Arrimadas no
estuvo en la manifestación de Colón, la de la foto con Vox, debido a un
retraso en su avión. Fuera intencionadamente o por azar, lo cierto es
que no formó parte de ese retrato grupal que puede hacer daño a Cs. En
otras palabras, habría relevo para Rivera en un instante en que las
tensiones internas y externas se dispararían, y eso supondría una baza
adicional para llevar la formación hacia un lugar en el que afirmó que
nunca estaría.
Las maniobras
En fin, queda
mucho tiempo para las elecciones, y las cábalas actuales no son más que
eso. Pero más allá de ellas, hemos de ser conscientes de que la campaña no se va a librar solo entre partidos o entre bloques ideológicos, sino que posee numerosas claves internas,
y eso condicionará muchos movimientos. Todas las campañas tienen algo
de esto, pero la actual, dada la incertidumbre general y particular,
provocará que este tipo de maniobras entre bambalinas esté todavía más
presente. No olvidemos que, en cuanto acaben las generales, tendremos
otro proceso electoral. Quedan días muy largos.
ESTEBAN HERNÁNDEZ Vía EL CONFIDENCIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario