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domingo, 23 de enero de 2022

URGE GARANTIZAR EL ACCESO REAL A SU BANCO

Buena parte de nuestros mayores están hoy excluidos del sistema bancario
No es admisible la situación que hoy padece en España buena parte de la sociedad, incluida la mayoría de nuestros mayores, a la hora de relacionarse con sus entidades bancarias. Inmersa en un proceso de reconversión obligado tras el crack del 2008 y acentuado por la pandemia, la banca ha tenido que reorientar sus recursos para reformular sus estructuras y garantizar su viabilidad. Y la mayor consecuencia ha sido una aceleración de su digitalización. Las grandes firmas no han sido ajenas a los ajustes e irremediablemente esto ha conllevado a un notable descenso de sucursales y a una indeseable reducción de plantilla. La traducción directa del cambio ha sido la merma del trato personal con el cliente hasta el punto de que las operaciones más rutinarias para los usuarios casi solo se pueden hacer por internet. Un hecho que, aunque se liga inexorablemente al progreso, si no se realiza de manera gradual y ofreciendo alternativas a quien carece de medios, expulsa del sistema a un perfil de ciudadanos que, como recogemos hoy en numerosos testimonios, bien por edad o por desconocimiento tecnológico, son incapaces de realizar gestiones aparentemente sencillas, como ingresos, en los dispositivos electrónicos de las entidades o en sus aplicaciones móviles. Pero algo podría cambiar. Esta semana se ha viralizado una campaña de un médico jubilado -soy mayor no idiota- pidiendo «atención humana en las sucursales bancarias». Una reivindicación legítima en la que el común de la ciudadanía se puede sentir reflejado y que dado su enorme eco ha hecho que el Gobierno y representantes de las patronales bancarias al fin hayan acordado buscar soluciones: se ha alcanzado el compromiso de proponer medidas en un mes. Esperemos que no se trate de palabrería porque es urgente garantizar el acceso del ciudadano a un servicio tan básico e imprescindible para salvaguardar su independencia económica. No hay que olvidar tampoco la responsabilidad social de las entidades financieras, que además tienen concertados determinados servicios con las administraciones públicas, como el ingreso de prestaciones o el pago de impuestos. Muchos de a quienes hoy damos voz viven también en el mundo rural, donde las reestructuraciones traumáticas para la banca no solo han hecho desaparecer sucursales, sino cajeros automáticos y oficinas móviles. Y he aquí otro gran problema que clama por una solución. Ya no hablamos solo de los particulares, sino de los miles de pequeños negocios que en el ámbito de la España vacía continúan operando cada vez con más dificultades en lugar de con menos. Ignorarlo es erosionar aun más la vertebración. EDITORIAL de EL MUNDO

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