La presencia de la diputada naranja en el Congreso, bien por Madrid, aunque preferentemente por Barcelona, reforzará la arriesgada pero estratégica decisión de Cs de no pactar con el PSOE
Inés Arrimadas. (Raúl Arias)
En Cataluña no se hace política sino agitación y propaganda. Las
instituciones están al servicio del sectarismo separatista y la gente
vive al margen de su (in)actividad. Torra es un mandado del hombre de Waterloo
que desde la denominada 'Casa de la República' desgobierna la
comunidad, mientras los CDR, con la connivencia de la Generalitat,
intentan paralizar a una sociedad que se resiste al cortocircuito que
pretenden imponerle.
La victoria de Ciudadanos en las elecciones del 21-D de 2017 (36 diputados) ofreció una nueva dimensión de la sociedad catalana. Y encumbró a una política joven, bien preparada, con capacidad dialéctica y carisma: Inés Arrimadas. La líder de Cs en Cataluña y también portavoz nacional de su partido, ha sufrido allí todo tipo de invectivas y escraches, algunos digitales protagonizados por la inefable Núria de Gispert, empeñada en que Arrimadas se "volviera" a Jerez, su tierra natal. Le molesta.
El sometimiento de la vida institucional a los mandatos sectarios del separatismo ha impedido —y lo seguirá haciendo— que Arrimadas haya desarrollado una labor más efectiva en Cataluña. Y mantenerla allí, cuando lo más productivo es trabajar por la sociedad catalana desde las instituciones del Estado, suponía secuestrar su capacidad y amortizar su valía. Capacidad y valía que deben, sin ningún tipo de duda, ponerse al servicio del objetivo electoral de Ciudadanos que se juega el 28-A su ser o no ser. Y así será con práctica seguridad. El anuncio es inminente.
La presencia de Arrimadas en el Congreso, bien por Madrid (en donde se juegan 36 diputados), aunque más probablemente por Barcelona (se dirimen 31 escaños), reforzará la arriesgada pero estratégica decisión de la Ejecutiva de Ciudadanos de no pactar con el PSOE de Sánchez. Para que ese órdago de Rivera resulte viable es preciso que su partido ponga toda la carne en el asador y, por lo tanto, rescate a Arrimadas del territorio políticamente yermo de Cataluña y la incorpore a la política nacional desde la que puede y debe proyectarse sobre la comunidad catalana, como lo hace el propio Rivera.
Hasta hace muy pocas horas parecía existir una pelea interna en Cs por el destino final de Arrimadas. Para unos, su lugar era Cataluña; para otros, el Congreso de los Diputados. La realidad es que desde Madrid, Arrimadas puede seguir siendo un referente catalán de Ciudadanos y, a la vez, una aportación decisiva a la política nacional. Carece de sentido la amortización de su figura en un escenario político e institucional como el catalán en el que el Parlamento está cerrado, el Gobierno no gobierna, el presidente es un corresponsal de Waterloo y los partidos separatistas son tributarios de la encerrona histórica en la que se introdujeron en otoño de 2017.
En las dos últimas elecciones generales, Ciudadanos
obtuvo 40 escaños y 3.500.446 votos (diciembre de 2015) y 32 diputados y
3.123.769 sufragios (junio de 2016). Su actual pretensión de
protagonizar la política española frente al PP y al PSOE requiere
superar en mucho esas cifras. Y tal empeño no será posible si el partido
no pone todos sus activos —entre ellos Arrimadas— al servicio de la
causa.
La decisión de Cs de no pactar el Gobierno con los socialistas de Sánchez es arriesgada aunque tiene algunos elementos estratégicos valiosos: esquina al PSOE y lo empuja a colaborar con un deprimido Podemos y, eventualmente, con los nacionalistas vascos y los independentistas, y formula su competencia con el PP de Casado en unos términos inequívocos. Arrimadas colabora en esa estrategia con una imagen moderada y luchadora frente a los secesionistas.
¿Pierde la centralidad Cs con tal decisión? Está
por ver. Porque, sea Ciudadanos o no el protagonista del centro (lo es
más con Inés Arrimadas), el PSOE de Pedro Sánchez no puede atribuirse
tal condición por más que un algodonoso discurso presidencial trate de
hacer olvidar los ocho meses de Gobierno en los que se entendió con un separatismo
que le causó al socialismo la derrota en Andalucía y le hizo fracasar
con los Presupuestos pese al encuentro de Sánchez con Torra en Pedralbes
el pasado 20 de diciembre.
La tendencia de los partidos en las autonomías —ocurrió también en el País Vasco— es siempre la misma: mantener a sus líderes de éxito en la comunidad, "secuestrándoles" para la política local. Hoy por hoy, Cataluña no es un ascensor social ni político. Lo es Madrid y la política nacional. El sitio de Arrimadas está en el Congreso de los Diputados.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
La victoria de Ciudadanos en las elecciones del 21-D de 2017 (36 diputados) ofreció una nueva dimensión de la sociedad catalana. Y encumbró a una política joven, bien preparada, con capacidad dialéctica y carisma: Inés Arrimadas. La líder de Cs en Cataluña y también portavoz nacional de su partido, ha sufrido allí todo tipo de invectivas y escraches, algunos digitales protagonizados por la inefable Núria de Gispert, empeñada en que Arrimadas se "volviera" a Jerez, su tierra natal. Le molesta.
El sometimiento de la vida institucional a los mandatos sectarios del separatismo ha impedido —y lo seguirá haciendo— que Arrimadas haya desarrollado una labor más efectiva en Cataluña. Y mantenerla allí, cuando lo más productivo es trabajar por la sociedad catalana desde las instituciones del Estado, suponía secuestrar su capacidad y amortizar su valía. Capacidad y valía que deben, sin ningún tipo de duda, ponerse al servicio del objetivo electoral de Ciudadanos que se juega el 28-A su ser o no ser. Y así será con práctica seguridad. El anuncio es inminente.
La
capacidad y valía de Arrimadas deben, sin duda, ponerse al servicio del
objetivo electoral de Ciudadanos que se juega el 28-A su ser o no ser
La presencia de Arrimadas en el Congreso, bien por Madrid (en donde se juegan 36 diputados), aunque más probablemente por Barcelona (se dirimen 31 escaños), reforzará la arriesgada pero estratégica decisión de la Ejecutiva de Ciudadanos de no pactar con el PSOE de Sánchez. Para que ese órdago de Rivera resulte viable es preciso que su partido ponga toda la carne en el asador y, por lo tanto, rescate a Arrimadas del territorio políticamente yermo de Cataluña y la incorpore a la política nacional desde la que puede y debe proyectarse sobre la comunidad catalana, como lo hace el propio Rivera.
Hasta hace muy pocas horas parecía existir una pelea interna en Cs por el destino final de Arrimadas. Para unos, su lugar era Cataluña; para otros, el Congreso de los Diputados. La realidad es que desde Madrid, Arrimadas puede seguir siendo un referente catalán de Ciudadanos y, a la vez, una aportación decisiva a la política nacional. Carece de sentido la amortización de su figura en un escenario político e institucional como el catalán en el que el Parlamento está cerrado, el Gobierno no gobierna, el presidente es un corresponsal de Waterloo y los partidos separatistas son tributarios de la encerrona histórica en la que se introdujeron en otoño de 2017.
La
realidad es que desde Madrid, Arrimadas puede seguir siendo un
referente catalán de Cs y, a la vez, una aportación decisiva a la
política nacional
La decisión de Cs de no pactar el Gobierno con los socialistas de Sánchez es arriesgada aunque tiene algunos elementos estratégicos valiosos: esquina al PSOE y lo empuja a colaborar con un deprimido Podemos y, eventualmente, con los nacionalistas vascos y los independentistas, y formula su competencia con el PP de Casado en unos términos inequívocos. Arrimadas colabora en esa estrategia con una imagen moderada y luchadora frente a los secesionistas.
Hoy
por hoy, Cataluña no es un ascensor social ni político. Lo es Madrid y
la política nacional. El sitio de Arrimadas está en el Congreso de los
Diputados
La tendencia de los partidos en las autonomías —ocurrió también en el País Vasco— es siempre la misma: mantener a sus líderes de éxito en la comunidad, "secuestrándoles" para la política local. Hoy por hoy, Cataluña no es un ascensor social ni político. Lo es Madrid y la política nacional. El sitio de Arrimadas está en el Congreso de los Diputados.
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS Vía EL CONFIDENCIAL
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