Alemania abre por primera vez la puerta a un fondo de garantía de depósitos común en la UE, aunque con una factura que dificulta el acuerdo para el resto de sus socios
De izq. a dcha., el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la
canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel
Macron (Efe)
Una de cal y una de arena para la unión bancaria europea en su quinto aniversario. Alemania
ha abierto por primera vez la puerta a aprobar el tercer pilar de la
unión financiera: ya están aprobados y en marcha el supervisor único (el MUS) y el fondo de resolución (la JUR),
pero falta el fondo de garantía de depósitos comunitario, que
completaría la integración. Sin embargo, la primera potencia europea ha
puesto un precio elevado: que la banca asuma pérdidas por los bonos
soberanos en su balance, una vieja reclamación que había desaparecido
del debate en los últimos años.
El encargado de poner esta alternativa sobre la mesa ha sido el ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz, en un artículo en 'Financial Times'. En él se muestra favorable a que se complete la unión bancaria, a cambio de cuatro condiciones.
La primera es que se equipare la regulación de la resolución de entidades europeas a las de EEUU, algo que vienen reclamando tiempo los expertos. Hasta ahora, solo hay cerca de 120 entidades en el continente acogiéndose a las normas de la JUR de resolución -a las que se sometió la caída de Banco Popular-, aunque cada vez más voces como la de Scholz quieren una regulación homogénea para las otras 3.900 entidades europeas. Así se evitarían excepciones como las que han tenido los bancos italianos en los últimos años.
La segunda, que se sigan reduciendo los activos tóxicos de los bancos (NPAs, por sus siglas en inglés) y, sobre todo, el riesgo soberano, algo que ya ha demandado en el pasado Alemania en contra de la opinión de Francia, Italia y España. Según Scholf, “los bonos soberanos no están exentos de riesgos y no deberían ser tratados como una inversión así”.
La penalización a la deuda soberana ya se planteó al comienzo de la crisis (2010-2011), como una vía demandada por los países del norte de Europa para romper el vínculo banca-estados. Sostenían que se conseguiría una mayor diversificación con recargos de capital o provisiones a las exposiciones demasiado abultadas de un banco a la deuda de su país. Sin embargo, buena parte de los países del euro y el sector financiero pararon estas propuestas, avisando que hubiera provocado una avalancha de ventas de bonos soberanos y pérdidas millonarias para los bancos.
La tercera condición de Alemania es que haya filtros previos para que nunca tuviera que usarse el nuevo eurofondo: primero los fondos de cada país, después la Junta Única de Resolución (JUR) y, por último, incluso antes que el fondo de garantía, los propios países.
Y la cuarta, que se armonice la tasa fiscal que los países de la UE cobran a los bancos. Para ello, países como Luxemburgo e Irlanda tendrían que endurecer los impuestos que cobran al sector financiero, una condición también complicada a priori.
El artículo de Scholz coincide con el quinto aniversario del inicio de la unión bancaria en Europa. Los expertos coinciden en que el fondo de garantía de depósitos comunitario es clave para que los inversores internacionales dejen de filtrar a los bancos europeos por su país de origen y se fortalezca la seguridad jurídica en la región. Hasta ahora, Alemania y Holanda han sido los principales detractores. Un cambio de rumbo de la potencia liderada por Angela Merkel es una buena señal para la unión bancario. Aunque la letra pequeña puede ser más importante.
JORGE ZULOAGA Vía EL CONFIDENCIAL
El encargado de poner esta alternativa sobre la mesa ha sido el ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz, en un artículo en 'Financial Times'. En él se muestra favorable a que se complete la unión bancaria, a cambio de cuatro condiciones.
Cuatro condiciones
La primera es que se equipare la regulación de la resolución de entidades europeas a las de EEUU, algo que vienen reclamando tiempo los expertos. Hasta ahora, solo hay cerca de 120 entidades en el continente acogiéndose a las normas de la JUR de resolución -a las que se sometió la caída de Banco Popular-, aunque cada vez más voces como la de Scholz quieren una regulación homogénea para las otras 3.900 entidades europeas. Así se evitarían excepciones como las que han tenido los bancos italianos en los últimos años.
La segunda, que se sigan reduciendo los activos tóxicos de los bancos (NPAs, por sus siglas en inglés) y, sobre todo, el riesgo soberano, algo que ya ha demandado en el pasado Alemania en contra de la opinión de Francia, Italia y España. Según Scholf, “los bonos soberanos no están exentos de riesgos y no deberían ser tratados como una inversión así”.
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La penalización a la deuda soberana ya se planteó al comienzo de la crisis (2010-2011), como una vía demandada por los países del norte de Europa para romper el vínculo banca-estados. Sostenían que se conseguiría una mayor diversificación con recargos de capital o provisiones a las exposiciones demasiado abultadas de un banco a la deuda de su país. Sin embargo, buena parte de los países del euro y el sector financiero pararon estas propuestas, avisando que hubiera provocado una avalancha de ventas de bonos soberanos y pérdidas millonarias para los bancos.
La tercera condición de Alemania es que haya filtros previos para que nunca tuviera que usarse el nuevo eurofondo: primero los fondos de cada país, después la Junta Única de Resolución (JUR) y, por último, incluso antes que el fondo de garantía, los propios países.
Y la cuarta, que se armonice la tasa fiscal que los países de la UE cobran a los bancos. Para ello, países como Luxemburgo e Irlanda tendrían que endurecer los impuestos que cobran al sector financiero, una condición también complicada a priori.
El artículo de Scholz coincide con el quinto aniversario del inicio de la unión bancaria en Europa. Los expertos coinciden en que el fondo de garantía de depósitos comunitario es clave para que los inversores internacionales dejen de filtrar a los bancos europeos por su país de origen y se fortalezca la seguridad jurídica en la región. Hasta ahora, Alemania y Holanda han sido los principales detractores. Un cambio de rumbo de la potencia liderada por Angela Merkel es una buena señal para la unión bancario. Aunque la letra pequeña puede ser más importante.
JORGE ZULOAGA Vía EL CONFIDENCIAL
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