La agresividad sexual de los jóvenes hacia las mujeres, desde el lenguaje hasta el abuso y la agresión física, constituye hoy un problema que ha ido a más con el paso del tiempo. Es un signo evidente del fracaso de todo un enfoque legal y una cultura que teóricamente existe para proteger a la mujer.
Una manifestación de este mal estado de cosas se verifica en el ocio nocturno, en discotecas y actividades semejantes. Existe una clara diferencia en relación con el pasado, en términos de solo una década o una quincena de años.
El discurso de que “no hay más casos, sino que se denuncia más”, utilizado para no asumir que el presente es peor que el pasado, no vale, porque además de la multiplicación de denuncias, sucede que la mayoría de las agresiones siguen sin denunciarse, porque no son trágicas, sino que responden a formas de lascivia y menosprecio, como que le han tocado los pechos o han metido mano bajo la falda. Son hechos, los de este tipo que se reiteran con constancia entomológica.
Para intentar resolver este estado de cosas, lo primero que hay que asumir es que algo radical ha cambiado, y sigue haciéndolo a peor en lo que refiere a la agresión sexual contra la mujer, y en particular a las adolescentes y jóvenes.
Si no se admite esta evidencia nada se arreglará, porque no se abordarán las causas. Un ejemplo de este error que provoca la ideología es el caso de la alcaldesa de Barcelona Ada Colau: se hincha de poner puntos violetas para denunciar abusos y agresiones, y a la vez, acoge y normaliza la mayor promoción del porno de España y una de las mayores de Europa, en lugar de dificultarlo.
Hay también un estrepitoso fracaso del enfoque de las relaciones humanas del feminismo de género, que todo lo fía a la represión policial y penal. Lo que el progresismo niega con relación a otro tipo de delitos, resaltando las causas sociales de los mismos, lo aplica excepcionalmente en la cuestión de la violencia sexual.
También una quiebra de la cultura moral, en términos de pérdida del sentido del bien, que el progresismo y el liberalismo evitan atender. Hay una destrucción de las virtudes que deben caracterizar el proceso educativo del joven. Hay un abandono de muchos padres por impotencia porque la situación les supera y nadie ayuda, o simplemente por omisión cómoda o por ideología progre ¿Cómo va a reprender y castigar a su hijo? No hay bien ni mal, ni nada prohibido
Existe una sexualización brutal de la sociedad. A más discurso del feminismo de género, más exposición a la libidinosidad de algunos hombres, que tienen las gónadas donde normalmente se producen las sinapsis neuronales, y confunden el estar salido con la condición viril. Ser hombre es en primer término poseer autocontrol -lo que el feminismo de género critica.
Ser hombre es respetar especialmente al más débil. Ser hombre es no provocar ni caer en la provocación. Ser hombre es amar con plenitud y no solo desear sexualmente. Y es que como bien explica Raz en La Moral de la Libertad, (The Morality of Freedom) esta se ejerce al elegir entre diversas opciones moralmente buenas, y cárcel de valor cuando se eligen fines malos o vacíos.
Por consiguiente, los poderes públicos deben proteger y fomentar los sistemas de valores, virtudes y las instituciones insustituibles socialmente valiosas. Porque ellas lejos de disminuir la autonomía personal y la libertad, la promueven al favorecer opciones moralmente valiosas para la elección.
Los poderes públicos deben ayudar a que las opciones moralmente valiosas estén a disposición de las personas para que puedan ser conocidas y asumidas con facilidad. Esta protección y fomento ha de realizarse, incluso limitarse, de acuerdo con el principio del daño, de manera que se excluya la discriminación o la penalización de las malas acciones, inofensivas o sin víctimas.
La neutralidad de los poderes públicos ante las opciones de bien no es deseable, incluso en la práctica es dudoso que resulte posible. Lo que sucede es que nosotros gobiernos favorecen opciones moralmente rechazables -el afán de lucro desmedido, por ejemplo- y marginan otras realmente buenas -el trabajo en el seno de la familia para cuidarla y atender a personas dependientes, por razones familiares o como servicio.
Existe un fracaso de la propia sociedad que se manifiesta en su cultura y la forma como se producen sus poderes públicos, desde la escala local hasta la gobernación del estado, en el sentido que alimentan un ocio basado en alcohol, el sexo, la droga, el estímulo desaforado de los instintos que conduce a la enajenación y a la violencia, como también lo acreditan las recurrentes peleas masivas a la salida de las discotecas.
Seamos claros: la ley es una respuesta limitada e imperfecta, que sirve, sobre todo, para castigar el daño causado pero que raramente lo evita. La respuesta completa, porque disuade el mal es el amor cristiano. Lo que caracteriza es la donación, en la libertad y en el bien del otro, empezando obviamente por lo más básico, su bienestar físico, todo lo contrario al amor concupiscente que se satisface con la posesión.
Educar desde la infancia y a lo largo de toda la vida adulta en estos valores, y proporcionar a cada uno las virtudes que los realizan, construir una sociedad que los trasmita y valore. Eso es lo que necesitamos. La carrera delito, ley, sanción, policía, fiscal, juez, cárcel y vuelta a empezar, no tiene fin. Es un absurdo.
Solo la ceguera
estigmatiza al cristianismo cuando en él radica la respuesta obvia, y
que en todo caso son las prácticas humanas que pervierten. Argumentar
contra aquel modelo completo de vida a partir de quienes, afirmándolo
hipócritamente, no lo siguen, en lugar de fijar la atención en quienes
sí lo cumplen, es un atentado a la razón
Somos los cristianos quienes tenemos el deber de mostrar estas respuestas a tantos males en lugar de difuminarlas y esconderlas en la mundanidad. Ay de vosotros los que teniendo voz calláis. La respuesta a la violencia contra la mujer, de hecho, a toda violencia, no es la ley. Es Jesús.
Somos los cristianos quienes tenemos el deber de mostrar estas respuestas a tantos males en lugar de difuminarlas y esconderlas en la mundanidad. Ay de vosotros los que teniendo voz calláis. La respuesta a la violencia contra la mujer, de hecho, a toda violencia, no es la ley. Es Jesús.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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