Al mago de la estrategia se le han perdido los conejos de su chistera y le ha salido «redonda» su jugada maestra
Ignacio Camacho
Este
Sánchez es un portento de la estrategia. Forzó la repetición electoral
para cargarse a Iglesias y a Rivera y emerger radiante como una estrella
iluminando las tinieblas. Menuda minerva. Podemos ha resistido el pulso
aunque a duras penas, a Ciudadanos lo ha liquidado Vox, el PP tiene
mucha más fuerza, el Congreso se radicaliza y se fragmenta más que nunca
y al esclarecido presidente siguen sin salirle las cuentas. Al mago de
los trucos se le han perdido los conejos que guardaba en la chistera. La
«redonda» solución que iba a alumbrar su ventajista sueño de grandeza
se ha convertido en el gran problema, con la diferencia no pequeña de
que Cs ya no le sirve como opción intermedia, y además no quedan más
oportunidades salvo una tercera vuelta que pondría en riesgo de colapso
al sistema. Le toca volver a armar la apuesta con menos cartas y peor
repartidas después de su jugada maestra. A cualquier directivo que
embarcara a su empresa en tan ruinosa peripecia tardarían cinco minutos
en enseñarle la puerta. Pero la política, cierta política, tiene otras
reglas. Las de la mera, feroz, desesperada supervivencia.
Y esa supervivencia apunta al modelo Frankenstein, el de la moción de censura, el que Sánchez quería en verano, aunque le va a resultar mucho más difícil gobernar en solitario porque Podemos no torcerá el brazo. La alternativa es el pacto de Estado, la alianza con el PP por la que las élites dirigentes del país llevan tiempo presionando. Pero eso implicaría para Casado, después de levantar su anterior descalabro, una suerte de suicidio que entregaría la oposición a un Abascal muy reforzado por el voto del hartazgo. El presidente lleva semanas tendiendo puentes con ERC, con Iceta de inspirador y de intermediario. En las próximas semanas asistiremos de nuevo a la ficticia construcción del «relato», la ceremonia de la apariencia de negociación y de contactos. Y tras el cantado fracaso, como esta vez no cabe otro bloqueo sin provocar una crisis de Estado, emergerá con alta probabilidad el acuerdo in extremis con un independentismo disfrazado de pragmático.
Una vez más, la división interna de la derecha ha frustrado el vuelco. La miopía de Rivera al rechazar la operación «España Suma» y el crecimiento de un voto populista, arriscado, al que Vox ha dado cauce y eco impiden de nuevo que liberales y conservadores puedan conformar una alianza de Gobierno. El sufragio útil no ha surtido efecto porque a muchos electores les ha podido más el sentimiento de rechazo y de cabreo. El desplome catastrófico de Cs, que forzará un presumible cambio de líder, es consecuencia merecida de su pésimo criterio pero conlleva la mala noticia de la desaparición del espacio de centro.
Resumen: más ingobernabilidad, más radicalidad, más estrés, más populismo y una Constitución cada vez más indefensa. Todo eso tiene un responsable. Merece la enhorabuena.
IGNACIO CAMACHO Vía ABC
Y esa supervivencia apunta al modelo Frankenstein, el de la moción de censura, el que Sánchez quería en verano, aunque le va a resultar mucho más difícil gobernar en solitario porque Podemos no torcerá el brazo. La alternativa es el pacto de Estado, la alianza con el PP por la que las élites dirigentes del país llevan tiempo presionando. Pero eso implicaría para Casado, después de levantar su anterior descalabro, una suerte de suicidio que entregaría la oposición a un Abascal muy reforzado por el voto del hartazgo. El presidente lleva semanas tendiendo puentes con ERC, con Iceta de inspirador y de intermediario. En las próximas semanas asistiremos de nuevo a la ficticia construcción del «relato», la ceremonia de la apariencia de negociación y de contactos. Y tras el cantado fracaso, como esta vez no cabe otro bloqueo sin provocar una crisis de Estado, emergerá con alta probabilidad el acuerdo in extremis con un independentismo disfrazado de pragmático.
Una vez más, la división interna de la derecha ha frustrado el vuelco. La miopía de Rivera al rechazar la operación «España Suma» y el crecimiento de un voto populista, arriscado, al que Vox ha dado cauce y eco impiden de nuevo que liberales y conservadores puedan conformar una alianza de Gobierno. El sufragio útil no ha surtido efecto porque a muchos electores les ha podido más el sentimiento de rechazo y de cabreo. El desplome catastrófico de Cs, que forzará un presumible cambio de líder, es consecuencia merecida de su pésimo criterio pero conlleva la mala noticia de la desaparición del espacio de centro.
Resumen: más ingobernabilidad, más radicalidad, más estrés, más populismo y una Constitución cada vez más indefensa. Todo eso tiene un responsable. Merece la enhorabuena.
IGNACIO CAMACHO Vía ABC
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