/JAVIER BARBANCHO /EL MUNDO
En España no existe el "clamor por el diálogo" que cínicamente invoca Carmen Calvo. En España existe más bien un clamor contra los abusos del nacionalismo, que se ha prevalido con deslealtad continuada de su posición de bisagra para chantajear al Estado a costa de la igualdad de todos los españoles. No otra cosa explica la histórica expulsión del socialismo de la Junta de Andalucía, y el mismo horizonte electoral amenaza a los barones de los que usted parece estar vengándose: le prohibieron pactar con independentistas antes de que dieran un golpe a la Constitución y usted ha pactado con ellos después de darlo. Los españoles contemplan atónitos la deriva de un secretario general y presidente del Gobierno que por primera vez en nuestra historia democrática toma al partido, al Estado y a la Nación como rehenes de su ambición personal. Usted no tiene un plan para España: usted tiene un plan para usted. Consiste en ir camuflando sus cesiones graduales al secesionismo no ya para pagar la hipoteca de la censura pasada, sino para negociar con los mismos acreedores su investidura futura. ¿Es que no se da cuenta de que con esos socios usted jamás podrá reivindicar la búsqueda del bien común porque el perímetro de lo común que ellos trazan no excede sus fronteras autonómicas? ¿Es que todavía no ha aprendido que el socialismo es enemigo histórico del particularismo nacionalista, del supremacismo insolidario? ¿Ignora aún que la Nación española es garantía de la libertad e igualdad de todos bajo el imperio de la ley?
En su huida hacia delante, usted ha consumado la desnaturalización del PSOE que inició Zapatero. Los cortos de vista le agradecerán que haya conjurado la amenaza electoral de Podemos; son cortos de vista porque no ven que el precio que usted ha pagado por anular al populismo es disolverse en él. El PSOE hoy aparece como una sigla hueca, sin principios, más cercana a los enemigos de la democracia del 78 que al constitucionalismo. Todo por ciego afán de poder. Con su vergonzante aceptación de la figura del relator, usted socava las bases conceptuales del juicio del 1-O: se alinea con el relato de los procesados y en contra de los magistrados que defienden el orden constitucional. Usted cree que vale todo porque esa mentalidad le ha servido para llegar a presidente, y con ella aspira a resistir. Por el camino dejará un reguero de incoherencias, traiciones, dimisiones, improvisaciones, renuncias, plagios, rectificaciones y contradicciones flagrantes de su yo anterior. Una España sin Presupuestos ni otra actividad legislativa que sus decretazos se polariza más cada día, pero a usted no le importa, porque a usted solo le importa usted. Merece salir del poder con otra moción de censura, con votos de diputados socialistas que pongan el patriotismo por encima de la disciplina de bancada.
Más temprano que tarde tendrá que irse, señor presidente, para que otro pueda recomponer los pedazos de lo que usted ha roto. Aún puede elegir hacerlo con alguna dignidad. No niegue el clamor popular que el domingo se elevará desde la plaza de Colón de la capital de España en demanda de elecciones. Escúchelo. Deje de dañarse y de dañar. Trate de redimirse. Vayamos a las urnas.
EDITORIAL de EL MUNDO
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