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domingo, 29 de agosto de 2021

El desgaste de la democracia

 Los occidentales tienden a considerar los Estados nacionales como los principales actores en los asuntos mundiales. Hace tiempo que ya no es así

 

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. EUROPA PRESS 

"A menudo, si no siempre, el relativismo moral es una respuesta al descubrimiento de un desacuerdo sistemático y aparentemente ineliminable entre los protagonistas de puntos de vista morales rivales, cada uno de los cuales reclama una justificación racional para su propio punto de vista y ninguno de los cuales parece capaz, excepto según sus propios estándares, de refutar los reclamos de sus rivales".

(MacIntyre, 2006)

Tras la decisión de los Estados Unidos de abandonar definitivamente Afganistán no han dejado de sucederse reacciones de todo tipo. Están los que señalan este episodio como la enésima prueba del fracaso de Occidente y de su voluntad de extender las instituciones liberales a otros continentes. También los que se muestran impasibles ante la barbarie que espera a los afganos (y sobre todo a las afganas) que no tienen oportunidad de huir del nuevo régimen talibán, y los que intentan blanquear a la nueva horneada de talibanes señalando a una supuesta moderación en sus ideas y, sobre todo, en sus objetivos políticos.

Los Estados Unidos entraban en Afganistán tras los atentados del 11-S, en su lucha contra el terror, para desmantelar al grupo terrorista Al Qaeda y arrebatar el poder a los talibanes que les habían acogido y se habían negado a entregarles, para así evitar que este o más grupo similar pudiesen operar desde territorio afgano. Una vez cumplido el objetivo, este fue sustituido por el llamado "liberalismo de cruzada", que permitía seguir justificando la intervención militar. Esto es, exportar e implantar la democracia liberal (sus valores e instituciones) no sólo en Afganistán sino en todo Oriente medio. Una democracia moderna de tipo occidental en un continente sin una tradición de respeto a las libertades individuales, caracterizado por la presencia de instituciones extractivas, sin apenas separación entre religión y Estado y con grandes problemas de convivencia entre las etnias existentes. Iniciar y culminar una cuarta ola democratizadora. Una ola democratizadora que no empezó en Oriente Medio, aunque sí lo hizo en el mundo musulmán, concretamente en el norte de África y de la mano de las primaveras árabes, pero que no terminaría teniendo éxito.

Estos valores e instituciones, que se originaron en la Europa occidental a mediados del siglo XVIII, fueron expandidos por el continente americano primero y por Asia Oriental más tarde

Cuando hablamos de democracia liberal nos referimos a aquellos regímenes que encontramos primordialmente en el mundo occidental y que comparten cuatro características principales. En primer lugar, el respeto a los derechos individuales, sobre todo el derecho a la vida y a la propiedad privada. En segundo lugar, la participación de todos los adultos, a través de sus representantes, en la toma de decisiones colectivas. Esto es, el gobierno representativo. La limitación del poder político a través de la configuración de una esfera personal en la que este no puede intervenir, así como del establecimiento de una serie de contrapoderes que limitan el ejercicio del poder arbitrario. Y, por último, el mercado libre como la institución principal en la asignación de recursos escasos. Estos valores e instituciones, que se originaron en la Europa occidental a mediados del siglo XVIII, fueron expandidos por el continente americano primero y por Asia Oriental más tarde, pero no terminaron de implantarse en Oriente Medio y la mayor parte del continente africano. Ni siquiera tras las diferentes intervenciones que ha tenido Estados Unidos, junto a aliados como el Reino Unido o España, en algunos de los países de estas regiones.

Identificación de grupo

Huntington advertía, en El choque civilizaciones, que "las grandes divisiones del género humano y la fuente predominante de conflicto" del futuro estarían fundamentadas en la diversidad cultural. Según este politólogo estadounidense, los occidentales tienden a considerar los Estados nacionales como los principales actores en los asuntos mundiales. Y aunque así ha sido durante algunos siglos, hace tiempo que lo ha dejado de ser. La situación en Oriente Medio es prueba de ello. En la misma línea, la profesora de Derecho en la Universidad de Yale Amy Chua, señala que en operaciones como la de Afganistán o Irak los estadounidenses subestimaron el papel que juega la identificación de grupo en la configuración del comportamiento humano y pasaron por alto que, en muchos lugares, las identidades que más importan, por las que la gente daría su vida, no son nacionales, sino étnicas, regionales, religiosas, sectarias o de clan. Y esto es más relevante de lo que creemos en la supervivencia de instituciones que, como las de la democracia liberal, se sustentan en la identificación nacional en una tradición cultural concreta. Sin ir más lejos, la mayoría de los musulmanes suelen identificarse antes por su religión que por su país de origen.

Esto no quiere decir que sea imposible implantar una suerte de democracia liberal fuera de los continentes europeo y americano. La democracia se ha conseguido exportar a parte del continente asiático y a unos pocos países africanos, pero no sin atender a las diferentes particularidades. Y aunque pareciera que de este análisis se desprende una suerte de relativismo moral, nada más lejos de mi intención. El propio Alasdair MacIntyre, nada sospechoso de relativista, sostiene la posibilidad de unas verdades universalmente válidas (en la forma de una serie de derechos universales, por ejemplo). Sin embargo, considera que éstas ni se pueden introducir subrepticiamente ni se puede ignorar las dificultades existentes para el diálogo entre lo que considera tradiciones morales inconmensurables. Si ya resulta una empresa ardua intentar ponerse de acuerdo en el reconocimiento y protección de una serie de derechos universales, inviolables en cualquier parte del mundo; resulta todavía más difícil acordar el contenido e interpretación de esos mismos derechos. Mientras que para una tribu del cuerno de África la mutilación genital femenina no es considerada como una vulneración del derecho a la integridad física o incluso a la vida de las menores que se ven sometidas a ella, sino todo lo contrario, una forma de asegurarles una vida plena en su entorno; en las sociedades occidentales es una práctica no solamente legalmente prohibida y perseguida sino socialmente rechazable, precisamente por la agresión que supone a la integridad física de esas niñas.

Todo aprendizaje moral se da a través de los parámetros vigentes en un ambiente social, en el que los seres humanos se desarrollan. Y a la vez, todos estos principios morales, más o menos conmensurables, tienen una clara pretensión de verdad y universalidad.

Cada vez menos países libres

Pero volviendo a la cuestión de la exportación de la democracia liberal, si atendemos a los datos que nos ofrece Freedom House, la proporción de países no libres es ahora la más alta de los últimos 15 años. De media, las puntuaciones de estos países han disminuido en aproximadamente un 15% durante este mismo período. Además, dentro de los países libres, sus puntuaciones también llevan un tiempo disminuyendo, algo que se ha agudizado desde el inicio de la pandemia. Estos mismos datos son corroborados por el Democracy Index que elabora anualmente The Economist y que señala que únicamente un 8’4% de la población mundial vive en una democracia plena. Además, este año la puntuación global (5.37 sobre 10) es la más baja desde que existe este índice. Nuevamente esto puede deberse a los estragos que ha hecho la pandemia. Ha expuesto las principales debilidades de las democracias modernas en aspectos como la organización de elecciones y el mantenimiento del orden público, el mantenimiento del Estado de derecho, o la protección de las libertades individuales. Sin embargo, este régimen también ha demostrado una gran adaptabilidad. Si bien es cierto que en general existe una tendencia global de desgaste de la democracia. Esta está asediada pero no derrotada.

Para terminar, solo me queda lanzar una pregunta a los lectores: ¿se equivocaba Fukuyama cuando en El fin de la historia pronosticó la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano?

 

                                                                       IRUNE ARIÑO   Vía VOZ PÓPULI

 

 

 



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