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martes, 26 de febrero de 2019

RÉQUIEM POR EL PROCESO CATALÁN


/ANTONIO MORENO


Al escribir este artículo soy perfectamente consciente que el gravísimo conflicto catalán está todavía lejos de resolverse y aunque el proceso de la justicia seguirá su camino sin amenazas ni alteraciones en su cometido, la incertidumbre de España presentará sobresaltos pues además del conjunto de elecciones que debemos abordar, ahora se suman ni más ni menos que las generales que además de abrir fuego las primeras, posiblemente marquen la pauta de las que seguirán después. La ciudadanía española y la sociedad civil están muy hartas de derivas, broncas, insultos y malos modos de aquellos en quiénes es de suponer hemos depositado la confianza democrática y por tanto la responsabilidad de conducir el país hacia el progreso y la convivencia.

La prueba de lo que muy posiblemente nos espera la encontramos en el vuelco andaluz con la potente aparición del contrapunto a los populismos y posiciones ya presentes de extrema izquierda, que quizás creyeron ser los únicos capaces de violentar hacia los límites el tablero de las ideologías. Con ello se ha demostrado que el péndulo bate en ambos sentidos y a toda acción le sucede la reacción contraria.

Pues bien, aceptado el escenario sí creo que ha llegado la hora de componer un réquiem por el proceso catalán en base a una serie de consideraciones, aunque a quienes les dedicaremos el funeral no aceptan, ni lo harán, las verdades de la situación.

La organización entonces bien orquestada del viaje hacia la independencia de Cataluña, después de un para todos agotador recorrido, no ha conseguido ni de lejos una mayoría social en la que poder hacer descansar el engaño de la voluntad de un pueblo. Sus protagonistas están divididos, asqueados, desnortados sin brújula ni timón, cuando no huidos de la justicia o en la cárcel. Ya no se gobierna al frente del desfile pudiendo verse tan solo el vacío del hemiciclo del Parlament sin que nadie se atreva a convocar un Pleno ni a plantear un orden del día ni por supuesto tomar decisión alguna. Tan solo vivimos las arengas de locos chalados sin talla ni discurso coherente a los que no les queda más que alentar el miedo y la violencia callejera de los barrios bajos y las mafias. Claro, con un diseño y una estructura así, su mundo se descompone orgánicamente y se desmorona físicamente.

Después, en el camino que conduzca al resultado final van a dejar un rastro de frustración, enfrentamiento, tristeza, división social y familiar que no cabe más que calificarlo de genocidio identitario, puesto que jamás en mi ya larga vida he oído en círculos profundamente catalanes renegar y sentirse avergonzados de la imagen que Cataluña y los catalanes estamos dando al resto de los españoles y a la comunidad internacional, aborreciendo por primera vez en la historia nuestro maravilloso y exclusivo idioma, así como nuestras tradiciones y emociones diferenciales.

Dentro de poco tiempo creo que la sociedad tendrá que iniciar un proceso verdadero y asunción de responsabilidades por ese genocidio identitario contra los señores Pujol, Mas, Puigdemont y Torra con sus respectivos consejeros, socios de gobierno y demás palmeros según expresión de un siniestro personaje cuyo nombre me prohíbo pronunciar.

Su enfermiza locura que obedece claramente a los conceptos de una secta han dejado a Cataluña en un estado general débil, insegura, empobrecida, acomplejada y lo que es peor, a merced de aquella economía española que antes nos robaba y de toda aquella ciudadanía a la que hemos despreciado desde el supremacismo, rebajando sus capacidades intelectuales y de desarrollo amén de otras lindezas. Démonos gracias porque el conjunto del país está reaccionando y así va a seguir en positivo y solidariamente dando un ejemplo de convivencia como ya hicimos juntos hace cuarenta años, sin que nada impida repetirlo una vez más para encarar el futuro y el de las jóvenes generaciones españolas y europeas.

Europa al igual que España necesita el concurso de la juventud para darle sentido a una unidad hoy día más que nunca necesaria no solo para afrontar los retos de un desarrollo que anda ya por la cuarta revolución industrial sino que debe cohesionarse y fortalecerse frente a la política de bloques que en su propio crecimiento no tendrá piedad con los débiles

Y como si de una conjunción de astros se tratara, el proceso de la ciudad capital de Barcelona se ha venido a sumar al drama. De la mano de la reina del escrache y con el apoyo de los mismos, Barcelona se ha sumido en el caos, la mediocridad y la violencia que genera el desgobierno como alimento del libertinaje. Hemos rebajado notablemente la nota de la consideración internacional, se han perdido millonarias inversiones, turismo de calidad y confianza en los operadores que hasta desaconsejan en Europa el viaje a Barcelona, de forma que hoy día la ciudad, otrora capital del Mediterráneo, sobrevive gracias al mundo olímpico del denostado Samaranch, a Antoni Gaudí y quizás al conjunto de jugadores extranjeros que juegan en el Barça.

Pero lo que es todavía más triste es la decadencia de la oferta cultural, teatral, museística, operística, ferial o de foros de la intelectualidad. Barcelona, que siempre fue paradigma de modernidad, refugio de intelectuales y profesionales, así como referencia del progreso social, ha pasado a engrosar la fama de la vulgaridad y la decadencia, lo cual no deja de ser lamentable al tiempo de que, en un futuro, habrá también que exigir responsabilidades personales y políticas a los y las artífices del desastre. Qué fue pues de aquella capital cosmopolita española y europea que mal conducida y gestionada ha perdido no solo el ritmo sino también el podio del triunfo.

Universidades vacías por la estúpida intolerancia del idioma que ahuyenta a estudiantes del resto de España y extranjeros, inutilidad de los colegios profesionales como el de arquitectos que siempre fue un ejemplo de libertad y vanguardia, profesionales que huyen a lugares de mejor proyección y, hasta me sería útil conocer el número de familias de aquella burguesía que se enriqueció en y con España y que hoy invoca la independencia pero que envían a sus hijos a estudiar a Suiza o Estados Unidos.

Pudiera pensarse que he manifestado un cúmulo de desgracias y tristezas pero debo recordar que esto está escrito en clave de réquiem como reza su título que viene a ser básicamente un lamento, aunque quiero recordar que algunos réquiems compuestos en la historia del mundo han acabado convirtiéndose en aquellas maestras referencias que han hecho del drama una virtud.

Y el réquiem catalán debe convertirse en el himno de todo aquello que no debemos aceptar ni repetir y mucho menos admitir que vuelva a suceder jamás.


                                                                                MARIANO GOMÁ*   Vía EL MUNDO

*Mariano Gomá es fundador del Foro España.

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