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domingo, 2 de mayo de 2021

MUGUET. Florecita de la suerte y la felicidad.


Así me presentaron esta florecita en Francia un primero de mayo, hace ya muchos años. Me contaron un sinfín de cosas sobre esta flor blanca en forma de pequeña campana, de nombre botánico Convallariamajalis, y nombre más poético de lirio del valle. La flor del muguet es la auténtica flor de Francia. Cuando se acerca el 1 de mayo todos los franceses se procuran un ramillete de muguet; y los franceses hacen suya esta flor que llena sus vidas esas fechas, construyendo a su alrededor canciones, poesías y todo un entramado histórico, mezcla de leyenda y de sucesos reales.

El origen de la devoción a la flor de muguet por parte de los franceses se remonta a 1560, mucho antes del establecimiento del primero de mayo como fiesta del trabajo, cuando un noble francés, Louis Girard de Maisonforte, regaló a Carlos IX un ramo de muguet. Acompañado de su madre, Catalina de Médicis, Carlos IX, de viaje en el Dauphiné, región del sureste francés cuya capital es Grenoble, instauró la costumbre de regalar un ramo de muguet a una dama. Nos enseña la mitología griega -por otra parte- que Apolo hacía tapizar el suelo del Parnaso con flores de muguet para que las musas no se hicieran daño en sus pies descalzos.

Sea lo que fuere, la flor de muguet desplazó en 1941 a la rosa roja que había sido tradicional en la fiesta reivindicativa de los trabajadores que se celebraba desde 1889 y cuyo origen se remonta a la huelga iniciada en Chicago el 1 de mayo de 1986 para reivindicar la jornada laboral de 8 horas, huelga que acabó en la revuelta sangrienta de Haymarket (Chicago) el 4 de mayo.Y mi primer 1 de mayo en París, aquel año de 1967, fue mi primer mayo del muguet parisino. Hubo después otros muchos primeros de mayo con muguet, que me hicieron pensar; unas veces, me gustaba participar de observador en aquellas manifestaciones parisinas, reflexionar mucho en lo que cada año se reivindicaba (motd’ordre de la manifestation) y tratar de entender qué es lo que representaba la florecita blanca que todo francés -muchos de forma rutinaria- esgrimía en sus manos. Otras, me iba lejos de la región parisina para mejor comprender en la distancia. Se notaba que el carácter reivindicativo daba paso al carácter más festivo de la florecita. Y, como siempre, me quedé sólo en mis conclusiones: ¡una falsedad más! La florecita era la excusa para “cualquier cosa”, y las grandes manifestaciones se convirtieron poco a poco en algo, también rutinario,“para reivindicar”cada año lo que decidieran unos señores, probablemente desde alguna lejana poltrona y con intereses políticos muy dirigidos.

A España no había llegado el muguet de nuestros vecinos franceses, en aquellos años, finales de los 60 del siglo pasado, pero sí habían llegado los “aires reivindicativos” de las organizaciones sindicales y durante años estuve muy atento a esos primeros de mayo españoles, tras los intentos fallidos de perpetuar aquellos festivales de gimnasia rítmica organizados en pleno franquismo el primero de cada mes de mayo, festividad -se decía- de San José Obrero… Ya, con el sistema democrático implantado en nuestro país, presté mucha atención cada año al lema reivindicativo del día, que no coincidía en absoluto con los lemas que yo había ideado en mi imaginación; a veces, me permití incluso, escribir algún artículo -para mí, claro- a los llamados “líderes sindicales”, haciendo propuestas de posibles lemas para las manifestaciones de ese día, muy lógicos y muy acordes con la realidad político-social del momento. ¡No acerté nunca!

No me atrevía a hablar del muguet de cada primero de mayo francés, pero supe algunas cosas del muguet español, conocido como convalaria o lágrimas de Salomón. Y, para no despertar sentimientos poéticos sospechosos de lejanía, me limitaba a mencionar los glucósidos cardiotónicos de sus hojas, tóxicos, como la convalotoxina, o sus flavonoides.

Y ahora, lejos aún del primero de mayo de este 2021 que empieza, sí podemos hacer caso a la florecita. Tiempo habrá ocasión de que escriba un nuevo artículo con mi propuesta de posibles lemas reivindicativos para este año que, con casi toda seguridad, no corresponderán a ninguno de los lemas oficiales…

Pues sí, la delicada florecita de muguet, se instaló y tomó su sitio sólido y seguro en la sociedad francesa, con la misma fuerza que otros símbolos de nuestros vecinos, llámense camembert, foi, o vin de Bordeaux.Dejo a un lado el famoso y malo Beaujolais y su lema imperial del marketing francés Le Beaujolais Nouveau estarrivé… Y encontramos la pequeña florecita en la literatura y en la canción francesa, tanto infantil, como la que sigue

À la ronde du muguet

Sans rire et sans parler

(Al corro del muguet

sin reír y sin hablar)

 

o de adultos, en Le temps du muguet de Francis Lemarque, conocido autor y cantante francés de canciones de amor

 

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Il s’en est allé le temps du muguet. (Se ha ido el tiempo del muguet)

Comme un vieil ami fatigué (Como un viejo amigo cansado)

Pourtoute une année, pour se faire oublier (Por todo un año, para hacerse olvidar)

                    En partant il nous a laissé (Al irse nos ha dejado)

                    Un peu son printemps (Un poco su primavera)

Un peu de ses vingtans (Un poco de sus veinte años)

Pour s’aimer, pour s’aimer longtemps (Para amarse, para amarse mucho tiempo).

 

          Y es este lado más poético relacionado con la florecita el que más me ha interesado siempre. Los símbolos son muy importantes en la vida diaria y hay que usarlos con sentido. Me propuse desde siempre comprender el significado profundo de cada gesto, con y sin muguet. En este caso, con muguet. Y busqué todo lo relativo al muguet en la canción y literatura francesas y su posible relación con el primero de mayo. Indagué el tratamiento que daban los grandes autores franceses a esta florecita, convencido de que el ramito de muguet con el que se obsequia a alguien o se recibe de alguien significa, casi siempre, mucho más que deseo de suerte y felicidad, especialmente si se trata de una mujer. Y me detuve en un personaje que hizo historia en la Francia de nuestros días: André Malraux (1901-1976). Reconocido hombre de izquierdas, participante en la guerra civil española apoyando a los republicanos y autor de dos libros que leí hace años en versión original francesa, L’espoir y La conditionhumaine, acabó su vida política siendo ministro de Cultura con de De Gaulle, como presidente de Francia. Y Malraux, también tuvo la visita del muguet aquel primero de mayo de 1969…

Creo que fue un primero de mayo poco político para Malraux; fue un primero de mayo que desvela todo el simbolismo que puede llevar esa flor blanquita y acampanada. Y he conocido todo ese simbolismo leyendo algunos capítulos de Pierre Galante, biógrafo de Malraux y autor del libro “Malraux, quel roman que sa vie”, en español, algo así como “Malraux, ¡qué vida de novela!”en el que el autor describeen el capítulo titulado Les amoureux de Verrières

L’idylle exceptionnelle qui unissait André Malraux et Louise de Vilmorin

Idilio, diría yo, consagrado el primero de mayo de 1969, cuando Louise de Vilmorin regaló a Malraux unas “eternas ramitas de muguet de Sainte-Unefois”. Pero ¿quién era Louise de Vilmorin? Era escritora, siendo Sainte-Unefois, su primera novela, publicada en 1934con una dedicatoria a Malraux:

Celui qui a flairé, en connaisseur, un talent véritable, un style, un ton…

Malraux la había conocido en 1933 y durante 34 años, sin contacto alguno, la había tenido en su recuerdo. Volvieron a encontrarse en 1967, cuando ella vivía en un castillo en el pequeño bosque de Verrières. Todo ello inspiró a Pierre Galante, escritor y periodista, a escribir Les amoureux de Verrières…

¡Qué coincidencias! ¿Quizá un nuevo caso de serendipity en mi vida? Yo vivía muy cerca del bosque de Verrières-le Buisson en cuyo castillo vivía Louise de Vilmorin, mujer destacada en la vida cultural de París en el período 1934-1969; cuando yo vivía en Antony, lindando con Verrières, solía ir con mucha frecuencia a mi trabajo atravesando dos bosques: el de Verrières, a la salida de casa, y el de Gif, a la llegada a mi laboratorio. Me gustaba empezar el día atravesando el bosque de Verrières. El rencuentro entre André Malraux y Louise de Vilmoren se produjo, tras 34 años de vidas divergentes, en una comida celebrada en casa de Coco Chanel. Una vez finalizada esta comida, André acompañó a Louise a su castillo de Verrières; allí tuvo lugar la despedida, silenciosa, pero llena de contenido, muy bien relatada por Pierre Galante… Luego vino la ramita de muguet de aquel primero de mayo primorosamente ofrecida a André Malraux por “Sainte-Unefois”.

Y todo aquello sucedía en el bosque que yo atravesaba con frecuencia al amanecer de muchos días -algunas veces de noche- cuando iba -o volvía- ilusionado a mi trabajo. Aún recuerdo mi último paso por Verrières una noche de no hace muchos años cuando el coche que conducía se quedó sin gasolina: ¡el indicador de nivel estaba averiado e indicaba de forma errónea el nivel de combustible!Y aquello me sucedió a la entrada del bosque de Verrières volviendo desde Gif a Antony…

          No hubo más ramitas de muguet de “Sainte-Unefois”. Al final de aquel año 1969, Louise de Vilmorin dejó de existir y quiso que su cuerpo fuera enterrado bajo un árbol de cerezo en Verrières; André Malraux falleció en 1976 y está enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres de Paris. Nos ha quedadoel recuerdo aquella ramita de muguet del primero de mayo de 1969…

          Pero el muguet sigue apareciendo en la vida de los franceses el primero de mayo de cada año, aunque no con la intensidad vivida con un ramito de la flor cuidadosamente seleccionado por Sainte-Unefois para André Malraux.

Hace unos años viví una experiencia muy original un primero de mayo. Quise alejarme de París y con el pretexto de pescar truchas en el río Allier, afluente del Loire, aproveché aquel largo puente del primero de mayo en las cercanías de Issoire. Y pude ver de cerca cómo lejos de París, en la región del macizo central, todo el mundo expresaba sus deseos con su ramito de muguet, presumiendo -eso sí- de que no era ese muguet sin aroma que prodigan los parisinos ese día. Me explicaron que el muguet de provincias -la Auvernia, en este caso- sí desprendía su delicada y única fragancia, apreciada por personas sensibles a los aromas. El muguet se había convertido a lo largo de los tiempos en el emblema de la casa Dior y su delicada fragancia, en uno de los componentes de perfumes comerciales de las casas más reputadas especialistas en esencias.

Y esto es lo que ha dado de sí este capítulo; lo inicié con una pequeña florecita inodora que descubrí en París un primero de mayo, y que era una especie de símbolo reivindicativo de los trabajadores en vez de la rosa roja de antaño; busqué con convencimiento otros significados a ese obsequio del muguet de la suerte y la felicidad y encontré la pequeña historia del muguet de Verrières, tan cerca de donde yo viví varios años y en un pequeño bosque que yo solía atravesar muy a menudo antes de ir a trabajar a mi laboratorio del Centre National de la Recherche Scientifique en Gif-sur-Yvette… C’est la vie, como diríamos en francés.

 

                                                    ANTONIO ALCAIDE

         

 

 

         

 

 

 

 

 

 

                             

     

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