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martes, 26 de noviembre de 2019
La nueva sucursal de Washington en Europa para evitar el 'abrazo del oso' de Putin
El compromiso de Polonia de gastar
más en defensa y la creciente presencia de tropas estadounidenses han
convertido a este país en el ariete con que la OTAN toca las puertas de
Rusia
Soldados polacos y estadounidenses. (Reuters)
El pasado 11 de noviembre, los informativos de la televisión polaca
repartieron su atención entre dos noticias: las manifestaciones
nacionalistas del Día de la Independencia en Varsovia y la entrevista al
primer polaco que viajaba a Estados Unidos sin necesitar visado. Ese
mismo día había entrado en vigor la exención de visado para ciudadanos polacos
que viajaran a EEUU, y no es casual que se haya elegido una fecha tan
cargada de simbolismo no es casual. Para el Gobierno polaco, se trata de
un “logro” histórico largamente esperado por muchos ciudadanos: hay 30 millones de norteamericanos con familia polaca;
para el Gobierno de Trump, se trata de un gesto más político que
administrativo con el que “premiar” a su segundo mejor aliado en Europa
tras el Reino Unido.
El amor -no siempre bien correspondido- que
Polonia le profesa a su amigo “amerykański”, atraviesa un buen momento.
El compromiso de Varsovia de gastar más en su defensa, comprando
armamento norteamericano, y la creciente presencia de tropas
estadounidenses en suelo polaco han convertido a este país en el ariete con que la OTAN toca las puertas de Rusia.
En este sentido, el viaje histórico, político e ideológico que Polonia
ha llevado a cabo desde que Varsovia era la capital del pacto militar
prosoviético ha sido vertiginoso.
Polonia
es una de los pocos miembros de la OTAN que gasta más del 2% de su PIB
en defensa. Trump, que llama “escaqueados” a los países que “no pagan lo
que cuesta” la “protección” de Estados Unidos, ha alabado
reiteradamente a Varsovia por tener un presupuesto militar similar al de
España (aunque el PIB de Polonia es la mitad del español).
Durante
la visita del Presidente polaco Andrzej Duda a Washington en junio,
Trump hizo una rara excepción en las normas de seguridad nacional para
permitir que unos cazas de combate F-35 sobrevolaran la Casa Blanca.
Hace un mes escaso, se anunció la venta de 32 de esos aparatos a Polonia
por unos 40.000 millones de euros. Y a principios de año, se confirmó la compra del sistema de misiles, también de fabricación estadounidense, que forman parte del programa de modernización del ejército en el que Polonia piensa emplear 120.000 millones de euros.
El miedo al abrazo del oso
Para
complementar estas inversiones, se proyecta incrementar el ejército en
100.000 efectivos, al mismo tiempo que se fomenta el reclutamiento de
soldados profesionales desde la escuela pública. En todas las ciudades
polacas se pueden ver cada vez más tiendas de parafernalia militar,
supervivencia y “airsoft” (armas de aire comprimido), y el Estado
subvenciona la producción de películas de corte nacionalistacentradas en el pasado bélico del país. Las ofertas comerciales para entrenar con grupos paramilitares que animan a los jóvenes -y no tan jóvenes- a mantenerse “entrenados por si el oso ruso quiere meter sus zarpas en Polonia”, proliferan en Internet y algunas de estas empresas reciben subvenciones estatales.
Tras
la invasión rusa del este de Ucrania, el actual Gobierno polaco tiene
más claro que nunca que su mayor enemigo es Moscú y su mejor amigo es
Washington. El repetido intento de construir un “Fort Trump” en suelo
polaco difícilmente se convertirá en realidad, a pesar de la oferta de
Varsovia de cargar con todos los gastos. Una nueva base militar permanente atentaría contra el tratado de 1997 entre la OTAN y Rusia.
Pero ya se ha decidido reubicar a 1.000 marines, actualmente destacados
en Alemania, en una nueva base logística de la OTAN en Polonia. Cuando
se termine de talar la superficie equivalente a 70 campos de fútbol se
empezarán a construir las instalaciones que albergarán un arsenal, una
base de drones y un centro de aprovisionamiento para vehículos. Con este
despliegue serán ya 5.500 los soldados norteamericanos estacionados en
Polonia. Pocos días después de la noticia, un editorial de la agencia de
noticias oficial rusa RIA-Novosti titulaba: “El placer del suicidio: Polonia y su deseo de convertirse en un campo de batalla”.
Aparte
de la anexión militar de Crimea, la principal razón de Polonia para
estar prevenida contra Moscú es el enclave de Kaliningrado. Esta franja
de territorio en la costa norte de Polonia es el enclave ruso más occidental en Europa
y, encajado entre la frontera polaca y lituana, es uno de los jirones
del Telón de Acero que aún persisten. Hace unas décadas, la mitad de los
1,2 millones de personas que vivían en Kaliningrado eran soldados. Hace
menos de un año que la OTAN llevó a cabo una de las mayores maniobras
militares de su historia en esta región, que dista menos de 400
kilómetros de Varsovia y donde las denuncias de invasión del espacio
aéreo son una rutina.
Los cuernos de Bruselas
Con todo, la política de defensa polaca parece más orientada a establecer una alianza bilateral con Washington
que a convertirse en un alumno aventajado de la OTAN. La alianza, que
según dijo hace poco el presidente francés Emmanuel Macron “está
cerebralmente muerta”. No es más que el club en el que Polonia se reúne
con el “amigo americano” para tratar asuntos a dos bandas. Por otro
lado, la lealtad de Varsovia tiene su epicentro más cerca de Washington
que de Bruselas. Por seguir con las citas, el Presidente Duda llamó a la
Unión Europea “un club imaginario de poca relevancia para los polacos”.
Los tratados militares con Trump son un recordatorio de que, aunque
Polonia esté casada con Bruselas, tiene una amante en Washington.
Cuando
se rechazan menos del 3% de las solicitudes de visado de los ciudadanos
de un país, normalmente éste pasa a ser incluido en la lista cuyos
nacionales pueden viajar sin él a EEUU. Polonia venía cumpliendo este
requisito desde hace tiempo, pero la manera en que se anunció esta
medida parece indicar que Trump ha querido usarla para hacer una
proyección de poder dándole la apariencia de un favor político.
En ciudades como Chicago o Nueva York viven más de un millón de polacos, y en el mismo salón del Palacio Presidencial de la capital donde se fundó el Pacto de Varsovia
se celebran actualmente cumbres de la OTAN. Polonia ha demostrado
muchas veces su voluntad, casi embarazosamente ferviente, de acercarse a
Estados Unidos. La presidencia de Donald Trump, muy en sintonía con los “rebeldes” de la UE como Hungría o la propia Polonia, es la
coyuntura perfecta que el Gobierno ultraconservador polaco necesitaba
para estrechar las relaciones bilaterales con EEUU. Y una política de
defensa bajo los dictados de Washington parece estar en el centro de
esas relaciones.
En una viñeta de humor gráfico, un periódico polaco presentaba al Presidente Duda volviendo a casa después de una juerga nocturna con “el amigote americano”.
En el salón familiar le espera la vieja, fea y malhumorada Bruselas
echándole en cara su aspecto y recordándole que “los del Parlamento
Europeo” han estado preguntando otra vez por él. Duda se quita los
zapatos de pie mientras piensa “él, Donald, sí que me comprende”.
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