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domingo, 28 de noviembre de 2021

"Bárbaros, ¿qué queréis?". "¡Puerto de mar!"

Del comodín de la 'España vaciada' puede valerse Sánchez para desbaratar la alternancia

 "Bárbaros, ¿qué queréis?". "¡Puerto de mar!" 

ULISES CULEBRO

Como todo es posible en Granada desde antes de convertirse en tópico y título de película, en el municipio serrano de Pitres, el gran oligarca alpujarreño Natalio Rivas protagonizó un elocuente episodio de aquel periodo de la historia que ahora se repone con caracteres de estreno y marchamo político de la España vaciada. Pródigo en mercedes, al visitar esta localidad a 1.250 metros sobre el nivel del mar, el dadivoso prócer no se anduvo con chiquitas e interpeló a los lugareños en estos términos: "Bárbaros [gentilicio del lugar desde la rebelión morisca] de Pitres, ¿qué queréis?". Y ellos, siendo realistas, reclamaron lo imposible. "¡Puerto de mar!", vocearon a coro. Oído lo cual, el bragado preboste no se arredró: "Concedío lo tenéis".

Al fin y al cabo, Natalio Rivas tenía claro que las promesas sólo comprometen a quienes se las creen y, al parecer, los pitreños también. De hecho, sin disponer aún del puerto reivindicado una centuria atrás, Pitres sí cuenta con cofradía de pescadores, jalona sus calles con pertrechos navales y profesa advocación a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. Claro que, dado el carácter circular de la historia, no hay que descartar que otro cacique del siglo XXI, con la prosopopeya de Natalio Rivas, pero menos atildado, retome aquel alcanforado compromiso y lo agite como bandera de enganche de una de esas candidaturas localistas que proliferan cual champiñones. Como efecto rebote, pero reforzándola en la práctica, de las regalías con las que Sáncheztein provee a sus aliados en los Presupuestos contra el Estado que, feudatario de ellos, ha apañado para pervivir en La Moncloa.

Si se relata que sus paisanos celebraron su designación como ministro de Instrucción Pública en la plaza del Ayuntamiento de Granada, con Rivas saludando desde el balcón consistorial al vítor de "¡Natalico, colócanos a tós!", la Alianza Frankenstein ha hecho otro tanto festejando esta semana con un Jueves de Piñata la aprobación por el Congreso de unas cuentas que, a su lado, aquellas que Fernando el Católico le recriminó al Gran Capitán tras sus victorias en Italia serían un dechado de rigor sin engrandecer el Reino de España como sí fue el caso del héroe de Ceriñola. Sin el sentido de la medida y de la contención de un Sagasta -"ya que gobernamos mal, por lo menos gobernemos barato"-, Sáncheztein gasta con pólvora del rey con tal de sostenerse en el poder hasta dejar exhaustas las arcas públicas.

Desde esta óptica del egoísta interés personal, Sánchez juzga un éxito tener unos Presupuestos a costa de la demolición de una nación que, a este paso, será declarada en ruina. Como esa Jefatura Superior de la Policía Nacional en Barcelona a la que el Ejecutivo ha suprimido de los Presupuestos del Estado las partidas para obras de mantenimiento a instancias de quienes han convertido este edificio de Vía Layetana en objeto de acoso de la turba separatista y de deseo para albergar un recinto memorial del secesionismo. Pocos caseros tan negligentes de su responsabilidad histórica como Sánchez en consonancia con lo que suele acaecer con aquellos logreros de la fortuna que, como algunos afortunados con el gordo de la Lotería, dilapidan lo embolsado con pareja facilidad con la que les llovió del cielo.

Luego de hacer del independentismo el boyante negocio que es hoy, a modo de arancel político en parangón con el de Cambó en 1922 para proteger al textil catalán y que ha persistido desde antaño con sus cíclicas variantes como el Covid, el separatismo no solo no ha perdido fuelle tras el fallido golpe de Estado de 2017, sino que se ha apoderado -con el concurso añadido del brazo político de ETA blanqueado por el PSOE con reverencias- del Estado sin mayor resistencia política ni escrúpulo moral por quien tiene encargada su salvaguarda como presidente del Gobierno. Es más, ha transitado -indulto de por medio a sus golpistas- de desafiar violentamente al Estado a acometer una nueva tentativa híbrida contra el régimen constitucional y su integridad territorial. "Los catalanes no nos han ayudado a traer la República, pero ellos serán los que se la lleven", anotó Antonio Machado acreditando que este hoy ya tuvo su ayer y puede ser ese mañana escrito y vivido por el gran poeta sevillano.

Más cuando, frente a ese movimiento centrífugo que amenaza desbaratar España, disgregada en un imposible puzle de cantones mal avenidos por mor de agravios y victimismos, escasean los hombres de Estado capaces de liderar un proyecto centrípeto que ilusione al conjunto de la nación. Por contra, esta dejadez de España, mientras la fabulación nacionalista goza de un prestigio inexplicable entre la izquierda retardataria, lo que le permite imponer su relato hasta ganar esa partida con dados trucados, favorece el rebrote de lo que, reflexionando sobre los males de entonces, Unamuno nominó "caciquismos, fulanismos y otros ismos", pero que tal vez conviniera rebautizar como fulanismos, cualesquerismos y otros ismos con aquella pasión suya por enriquecer el idioma con neologismos que lo fecundaran. Como hizo con fulanismo para describir esa enfermedad de las naciones en las que cotiza más una determinada personalidad que la ideología o al partido que representan.

Qué mejores moldes de fulanismos, cualesquerismos y otros ismos que los que ya destapan sobre el tapete verde sus naipes de tahúres de la política y los que están por ver envidar bajo el comodín de esa España vaciada del que puede valerse Sánchez, cual marca blanca por su aspecto, pero turbia por su fin último, para desbaratar cualquier alternancia y amortiguar la mengua de votos que le acarrea sus inabarcables concesiones a la recua de socios y aliados hechas abiertamente o de tapadillo para no soliviantar a la opinión pública.

De esta guisa, aventando los agravios que procura con su propia mano, surgen localismos de distinto jaez que pueden reforzar, paradójicamente, al mismo Sánchez que los desata. Así, errando de medio a medio, la cura de los males de la alianza Frankenstein no vendrá de estos fulanismos, cualesquerismos y otros ismos; al contrario, este sarampión particularista debilitará la fortaleza de la nación bajo el señuelo de la España vaciada reduciendo a ésta a un Estado sin nación. Un mero ente administrativo cuyos bienes puede sortear a conveniencia el inquilino de La Moncloa para pagar la hipoteca contraída con sus benefactores políticos y detractores de España que, como todo particularismo, reemplazan los grandes problemas seculares con cuestiones domésticas.

A este respecto, el gran Julio Camba se jactaba de que, con un millón de pesetas, era capaz de convertir a Getafe, a dos pasos de Madrid, en un Estado en 15 años. "Me voy allí -detallaba- y observo si hay más hombres rubios que morenos o si hay más morenos que rubios. Y si en la mayoría, rubia o morena, predominan los braquicéfalos sobre los dolicocéfalos (...), y este tipo sería el fundamento de la futura nacionalidad. Luego recojo los modismos locales y constituyo un idioma. Al cabo de unos cuantos años, yo habría terminado mi tarea y me habría ganado una fortuna. Y si alguien osaba decirme entonces que Getafe no era una nación, yo le preguntaba qué es lo que él entendía por tal, y como no podría definirme el concepto de nación, lo habría reducido al silencio".

Así fue como Patxi López calló precisamente a Sánchez en el debate que, junto a Susana Díaz, sostuvieron en 2017 para escoger secretario general del PSOE. "Vamos a ver, Pedro, ¿sabes lo que es una nación?", le interpeló, y, al responderle con un sincopado "por supuesto", López quiso saber más: "¿Sí?, ¿qué es?". Sánchez quedó en evidencia: "Pues es un sentimiento que tiene muchísima ciudadanía, por ejemplo, en Cataluña o en el País Vasco, por razones culturales, históricas o lingüísticas". Luego lo ha corroborado con sus pactos y su proceder de veleta.

En cierto modo, con la rebatiña del último escaño en circunscripciones con pocos puestos, como ya sucede con regionalistas cántabros o con Teruel Existe, Sánchez instrumentalizaría estos fulanismos. El PSOE ya obró así con el aventurerismo político del fallecido presidente del Atlético de Madrid, Jesús Gil (a quien González indultó como antes Franco y proyectó para lanzarlo como candidato nacional desde la Alcaldía de Marbella) para torpedear las aspiraciones de Aznar, al igual que Mitterrand con Le Pen padre al que abrió la televisión pública de par en par y reformó la ley electoral para franquear las puertas de la Asamblea Francesa al Frente Nacional para que Chirac quisiera y no pudiera.

Contrariamente a la máxima hanseática inscrita a la entrada de sus urbes -El aire de la ciudad hace libre-, estos cantonalismos evocan los burgos podridos que pusieron en solfa el sistema británico y por el que una minoría terrateniente manipulaba las elecciones hasta que se reorganizó la representación por la Great Reform Act de 1832 y su posterior ampliación, como acontecía en la España de la Restauración y que, según Azaña, aún subsistía en la II República. Sin llegar a tales extremos, el sistema electoral vigente en España desde 1977, elaborado para evitar la fragmentación en forma de sopa de letras que proliferó con el sarpullido primaveral de la llegada de la democracia, beneficia la sobrerrepresentación de algunas provincias (Soria es el caso más exagerado) y de los grupos que concentran su sufragio en pocas demarcaciones (nacionalistas y regionalistas), lo que provoca desigualdad en la representación y que, con la segmentación actual, reavive la sopa de letras que ilustra que Sánchez haya recurrido a 11 minorías para sus Presupuestos Frankenstein.

Cuando falta un ideal colectivo que dé unidad a la gobernación de un país, se incurre en el cantonalismo con sus odios y luchas cabileñas hasta estallar en la Sala del Consejo de Ministros como en 1873, cuando su presidente, el catalán Estanislao Figueras, harto de estar harto, estalló: "Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros". Sentenciado lo cual, marchose a casa, hizo las maletas y tomó el primer tren a París. No era para menos en la desquiciada España cantonal de la I República en la que la "nación jumillana", tras expresar su deseo de "vivir en paz con todas las naciones vecinas y, sobre todo, con la nación murciana, su vecina", avisaba que, si esta osaba traspasar su frontera, Jumilla se defendería como los héroes del Dos de Mayo.

Ya se sabe: pueblo chico, infierno grande, aunque un clásico del Siglo de Oro, Fray Antonio de Guevara, hoy en el olvido y precursor de los ideólogos de la España vaciada puesta en boga por el escritor madrileño Sergio del Molino, hiciera su canto moral en defensa de la vida natural frente a las complicaciones urbanas en su Menosprecio de corte y alabanza de aldea en una España imperial que nadaba en la abundancia del oro proveniente de las recién descubiertas Indias y en la que el campesinado padecía asfixia tributaria. Ni que decir tiene que el predicador real y obispo de Mondoñedo, sin abandonar la Corte, nunca se comportó con menosprecio de Corte y dejó la alabanza de aldea para que surtiera efecto para los demás. En realidad, más que aconsejar al cortesano su ida a la bucólica aldea, Guevara recomienda al aldeano que no se encamine a la Corte a buscar lo que no le corresponde y en la que él hizo carrera y oficio.

Lo mismo que el cacique alpujarreño Natalio Rivas embaucando a aquellos bárbaros de Pitres como sus émulos políticos de la España vaciada que, sobre la realidad de una España rural vacía, promueven esta plataforma electoral sobre la premisa de que esa despoblación se debe a una estrategia política planificada y cuya iniciativa puede dar, a la postre, cobertura y salvoconducto para facilitar la ruptura de una España que ya no es, como presumió Américo Castro, una idea tan fuerte como para sostenerse durante los 700 años de lucha contra el islam. Huyendo del fuego separatista, España puede caer de bruces en las brasas humeantes del agravio y el resquemor particularista avivado por fulanismos, cualesquerismos y otros ismos coetáneos.

 

                                                                           FRANCISCO ROSELL  Vía EL MUNDO

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