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sábado, 9 de febrero de 2019
La división interna, la revuelta pata negra... así naufragó el 'Diálogo por Presupuestos'
La semana del 'relatorgate' acaba
con la derecha movilizada y en la calle, el Gobierno sin presupuestos,
un PSOE dividido y con los puentes con el independentismo rotos
Reunión del Consejo de Ministros en Barcelona. (EFE)
En diciembre de 2015, después de las elecciones que ganó el PP pero que dejaron un panorama ingobernable, el comité federal del PSOE aprobó un documento
que dejaba claro que no gobernaría con los independentistas: "La
autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el
enfrentamiento solo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí
dividida. Son innegociables para el Partido Socialista y la renuncia a
esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE
inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas". El texto
supuso una tregua entre los barones y Pedro Sánchez
de la que el hoy presidente confesó que se había arrepentido. Tras una
repetición de elecciones acabó gobernando Mariano Rajoy gracias a la
abstención del PSOE impulsada por la gestora.
Ese debate, el del 'Gobierno Frankenstein'
sí o no, ha vuelto de nuevo a desgarrar al PSOE esta semana. Ese
debate, el de la decisión de Sánchez de aguantar lo posible con 84
diputados, es el trasfondo del naufragio de la Operación Diálogo II, la
maniobra política de alto riesgo de aprobar los presupuestos a cambio de
una mesa de negociación con el independentismo.
El caos de esta semana comenzó a gestarse en diciembre. Tras las elecciones andaluzas, el Gobierno rectificó y anunció que enviaría sus presupuestos al Congreso. La irrupción de Vox
y el temor a la suma de la derecha hicieron que Moncloa decidiera
enviar las cuentas públicas incluso sin tener garantizados los apoyos
del independentismo. Los socialistas mantenían que la operación era un éxito sí o sí:
si las cuentas eran rechazadas habría demostrado que no tenía ningún
pacto con los independentistas y Sánchez quedaría en el centro del
tablero político y podría presentar a Ciudadanos como un apéndice del PP
en unas elecciones en mayo o en otoño; si por el contrario conseguía
los apoyos suficientes aguantaría hasta 2020.
"Queda
la derecha movilizada, un PSOE dividido y sin presupuestos y unos
candidatos que van a las municipales y autonómicas con plomo en las
alas"
Pero rápidamente el Gobierno se inclinó por la segunda opción y se puso a hacer lo posible por sacar los presupuestos. Aceptó una minicumbre bilateral en Barcelona antes de un Consejo de Ministros de la que salió un comunicado conjunto sin mención a la Constitución, propuso unos presupuestos generosos
con Cataluña y Miquel Iceta se abrió a aprobar las cuentas de los
independentistas. Los barones críticos fueron clamando contra las
cesiones porque temían verse arrastrados el 26-M, pero eran los
sospechosos habituales (Lambán, Page y Vara por este orden) y eso estaba
descontado. Los últimos gestos se sumaban a la rebaja de la acusación
de la Abogacía del Estado en el 'procés'.
Todo iba según lo
previsto hasta esta semana, cuando todo ha saltado por los aires. El
lunes, ERC sube la apuesta y anuncia, adelantándose al PDeCAT, una enmienda a la totalidad
de los presupuestos. Teóricamente, hay tiempo para retirarla hasta el
miércoles que viene, el día que se debaten todas en bloque. Pero esa
votación se celebrará un día después del inicio del juicio del 'procés', por lo que levantarla exigía una cesión mayor.
El
Gobierno ahí podía haber dicho basta y retomar el plan original de ir
al matadero del Congreso, presentarse como alguien que buscó el diálogo
pese a todo pero que no funcionó por la pinza entre la derecha y el
independentismo. Pero no lo hizo. Hay quien culpa de todo a Carmen Calvo y a Miquel Iceta
y hay quien dice que fue el empeño personal de Sánchez por mantenerse
en Moncloa y evitar ir a unas elecciones con la derecha hipermovilizada.
Las palabras de Calvo e Iceta lanzaron la bola de nieve. (EFE) Pero
el martes, de forma caótica, Iceta y Calvo lanzan lo que ha terminado
por matar el diálogo. Iceta anuncia en TV3 que el Gobierno y la
Generalitat han pensado en nombrar una especie de notario "dé fe de lo
que se está hablando". "La palabra mediador no me gusta", puntualiza.
Horas después Calvo lo llama relator, la palabra que se asociará siempre
a esta crisis. El bumerán está lanzado y pronto se ve que iba a acabar
impactando contra el Gobierno. Un diálogo de igual a igual con una
mediación —a ser posible internacional— era una vieja aspiración del
independentismo. Le permitiría dar una imagen de bilateralidad y de que
España tiene un problema democrático serio. Para los partidarios, ese
relator solo sería alguien para ordenar los debates en un diáologo
inevitable para acabar con la deriva independentista de Cataluña.
Los
ministros, que están aislados y desconocen los detalles porque todo se
lleva desde Moncloa, se empiezan a inquietar. Margarita Robles y
Fernando Grande-Marlaska, entre otros, expresan sus dudas en privado.
Pero todos miran a Josep Borrell. Es el más crítico con el
independentismo y el único con peso político específico. Aunque fuentes
de su entorno niegan que amenazara con dimitir, sí llegó a preguntar en
confianza qué pasaría si daba un portazo. Es muy complicado que su
salida se llegue a producir —su mujer, Cristina Narbona,
es la presidenta del PSOE— pero fuentes del partido lo ven cada vez más
alejado de Sánchez. Significativamente, cuando le preguntan en el
Senado, él remite a Calvo: "Pregúntenle a la vicepresidenta que es quien
lo lleva". No acudió el viernes al Consejo de Ministros por un viaje a
Uruguay.
El ambiente enrarecido, la perplejidad y la sensación de
descontrol crece con el anuncio de que Planeta ha fichado a Pedro
Sánchez, algo que ningún presidente en activo había hecho antes. La
editorial va a publicar un libro que había desechado dos años antes y escrito en realidad por Irene Lozano,
a la que Sánchez nombró después secretaria de Estado. La sensación de
que Moncloa es una burbuja al margen del Gobierno se va extendiendo.
La gestión
no mejora el día siguiente, el día clave. El miércoles, Calvo da una
entrevista en la SER y aumenta la confusión. Se ve obligada a dar una
rueda de prensa posterior en la que cada uno entiende una cosa. La
vicepresidenta, que ya estaba tocada por su gestión
de la exhumación de Franco, sale achicharrada del caso relator.
Inmediatamente, la oposición anuncia na gran movilización el domingo
bajo la bandera de España. Casado y Rivera están en su propia carrera y
compiten por apuntarse el tanto. Los independentistas insisten en que el
relator estaba para coordinar una mesa de partidos en la que se tendría
que hablar de la autodeterminación. Por si faltara gasolina, el Govern
hace públicos los 21 puntos que Torra planteó a Sánchez en diciembre, un
relato del independentismo duro que Moncloa había mantenido bajo siete
llaves. Un acto de Alfonso Guerra en el Congreso se convierte en un aquelarre de la vieja guardia,
que se rompe las manos a aplaudir las maldades del exvicepresidente
contra Sánchez. Soraya Rodríguez y José María Barreda critican en
público lo que otros diputados cuentan solo en privado.
El dique de la crítica interna esta roto y el jueves sale Felipe González.
Sus ganas de decir basta se evidencian en que su propia fundación graba
un vídeo y lo sube a YouTube. Horas antes sus colaboradores fueron
calentando el ambiente avisando. "No necesitamos relatores, me preocupa
la degradación institucional", declara a la cámara el expresidente. No
hay repreguntas, solo un mensaje enlatado de crítica interna. Es un
shock para muchos votantes. Las llamadas entre exministros socialistas
se multiplican. "Hay que salir a apoyar a Felipe", es la consigna entre
algunos notables. De alguna forma, es la revancha fría de la gestora,
de los que decían que no se podía gobernar con 84 diputados y el apoyo
de los independentistas y Podemos. 2019 vuelve a ser 2015. En la Cadena
SER, la emisora de cabecera de los votantes del PSOE, periodistas como Iñaki Gabilondo o Àngels Barceló, critican la mediación. Incluso Ángel Gabilondo, tradicionalmente muy moderado, se ha terminado por mostrar en contra.
El Gobierno no rompió el diálogo con los partidos independentistas pero sí lo dio por roto
El
jueves por la tarde, pese al ruido, el Gobierno busca un último intento
y da un ultimátum a ERC y PDeCAT. Pero estos siguen empeñados en que el
documento del diálogo incluya una mención a la autodeterminación y en
pactar nombres del mediador. Sánchez comprende que el incendio estaba
alcanzando unas dimensiones excesivas, que el empeño en sacar los
presupuestos está poniendo al límite
al Gobierno en tres frentes: alienta una división interna de
consecuencias imprevisibles, moviliza a la derecha y mantiene al
independentismo subiendo la apuesta en la competición interna.
Calvo es entonces reemplazada de la gestión por el jefe de gabinete del presidente, Iván Redondo,
aunque para que mitigar el golpe es la encargada de comparecer tras el
Consejo de Ministros del viernes, algo reservado a las ocasiones
especiales. La rueda de prensa, prevista para la una y media, se retrasó
hasta después de las dos. Según 'La Vanguardia', el Gobierno dio esa
media hora a los partidos catalanes para que retirasen las enmiendas a
la totalidad y aceptasen el documento. Cuando estos pidieron más tiempo y
seguir hablando, Calvo contestó por WhatsApp que no lo había: "Tenía
que ser ahora. Entiendo que es un no. Suerte". Eran las 13.50 y se
dirigió a la rueda de prensa ante las caras largas del personal de
Moncloa.
La vicepresidenta no rompió el diálogo con el independentismo pero sí lo dio por roto y presentó la última propuesta del Ejecutivo. "Lo hemos intentado hasta ese documento"
que, dijo, acababa de ser rechazada por el independentismo. En esas
tres páginas se establece una mesa de partidos con diputados en el
Parlament pero con representantes también de Madrid que negocie sobre el
encaje de Cataluña. Según eso, las partes llevarían sus propuestas "con
total libertad", lo que incluye la independencia o los presos. Y no
crea la figura de un notario, sino algo más parecido a un mediador, una
"persona encargada de facilitar el diálogo" y que "será
quien facilite la coordinación de los trabajos, de las convocatorias y
fije el orden del día. Asimismo, ayudará a crear las condiciones idóneas
para el diálogo, dará fe de los acuerdos alcanzados y determinará el
seguimiento de su aplicación". El documento va más lejos de lo que el
Gobierno había admitido en público que estaba dispuesto a conceder pero
lo da a la prensa cuando ya estaba oficialmente enterrado. Calvo asegura
que el Gobierno nunca iba a aceptar la autodeterminación.
Después de tanto intentarlo, el Ejecutivo forzó que se rompiera ese
diálogo para volver al plan inicial: situar a Sánchez entre las derechas
montanas y el independentismo irredento. Fuentes del Gobierno destacan
que han ido todo lo lejos que han podido, que el documento está abierto a
todo pero que ERC y PDeCAT insistieron en introducir una mención a los
presos y a la autodeterminación y que eso era del todo imposible. La
versión oficial es que si el diálogo ha muerto no es por la crítica
interna, sino por la falta de voluntad del independentismo.
La
manifestación del domingo sigue convocada y será previsiblemente un
éxito (incluso si no va tantísima gente, las banderas darán una foto
espectacular), pero con la rectificación el Gobierno embrida a los
socialistas díscolos. "Hemos sido muy prudentes. No han salido ni Rubalcaba, ni Javier Fernández ni Susana Díaz",
señala uno de los críticos. Quedaba furia interna contenida. Calvo
amenazó a los independentistas con convocar elecciones, algo que estos
tampoco quieren. La intención mayoritaria
del complejo mundo soberanista era que Sánchez aguantase sin
presupuestos al menos hasta después del 26 de mayo y/o del juicio,
cuando en teoría se relaje el ambiente o se parta definitivamente la
relación ERC/PDeCAT.
El independentismo no quiere apoyar las cuentas públicas pero tampoco ir a elecciones. Tras el 26 de mayo sí puede haber pactos
La
situación ahora queda muy complicada para el Gobierno. El domingo hay
marcha multitudinaria, el martes empieza el juicio del 'procés' y el
miércoles caerán previsiblemente los presupuestos antes de haber empezado la tramitación.
Salvo que Sánchez retire las cuentas. Un cambio de postura del
independentismo alentada por el miedo a las derechas permitiría darles
unos meses más de vida, hasta que vuelvan del Senado, cuando volverían a
depender del voto independentista. Pero la opinión mayoritaria en el
PSOE, la oposición e incluso en el independentismo es que eso no
ayudaría a los socialistas. "Aunque no hubiera cesiones, la oposición atacaría con que hay un pacto oculto",
explican fuentes parlamentarias. Ni los independentistas ni el Gobierno
mostraron alegría. Como con el Gobierno de Mariano Rajoy en 2017,
parece que a ambos se les ha ido de las manos la partida de póker.
Hasta principios de abril, Sánchez tiene tiempo para convocar el superdomingo o puede seguir más tiempo con decretos leyes.
El superdomingo es, paradójicamente el segundo mayor temor de los
barones socialistas solo por detrás de que el Gobierno saque los
presupuestos con los independentistas. Así que ahora Sánchez les puede
hacer pasar por ese mal trago. En sus ocho meses de mandato, y más en su
vida anterior, el presidente ha superado situaciones muy duras y hace
gala de su resistencia a la adversidad. Ahora tiene otra prueba de
nivel. Un veterano socialista resume el panorama: "Queda la derecha
movilizada, un PSOE dividido y sin presupuestos y unos candidatos que
van a las municipales y autonómicas con plomo en las alas".
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