Hoy la Iglesia también vive en una situación difícil, su marginalidad en la Unión es evidente, también parece como si para Roma, Europa fuera un terreno abandonado. Por otra parte, cada vez más la atenazan los escándalos de la pederastia y el intento de introducir un conflicto feminista en el seno de la Iglesia.
Con variaciones este diagnóstico es válido para España, como lo es para una gran parte de Europa. Hay naturalmente condiciones específicas, pero no llegan a alterar las grandes líneas del diagnóstico. La respuesta a esta situación de una doble crisis de sociedad y de la propia Iglesia solo puede venir de la misma mano que históricamente ha actuado con éxito: la fe cristiana.
Podríamos decir que cuando los hombres abandonaron la oración intensa, la penitencia y el ayuno y dejaron de confiar de forma absoluta en Dios, empezó la caída a trompicones de Europa. Esta es la primera causa y de ahí surge todo, pero a partir de ella deben desplegarse nuevos impulsos dirigidos a reconstruir la identidad católica, desarrollar la evangelización recuperando su signo de identidad cristiana. No hay cristianismo sin evangelización. La relación de esta evangelización con una acción colectiva liberadora de las condiciones que impiden reconocer la realidad de lo sobrenatural, liberación de las estructuras del mal, de las alienaciones y dependencias, de la explotación de las personas y la naturaleza, y en definitiva de todo lo que destruye la identidad humana, su naturaleza específica y complementaria basada en la mujer, el hombre y la familia. Esta respuesta solo es posible si los laicos asumen su compromiso y son capaces de generar un movimiento de unidad de acción en torno a unos objetivos comunes básicos. Las diferencias que puedan existir en ningún caso deben de significar que se impongan a la necesidad de encontrar formas de colaboración en una situación tan crítica como la actual.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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