El Reina Sofía expone hasta septiembre la muestra 'Pensamiento perdido: autarquía y exilio', recuperando las expresiones artísticas desarrolladas dentro y fuera del país
'Los vasos comunicantes' (Diego Rivera, 1939)
En su regreso tras el exilio en México, Max Aub retrataba en ‘La gallina ciega’ (Mortiz, 1971) a una España oscura, apática, antigua e incluso lánguida. Algunos críticos analizan que la mayor tragedia a la que se enfrentó el escritor fue a que sus obras no fueran reconocidas dentro del país. Esa España de finales de los 60 había dejado escapar, hacía años, el talento de todos aquellos que huyeron del régimen. Pero, en términos generales, ¿de qué hablamos cuando hablamos de exilio?
El discurso hegemónico mantiene la figura del exiliado en la pena, la rabia, la sombra y la penumbra. La huida de la patria, el dolor de la distancia, el recuerdo de lo perdido y el olvido de los días de gloria. Una visión anclada en la nostalgia y la empatía en la dificultad de partir. De buscar otra vida, de reconstruirse, de trazar nuevas fronteras -en lo artístico y en lo físico- para evitar el regocijo de la melancolía recurrente.
Proceso cíclico
Esta idea preconcebida del exilio se refleja en las fotografías de la huida española a Francia de Robert Capa, los dibujos de las realidades de los campos de concentración de Josep Bartolí, y la interpretación más surrealista de dicha experiencia entre los muros de Rodríguez Luna. Estas obras, recogidas al inicio de la exposición ‘Pensamiento perdido: Autarquía y Exilio’ del Museo Reina Sofía de Madrid, establecen una conexión directa con las crisis migratorias actuales. El carácter cíclico de la historia y la inevitable (¿inevitable?) repetición de errores e intereses políticos derivan, en su mayoría, en catástrofes humanas del estilo. "El exilio y las migraciones son cuestiones del presente. Un museo de arte contemporáneo tiene que afrontar esas condiciones actuales’’, explica a El Confidencial el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel.
La deshumanización de los refugiados en Lesbos son los campos de la Francia de los 40. En este sentido, la visión exílica de la Historia es permanente. Por una causa o por la otra, la huida en busca de una vida mejor es el pretexto de toda sociedad, desde la polis griega hasta el urbanismo neoyorkino de consumo y despilfarro. Y el exilio, ¿se ataña más a la pena de abandonar un lugar o a la posibilidad de construir otro futuro?.
Dolor y gloria
Los fotomontajes de Josep Renau ponen en entredicho esta reflexión. El artista valenciano, opositor activo contra el franquismo y militante del PCE desde 1931, encontró en México lo más parecido a un hogar. Renau compaginó su activismo antifascista frente el régimen español y acorde a los valores de la Revolución Mexicana. El cambio social y cultural que había existido en España en tiempos de la República tomó inercia y se encauzó con los exiliados como Renau que, en esa necesidad intrínseca de protesta y en pleno auge del PRI (Partido Revolucionario Institucional) de Lázaro Cárdenas, encontró un equilibro artístico.
El valenciano desarrolló su carrera en un México acorde a sus valores: un hastío de una situación insostenible (el Porfiriato) y un levantamiento antisistema (Zapata y Pancho Villa) donde sus fotomontajes propagandísticos tuvieron sentido. ‘’Renau vive en un país en el que se integra. Además de ser un exiliado español, es una parte importante de lo que está ocurriendo en México’’, explica la Jefa de Colecciones del Reina Sofía, Rosario Peiró. Entonces ¿existe el exilio más allá del recuerdo de la patria? En el caso de Renau, -un exilio de carácter político- la migración a México permitiría un apogeo de su construcción como artista en un contexto favorable a su descontento político, social e histórico; sin dejar de lado la rabia de una España autárquica sin libertades.
La Exposición Internacional del Surrealismo (1940) -organizada por el padre de la vanguardia, André Bretón, en la Galería de Arte Mexicano- supuso una alternativa a la hegemonía cultural post revolucionaria en México. Celebridades de la cumbre artística como Frida Kahlo, Agustín Lazo o Diego de Rivera -autor de ‘Los Vasos Comunicantes’, presente en la exposición madrileña- convivieron en territorio mexicano con españoles como Antonio Rodríguez Luna, Miguel Prieto o Remedios Varo.
La llegada a México de Varo en 1941 -acompañada de su pareja sentimental, el poeta surrealista francés Benjamín Péret, de quien se separaría años más tarde- supuso la introducción de temas como el misticismo, el psicoanálisis, los sueños y la mente humana en su obra. Lejos de la nostalgia patriótica, Varo estableció sus propios pilares creativos. Se forjó así misma como artista mucho más allá del imaginario colectivo de la imagen del exilio.
¿Podemos hablar de arte del exilio cuando este movimiento cultural convierte a la persona en apátrida?
Pero, yendo más allá de la intencionalidad concreta de la artista española, y teniendo en cuenta el carácter universal del surrealismo de Bretón, ¿podemos hablar de arte del exilio cuando el rasgo homogeneizador de este movimiento cultural convierte, en cierto modo, a la persona y artista en apátrida? Si el objetivo va más allá de la reivindicación política del país, ¿estamos reconceptualizando el término ‘exilio’, dándole un matiz más allá de la pena, y emergiendo el arte en sí mismo desarrollado fuera de las fronteras españolas? ‘’La diferencia fundamental de esta visión del exilio es la de reconocer su participación en los debates vanguardistas del pensamiento del siglo XX’’, explica Peiró. ‘’Tenemos que dar herramientas al visitante para explicar de dónde venimos: que entiendan que las historias que nos han contado no reflejan la complejidad de la historia’’, aclara Borja-Villel.
Justicia histórica
El abandono institucional a determinados artistas del exilio a lo largo de la historia es innegable. Las dificultades de los ‘tierra de nadie’ para crecer en el campo artístico se ramifican en diferentes causas: el ‘empezar de cero’, el arquetipo asignado como exiliado y, en el caso de las mujeres, el impedimento patriarcal permanente y común a todas las sociedades. ‘’Hoy día tenemos criterios para entender que las creaciones de estos artistas tienen mucho sentido y no es un trabajo subordinado; todo lo contrario. Eso es fundamental si queremos entender la época en la que vivimos y, en nuestro caso, es una cuestión es de justicia histórica’’, recalca el Villel.
¿De qué hablamos cuando hablamos de exilio? De la nostalgia, del activismo político, de la indiferencia al lugar de origen y la necesidad de un crecimiento personal, del descontento general, de la búsqueda de libertades. Este último concepto queda patente en todas las vertientes exílicas: el río humano de Monstsey de los españoles cruzando a Francia y la correspondencia actual de los movimientos migratorios, el México de Renau acorde a su pensamiento, el surrealismo más allá de la política e, incluso, los exilios interiores de nuestros días.
El exilio es la necesidad de encontrar un sitio en el mundo
Todo son búsquedas de desarrollo personal y rechazo a la opresión, intimidación y persuasión: la huida de la mujer por falta de oportunidades, la búsqueda de comprensión de una persona LGTB+ que abandona su lugar de origen, la marcha propiciada por la amenaza. Y todos son válidos. El exilio es la necesidad de encontrar un sitio en el mundo. ¿Es justo, para los opositores españoles, haber tenido que abandonar la patria- en ocasiones, para siempre- por el riesgo de perder sus vidas? El Museo Reina Sofía de Madrid reflexiona sobre esa construcción transmitida durante años: el reconocimiento de todos aquellos que hubieron de partir será la premisa más justa.
La exposición, perteneciente al 'Capítulo III' de la remodelación total del patrimonio del museo, permanecerá abierta al público hasta después de verano. La nueva colección, que será presentada al completo el próximo mes de noviembre, centrará parte de su atención en la recuperación de las obras de los artistas abandonados por quienes contaron el relato. ''La historia del exilio es una tarea por escribir'', reflexiona Borja-Villel. Y se refiere a todos los exilios posibles, diversos y heterogéneos en cada contexto, con el único punto común de defender con dignidad la libertad de existir. De lo contrario, ¿de qué hablamos cuando hablamos de exilio?
ANDREA FARNÓS Vía EL CONFIDENCIAL
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