García Page grita, Lambán se indigna, y Soraya Rodríguez brama en su desierto de vendettas a destiempo
Manuel Marín
A estas alturas, recuperar las etiquetas de «nuevo PSOE» o «viejo PSOE» resulta caduco y ocioso. Incluso aburrido. Pedro Sánchez
ha vuelto a convulsionar al PSOE sin encomendarse ni a partidarios ni a
críticos, y ha roto el inestable equilibrio que, con el bálsamo mágico
del «federalismo» como coartada, a duras penas salvaba sus desacuerdos
sobre qué es España. Sánchez está en un ejercicio extremo de supervivencia con el que desprecia las voces -amigas y rivales- que alertan de que las urnas apuntan a una hecatombe, para escarnio de Tezanos.
Sánchez no consulta. Ejecuta. Y obliga a un PSOE en ebullición a quedar
inerme por delirantes que sean algunas ideas para satisfacer al
separatismo.
García Page grita, Lambán se indigna, y Soraya Rodríguez brama en su desierto de vendettas a destiempo. Ya lo advirtieron Felipe González o Alfonso Guerra, y toda una retahíla de miembros de ese tópico llamado «vieja guardia», que emerge de vez en vez en un conato de indisciplina airada… para que su alerta siempre quede en nada, salvo en una mala resaca. Cuando Susana Díaz despierte de la suya, lo contará. Pero Page se limita a cultivar su negocio electoral en Castilla-La Mancha. Nada más. Como Lambán y el resto. El socialismo «auténtico» de nobleza felipista abomina de cualquier cesión humillante, pero Sánchez impone su patriotismo distópico mientras el PSC ni siquiera piensa por qué es un partido residual. Y Borrell calla agazapado en una pose imposible. Y Calvo pasa del «nunca negociaremos» a balbucear excusas en busca de un relator sin escrúpulos. Y Ábalos ya no entona aquel «jamás» que sonaba a convincente… Réquiem por la dignidad.
El PSOE está yermo. ¿Se encontrará Sánchez con un llamamiento de Page a sus diputados, o de Lambán a los suyos, a no respaldar unos presupuestos pactados con relatores, huidos, presos y notarios de un fraude propio de negociantes de barraca? ¿Y los andaluces? No. Apretarán el botón verde. A titulares como «malestar en el PSOE por…», Sánchez replica con una pose despectiva de superioridad y su foto de «resistente» de diseño en la portada de un libro. «Y el PSOE… ¿otra vez campeón de Europa?»
MANUEL MARÍN Vía ABC
García Page grita, Lambán se indigna, y Soraya Rodríguez brama en su desierto de vendettas a destiempo. Ya lo advirtieron Felipe González o Alfonso Guerra, y toda una retahíla de miembros de ese tópico llamado «vieja guardia», que emerge de vez en vez en un conato de indisciplina airada… para que su alerta siempre quede en nada, salvo en una mala resaca. Cuando Susana Díaz despierte de la suya, lo contará. Pero Page se limita a cultivar su negocio electoral en Castilla-La Mancha. Nada más. Como Lambán y el resto. El socialismo «auténtico» de nobleza felipista abomina de cualquier cesión humillante, pero Sánchez impone su patriotismo distópico mientras el PSC ni siquiera piensa por qué es un partido residual. Y Borrell calla agazapado en una pose imposible. Y Calvo pasa del «nunca negociaremos» a balbucear excusas en busca de un relator sin escrúpulos. Y Ábalos ya no entona aquel «jamás» que sonaba a convincente… Réquiem por la dignidad.
El PSOE está yermo. ¿Se encontrará Sánchez con un llamamiento de Page a sus diputados, o de Lambán a los suyos, a no respaldar unos presupuestos pactados con relatores, huidos, presos y notarios de un fraude propio de negociantes de barraca? ¿Y los andaluces? No. Apretarán el botón verde. A titulares como «malestar en el PSOE por…», Sánchez replica con una pose despectiva de superioridad y su foto de «resistente» de diseño en la portada de un libro. «Y el PSOE… ¿otra vez campeón de Europa?»
MANUEL MARÍN Vía ABC
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