La Iglesia no puede incurrir en un partidismo divisivo del Pueblo de Dios, y por ello no se inscribe en ninguna lógica de partido. Incluso puede suceder que ninguno de los sujetos políticos presentes en la contienda política merezca su aprobación.
Pero todo esto no puede desembocar en una no-presencia, no debe justificar el silencio eclesial ante la política practicada expresada en hechos concretos y en proyectos colectivos. Porque entonces esta omisión pastoral es grave porque afecta a la dimensión colectiva del cristianismo, fragmenta al Pueblo de Dios, lo desconcierta y lo deja al albur de las ideologías. El silencio no incuba el legítimo pluralismo sino la diáspora, al quedar los fieles en manos de la ideología, que incluso pueden instrumentalizar la fe.
No puede seguir de perfil porque los problemas y riesgos de la España actual son demasiado grandes, ni limitarse a aparecer en momentos muy concretos en temas muy tasados, porque estas apariciones singulares debilitan más que refuerzan sus razones.
Es posible que la exigencia de esta acción se vea entorpecida por la diferencia de criterios internos. Si así fuera quiere decir que falta un trabajo espiritual y sacramental que es urgente realizar a través de la práctica. Porque por principio la unión en los mandatos de Jesucristo debería bastar para iluminar la mayoría de los hechos, y si ello no sucediera, expresaría la dificultad de mirar la realidad, tal y como Dios la mira. Cuanto más exigente es el tema más se desarrolla el músculo pastoral al desbrozar el camino.
La Iglesia tiene el deber de evangelizar la política. Esto no es un dato académico, sino una gran tarea pastoral que hoy no existe, simple y llanamente. Una tarea permanente y una práctica dirigida a guiar al Pueblo de Dios a la luz de la fe en quien es camino, verdad, y vida: Jesucristo.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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