Comienza el juicio con Puigdemont pululando en una entrega de premios de
cine, amenazando con una DUI y diciendo que la culpa de todo se la
achaquen a él. Podría venir a Madrid y decirlo en el Supremo
Oriol Junqueras
Cuando Quim Torra entró en la sala donde se celebra el juicio a los golpistas, lo presos se giraron para saludarle entre sonrisas. Todos, menos Junqueras,
que permaneció mirando al frente, sin mover un solo músculo de la cara.
El líder de Esquerra ha mantenido la misma actitud durante la sesión de
este martes, aperitivo del plato fuerte que comienza hoy miércoles con
su declaración ante el tribunal. Junqueras siente una profunda
animadversión contra Puigdemont, contra Torra y contra la
neoconvergencia. Asegura que ninguno ha hecho nada para favorecer la
suerte de los presos, responsabilizándolos
de la prisión preventiva por la fuga del de Waterloo, las declaraciones
incendiarias de Torra y las salvajadas cometidas por los CDR. “Han
calentado el clima político de tal forma que no ha habido manera de
encauzar el juicio de manera serena”, dice muy enfadado con sus antiguos
socios.
Junqueras se sabe solo y boicoteado
por aquellos que, en principio, deberían ser los primeros en
defenderle. La estrategia de Puigdemont pasa por hacer que el juicio sea
lo menos importante, para así restar importancia al papel de los presos
y, de paso, disimular a los ojos de su parroquia que quien debería
estar allí sentado como el primero se encuentra instalado en la vida
muelle de señorito en Waterloo. Él no puede perdonar eso, y los otros
nunca le perdonarán al republicano que se quedase, que afrontase su
responsabilidad y que lleve mamándose año y mucho en la cárcel. Es el eterno problema
de los neoconvergentes. Son de derechas, muy de derechas, tanto, que
las opiniones de Jordi Pujol o Marta Ferrusola respecto a los andaluces,
por citar un solo ejemplo, no tienen nada que envidiar a las que hace
Marine Le Pen de los inmigrantes árabes en Francia.
Junqueras se mantiene impávido, serio, casi inaccesible. Las cámaras así nos lo han mostrado
Por si fuese poco, las encuestas que circulan privadamente en Cataluña indican que Esquerra
queda por encima del PDeCAT en las próximas municipales, y ya hay quien
hace números pensando en esas generales que se perfilan en un futuro
inmediato. Junqueras se mantiene impávido, serio, casi inaccesible. Las
cámaras así nos lo han mostrado. El chaparrón de fake news
que se vierte sobre el juicio parece no salpicarle. Ni relatores, ni
observadores internacionales ni nada que no sea una defensa puramente
política le perturban. Ayer ya se perfiló que, mientras los del PDeCAT
optan por una estrategia más técnica, jurídicamente hablando, los de
Esquerra buscan un confrontación ideológica.
Traducido al román paladino: los exconvergentes intentarán escaquearse
con todas las triquiñuelas legales posibles mientras que los
republicanos aprovecharán para hacer del juicio una plataforma desde la
que afirmar su independentismo. O, lo que es lo mismo, los republicanos
pretenden hacer del proceso un envite a España mientras los otros se
darán con un canto en los dientes si resultan absueltos.
Esto
se notó mucho ayer en los pasillos del Supremo, porque son dos
concepciones del separatismo diametralmente opuestas. Convergencia jamás
buscó otra cosa que ser la dueña del cortijo con el beneplácito de un
Estado comodón, que remoloneó lo indecible cuando debía haberse mostrado
firme. Aún viven, mentalmente hablando, en aquellos tiempos dorados en
los que, entre Pujol y Duran Lleida, se compadreaba con el gobierno de
turno. Su error es no calibrar que tal proceder forma parte de la
historia.
Vivimos épocas turbulentas en las que la confrontación entre el populismo y la democracia se dirime de manera dura
Vivimos épocas turbulentas
en las que la confrontación entre el populismo y la democracia se
dirime de manera dura, y el regateo cortoplacista no tiene lugar. No
basta con decirle al juez que ara no toca, porque
sí que toca, toca aplicar el Estado de derecho. Siendo los dos bandos
separatistas de ideas, neoconvergentes y republicanos, los segundos
tienen al menos un mérito y es que no arrastran la tremenda losa de 40 años de corrupción sistematizada al servicio de un partido, de unas cuantas familias, de unos bolsillos poco honorables.
Este juicio
puede muy bien ser la puntilla definitiva a los herederos de Pujol y el
espaldarazo definitivo para que sea ERC la heredera de aquellos
gobiernos monolíticos a los que nadie osaba toser desde Madrid. Flaco
consuelo para los constitucionalistas catalanes que ya ven con temor
como lo único a lo que pueden aspirar es a ver una mudanza de collares. Y
eso no lo solucionará ni el juicio, ni la ley ni siquiera el
enfrentamiento entre las dos caras de la misma moneda separatista.
Dicho lo cual, insistimos, encontramos más digna la postura de unos que
la de los otros. Porque en tu adversario hay que saber reconocer la dignidad. Lástima que desde Bélgica no sepan hacer lo propio.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
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