El tablero político nos arroja a una confrontación múltiple que obligará a Cs a elegir. Pero bajo ese manto electoral, late la pobreza de ideas de los conservadores y liberales patrios
Albert Rivera, junto a Pablo Casado, en una foto de archivo. (EFE)
Suele decir Ramón González Férriz que nos
fijamos mucho en la crisis de la izquierda y que tanta atención en un
lado del espectro político hace que reparemos escasamente en la crisis
de la democracia cristiana. Pero cabría decir que, más que a una opción
política concreta, a lo que no prestamos atención es al fracaso de una derecha razonable,
esa que es capaz de establecer puntos de encuentro y de consenso, que
está dispuesta a operar pragmáticamente por el bien de España y que sabe
alejarse de sus dogmas cuando la realidad los revela inútiles. Eso es
lo que está desapareciendo, y más aún del mapa político español.
Esta
deficiencia queda mucho más de manifiesto por nuestro momento político,
en el que el eje izquierda/derecha está sometido a una tensión
llamativa. Las recientes encuestas reflejan un equilibrio precario entre
estas dos opciones, que quizás hagan necesarios acuerdos. Ayer
publicaba 'eldiario.es' una encuesta
sobre las elecciones en la Comunidad de Madrid con prácticamente un
empate técnico entre las dos opciones, y aunque aventurar resultados es
algo arriesgado en estos momentos, sí señalaba un par de elementos reveladores.
¿Mejor solos?
El primero afecta a la izquierda. La irrupción menos exitosa de lo esperado de Errejón, un Podemos que se tambalea pero no termina de caer, y una IU que llegaría al 5% son un resultado sorprendente, pero que contiene un punto de verdad:
dado el nivel de animadversión que se vive en la izquierda, es probable
que movilizasen más voto por separado que juntos. Habría quienes
acudiesen a las urnas a manifestar su rechazo a Iglesias en la persona
de Errejón, otros harían exactamente lo contrario e IU votaría por sí
misma y contra los otros dos, que no son especialmente bien vistos por
sus bases. El efecto final sería la reducción de la abstención, un peligro claro con tantas decepciones.
Este es el momento en que Ciudadanos está obligado a elegir qué papel va a jugar de verdad en la política española
Del lado de la derecha, no hace más que acentuar algo que ya sabemos, el papel clave que tendrá Ciudadanos. Es un partido acostumbrado a ejercer como muleta,
que acaba de pactar con PP y Vox en Andalucía después de una
legislatura sosteniendo al PSOE y que ha estado moviéndose entre dos
aguas. Este es el momento en que debe elegir cuál quiere que sea su
papel en la política española: tendrá que optar entre ponerse del lado
del PP y de Vox o apoyar al PSOE; con los primeros comparte muchas
cosas, pero también con los segundos, ya que buena parte del socialismo
actual tiene su mismo enfoque liberal en lo económico y en lo cultural, y
entenderse con ellos les sería fácil. Y además, como se ha dicho ya,
una izquierda a lo Errejón podría ayudar en esa tarea. Pero Cs debe decidirse.
El paso atrás del PP
Hay dos derechas en España. Tenemos a Vox y a un PP que ha decidido reformarse echándose en brazos de Aznar,
de sus técnicas de la tensión continua, las declaraciones fuera de tono
y su construcción de la realidad. El paso atrás del PP es muy
preocupante para la democracia española.
Hagamos memoria: con Aznar se
produjo el accidente del Yak-42, y su Gobierno fue el encargado de tapar
todo aquello, de insultar la memoria
de los soldados fallecidos y de perseguir a sus familiares; con él al
mando se produjo la catástrofe del Prestige, con una gestión
tremendamente negligente por parte de los responsables españoles y en la
que la principal acción del Gobierno fue intentar negar lo que ocurría
con aquello de "los hilillos" que salían del buque; fue con Aznar cuando
respaldamos la guerra de Irak con la excusa de encontrar armas de
destrucción masiva que no existían y de las que no había pruebas; fue
con Aznar al frente cuando todo aquel entramado de la Gürtel, Bárcenas
y los ministros imputados por corrupción encontró su apogeo; y cuando
su partido tuvo que salir del gobierno a causa de las mentiras de Aznar
en el 11-M, se inventó una conspiración socialista. Ese es el PP que regresa, una vez liquidados políticamente Rajoy y los suyos. Y, en ese mismo estrato pero un paso más allá, nos encontramos con un hijo de Aguirre, Abascal, presionando para que la derecha a lo Trump entre de modo decidido en España.
Rivera
no pretende establecer alianzas, sino consagrarse como primer partido
de las derechas, y para eso cree que tiene que ser muy contundente
La otra derecha está representada por Ciudadanos y la parte liberal del PSOE, que no es menor entre sus dirigentes. Es tremendamente ortodoxa (es decir, de derechas) en lo económico
y habla de ajustar el déficit y de rigidez presupuestaria, pero lo
combina con esas fantasías a lo Davos acerca de la innovación
tecnológica y el emprendimiento, y con un discurso cultural en el que
jóvenes y mujeres son habituales estrellas invitadas. Por lo demás, es
servil con Bruselas y con los fondos de inversión globales y su decidida
postura europeísta carece, sin embargo, de un plan real de desarrollo
de la UE. De ese estrato partía Ciudadanos, y desde ahí se explican los
apoyos que ha recibido desde Europa, su pertenencia a ALDE o la elección
de Valls como candidato a la alcaldía de Barcelona.
El malestar de Rivera
Lo
cierto es que, siendo ese su espacio y contando con una base de
liberales urbanitas favorable a esa opción, el partido no acaba de
decidirse definitivamente por ella. Los planes de Rivera son otros, al
menos de momento. Ciudadanos descubrió que la vertiente dura era rentable en lo electoral y le ha cogido gusto:
hay una suerte de pulsión que les lleva (también fuera de Cataluña) a
competir con PP y Vox por ser más contundentes, y además creen que ese
es el camino del éxito, ya que sus votantes son muy de derechas. En
segunda instancia, lo que Rivera busca no es establecer alianzas, sino
consagrarse como primer partido de las derechas, de forma que las
puertas del Gobierno se abran para él: las encuestas les dan buenos
resultados y aseguran que los números cuadran, de modo que ese objetivo
solo sería alcanzable siendo discursivamente agresivos. El tercer factor
que empuja en esa dirección es el malestar de Rivera con Sánchez, esa especie de resentimiento por lo que no ocurrió. Sánchez fue más listo, se adelantó en la carrera y Rivera no ha terminado de encajarlo bien.
Todo esto hace que Ciudadanos esté alejándose del partido liberal
moderno que quiso ser y convirtiéndose en una facción más del frente
aznarista.
Europa vería con buenos ojos un frente sistémico que se opusiera a Vox y a un PP radicalizado
En
fin, estas son nuestras dos derechas, si es que no terminan
fusionándose en una. Pero no olvidemos que estamos ante la fotografía de
un momento, que el terreno está en movimiento y que todo dependerá de
las cifras finales de unas elecciones, las generales, que ni siquiera
han sido convocadas. Desde esta perspectiva, si Ciudadanos no logra ser
el primer partido de las derechas, es más que probable que se vea
empujado hacia un pacto con los socialistas, no tanto por las
convicciones internas de su líder sino por el pragmatismo, porque muchos de sus cuadros confían en que esa sería la mejor alianza y porque Europa vería con buenos ojos un frente sistémico opuesto a Vox y un PP radicalizado.
Bellamy, la estrella
Sin embargo, sea cual sea la elección, el problema de fondo sigue vigente.
Nuestras dos derechas, si entendemos a Cs como una formación alejada de
las tentaciones populistas-aznaristas, son tremendamente pobres,
carentes de imaginación y de ideas.
No es así en todas partes. Después de leer 'Demeure' ('Morada'), el último libro de François-Xavier Bellamy, el cabeza de lista para las elecciones europeas de Les Republicains, el partido que liderase Sarkozy, se hace muy patente la diferencia. Bellamy
es una estrella emergente, de convicciones católicas y conservadoras,
pero cuyos análisis de la realidad son mucho más interesantes que los
que puedan realizar Ciudadanos, PP y Vox juntos. Sus críticas al
mercado actual, su reivindicación de un sentido vital y de la necesidad
de solidez frente a un mundo en perpetuo movimiento ofrecen una
perspectiva muy distinta, mucho más cercana a lo que el conservadurismo
ha sido, y demuestran que es posible tejer una visión de derechas
asentada en ideas en lugar de en exabruptos. Es cierto que a las
europeas se suelen enviar candidatos de segundo orden, y que Bellamy más
parece una figura aislada que un momento de reconstrucción de la
derecha francesa, pero al menos señala que se puede reconstruir un
partido sin apostar por convertirse en más duros que Le Pen.
En lugar de defender las virtudes humanas que estaban en el corazón conservador, se han sumado al “haz marca de ti mismo”
Las derechas españolas, sin embargo, son
demasiado cómodas y demasiado cobardes para hacer frente, en nombre de
sus ideas, a las causas reales de que nuestro país vaya a peor. Los
liberales son incapaces de hacer honor a su nombre y combatir los
peligros y las disfunciones que causan monopolios y oligopolios, y solo
invocan las normas de la competencia cuando la quieren hacer valer
contra el Estado. Son incapaces de percibir que la desigualdad
creciente, producto de una economía ahogada por el capital financiero,
impide que la democracia tenga lugar, y que por tanto las instituciones
de la democracia liberal estén realmente vivas. Del lado conservador, se
cierra los ojos a cómo este tipo de régimen económico deteriora las
virtudes individuales, perjudica a las comunidades y construye una
sociedad en la que todo está sometido a un precio, también nuestra
personalidad. En lugar de defender las virtudes humanas que estaban en
el corazón conservador, se han sumado al “haz marca de ti mismo”.
Atrevidos, pero con los podemitas
Este
mundo dogmático y cerrado es, como compensación por todo aquello que le
falta, muy atrevido con los podemitas, con Venezuela, Cuba, los
independentistas, las feministas y los veganos. Viven de las rentas del ataque continuo a las maldades progresistas, pero sus propuestas se resumen en un pobre puñado de dogmas.
Su crecimiento electoral, allí donde se ha producido, ha sido gracias a
'memes' en grupos de WhatsApp, a la difusión de informaciones dudosas
en las redes, y de un montón de verdades inmutables que repiten con
insistencia. De modo que sí, la izquierda está en crisis de ideas, pero
la derecha es lastimera.
ESTEBAN HERNÁNDEZ Vía EL CONFIDENCIAL
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