Si nadie lo remedia, España tendrá pronto un desprestigiado y
conflictivo gobierno de chorizos, farsantes y totalitarios comunistas y
se convertirá en un problema y un estigma para las democracias del
mundo, la Unión Europea, la OTAN, la OCDE, el Fondo Monetario y
cualquier otra alianza internacional en la que España esté presente.
España, que ya es el país más corrupto de Europa, será también el único
gobernado por comunistas, el más amenazado de ruptura y el que posee un
conflicto más grave entre sus ciudadanos y su clase dirigente, tan
odiada y rechazada por gran parte del pueblo que su presunta democracia
ha quedado claramente deslegitimada.
El análisis parece exagerado, pero es la cruda realidad. España
tiene problemas de unidad, está a punto de romperse, soporta la rebelión
violenta de los golpistas catalanes, está endeudada hasta el tuétano,
sus división territorial en autonomías se ha convertido en fuente de
corrupción y abuso, sus poderes estatales están desprestigiados, sus
ciudadanos están desalentados, muchos de sus medios de comunicación
están al servicio de los partidos y de la propaganda y la democracia
sobrevive herida y renqueante, sin mantener activos sus imprescindibles
controles, frenos y contrapesos. El país es lo más parecido al caos,
dividido, enfrentado y amenazado por un gobierno que inspira más miedo
que confianza o aprecio y que repugna a la inmensa mayoría del país.
El problema principal de la España que proyecta Pedro Sánchez no es
su enorme desprestigio internacional, sino que al convertirse en un
país portador de problemas y dramas inquietantes, será rechazado en
muchos ámbitos y perderá miles de millones de euros en contratos y
negocios, precipitándose en la ruina y el fracaso, dos dramas que suelen
acompañar siempre al socialismo cuando llega al poder.
Esos brutales estigmas, que convierten a España en un país
problemático y apestado, preocupan seriamente en la Casa Real, en las
Fuerzas Armadas, en el gran empresariado y en numerosas instituciones,
todas contemplando con tristeza como la clase política española,
deplorable, degradada y atiborrada de vicios y privilegios inmerecidos,
destruye la nación.
El país, cuya crisis, ya profunda, se agrava con la sentencia de los EREs, que condena a dos ex presidentes autonómicos y ex presidentes del PSOE y a una impresentable tropa de políticos socialistas corruptos, condenados por ladrones y malversadores, se retuerce en su drama y medita, individual y colectivamente, sobre la mejor manera de enderezar el rumbo de una política tan repugnante que ha podrido el país y le ha cerrado la puerta a la ilusión, la esperanza y el futuro.
Es cierto que a los socialistas, que son el corazón y la fuerte de la crisis actual, los ciudadanos acaban de otorgarle la victoria en las urnas, aunque con una mayoría exigua que obliga a coaliciones extrañas y contra natura, pero no es menos cierto que el socialismo ha acudido a las elecciones envuelto en sospechas de fraude electoral y ocultando a los ciudadanos dramas tan terribles como los que se han puesto de manifiesto con la sentencia de los EREs, que condenan a un partido que en su gestión de Andalucía demostró ser una cueva de ladrones y piratas adictos al robo de dinero público y a todo tipo de clientelismo y redes tramposas.
España, en sus actuales momentos dramáticos, está atravesada de rumores inquietantes. Aseguran que el rey podría encargar la formación de gobierno no al problemático y peligroso Pedro Sánchez, sino al actual ministro de exteriores en funciones, José Borrell, un tipo más moderado, fiable y aceptable para los aliados de España en el mundo. Dicen también que el ruido y la indignación son muy fuertes dentro de los cuarteles y que también hay aires de rebeldía en las grandes empresas del país, que temen que el desprestigio de Pedro Sánchez y de su futuro gobierno comunistoide les haga perder miles de millones de euros como consecuencia del rechazo internacional que sufrirá la España que se avecina.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, es un tipo conflictivo y profundamente rechazado por mas de media España, incluso dentro de su propio partido socialista, donde los viejos cuadros, con Felipe González al frente, se le han alzado para recriminarle su alianza con el comunismo y la barbarie totalitaria, representada en España por Unidas Podemos y por los partidos nacionalistas golpistas catalanes.
El tal Sánchez, al frente del actual gobierno, menos fiable que un víbora, prometió hace cuatro años que "los políticos corruptos devolverán el dinero robado respondiendo con su patrimonio". Así lo afirmó durante un mitin del PSOE en Murcia el 15 de mayo de 2015 con motivo de las elecciones municipales del 24-M. Esa promesa, como casi todas las que hizo en el pasado, no se cumplirá porque sus palabras han perdido todo su valor y el político se ha convertido en un mequetrefe descontrolado al frente de una nación importante del planeta. Los recién condenados por los EREs en Andalucía han birlado al erario casi 700 millones de euros, pero como son socialistas, Sánchez no les exigirá que devuelvan el botín.
Los estrategas socialistas aconsejan a sus dirigentes resistir hasta que pase la tormenta actual de desprestigio y rechazo, pero ignoran que a veces las tormentas no pasan de largo y se enquistan, como bien podría ocurrir con la actual ola de desprestigio y rechazo a Sánchez y a su gobierno. Las redes sociales arden con millones de mensajes contrarios al contubernio entre Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y los independentistas y golpistas que odian a España en Cataluña y el país Vasco. El dúo siniestro Sánchez-Iglesias, en lugar de apagar las hogueras que amenazan con quemar a España, la alimentan y esos es lo que exaspera a lo que queda de decente en España y a unos aliados extranjeros que temen que el incendio español les queme también a ellos.
El país, aunque los medios de comunicación no lo reflejen porque en su mayoría están escandalosamente financiados por el poder político y convertidos en órganos de propaganda que desinforman en lugar de aportar al pueblo verdad y criterio, está tan postrado, dividido y en crisis política que es casi imposible de gobernar, salvo que se realicen operaciones de limpieza y saneamiento de gran envergadura. España está a punto de escapársele de las manos a la clase dirigente y de convertirse en una fuente de desestabilización para Europa y el mundo.
Muchos ciudadanos, en las redes sociales, dominados ya por el desánimo y sin ver salidas, se encomiendan a Dios como única esperanza de salvación para esta España que ha sido destrozada por la más corrupta e incompetente clase política de su Historia.
FRANCISCO RUBIALES Vía el blog VOTOENBLANCO.COM
El país, cuya crisis, ya profunda, se agrava con la sentencia de los EREs, que condena a dos ex presidentes autonómicos y ex presidentes del PSOE y a una impresentable tropa de políticos socialistas corruptos, condenados por ladrones y malversadores, se retuerce en su drama y medita, individual y colectivamente, sobre la mejor manera de enderezar el rumbo de una política tan repugnante que ha podrido el país y le ha cerrado la puerta a la ilusión, la esperanza y el futuro.
Es cierto que a los socialistas, que son el corazón y la fuerte de la crisis actual, los ciudadanos acaban de otorgarle la victoria en las urnas, aunque con una mayoría exigua que obliga a coaliciones extrañas y contra natura, pero no es menos cierto que el socialismo ha acudido a las elecciones envuelto en sospechas de fraude electoral y ocultando a los ciudadanos dramas tan terribles como los que se han puesto de manifiesto con la sentencia de los EREs, que condenan a un partido que en su gestión de Andalucía demostró ser una cueva de ladrones y piratas adictos al robo de dinero público y a todo tipo de clientelismo y redes tramposas.
España, en sus actuales momentos dramáticos, está atravesada de rumores inquietantes. Aseguran que el rey podría encargar la formación de gobierno no al problemático y peligroso Pedro Sánchez, sino al actual ministro de exteriores en funciones, José Borrell, un tipo más moderado, fiable y aceptable para los aliados de España en el mundo. Dicen también que el ruido y la indignación son muy fuertes dentro de los cuarteles y que también hay aires de rebeldía en las grandes empresas del país, que temen que el desprestigio de Pedro Sánchez y de su futuro gobierno comunistoide les haga perder miles de millones de euros como consecuencia del rechazo internacional que sufrirá la España que se avecina.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, es un tipo conflictivo y profundamente rechazado por mas de media España, incluso dentro de su propio partido socialista, donde los viejos cuadros, con Felipe González al frente, se le han alzado para recriminarle su alianza con el comunismo y la barbarie totalitaria, representada en España por Unidas Podemos y por los partidos nacionalistas golpistas catalanes.
El tal Sánchez, al frente del actual gobierno, menos fiable que un víbora, prometió hace cuatro años que "los políticos corruptos devolverán el dinero robado respondiendo con su patrimonio". Así lo afirmó durante un mitin del PSOE en Murcia el 15 de mayo de 2015 con motivo de las elecciones municipales del 24-M. Esa promesa, como casi todas las que hizo en el pasado, no se cumplirá porque sus palabras han perdido todo su valor y el político se ha convertido en un mequetrefe descontrolado al frente de una nación importante del planeta. Los recién condenados por los EREs en Andalucía han birlado al erario casi 700 millones de euros, pero como son socialistas, Sánchez no les exigirá que devuelvan el botín.
Los estrategas socialistas aconsejan a sus dirigentes resistir hasta que pase la tormenta actual de desprestigio y rechazo, pero ignoran que a veces las tormentas no pasan de largo y se enquistan, como bien podría ocurrir con la actual ola de desprestigio y rechazo a Sánchez y a su gobierno. Las redes sociales arden con millones de mensajes contrarios al contubernio entre Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y los independentistas y golpistas que odian a España en Cataluña y el país Vasco. El dúo siniestro Sánchez-Iglesias, en lugar de apagar las hogueras que amenazan con quemar a España, la alimentan y esos es lo que exaspera a lo que queda de decente en España y a unos aliados extranjeros que temen que el incendio español les queme también a ellos.
El país, aunque los medios de comunicación no lo reflejen porque en su mayoría están escandalosamente financiados por el poder político y convertidos en órganos de propaganda que desinforman en lugar de aportar al pueblo verdad y criterio, está tan postrado, dividido y en crisis política que es casi imposible de gobernar, salvo que se realicen operaciones de limpieza y saneamiento de gran envergadura. España está a punto de escapársele de las manos a la clase dirigente y de convertirse en una fuente de desestabilización para Europa y el mundo.
Muchos ciudadanos, en las redes sociales, dominados ya por el desánimo y sin ver salidas, se encomiendan a Dios como única esperanza de salvación para esta España que ha sido destrozada por la más corrupta e incompetente clase política de su Historia.
FRANCISCO RUBIALES Vía el blog VOTOENBLANCO.COM
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