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domingo, 21 de febrero de 2021

5 GRAVES CONSECUENCIAS QUE CAUSA LA DEBILIDAD CATÓLICA

debilidad católica

El casi completo alejamiento de los católicos de las preocupaciones políticas ha creado una dinámica que tiene unes graves consecuencias. Las resumo:

  1. La exclusión del hecho religioso de las instituciones públicas y de sus actividades, lo que en la práctica se ha convertido en la cancelación de Dios y la conversión del estado laico; es decir, confesionalmente neutral en otro ateo.
  2. Un segundo efecto es el de que las políticas públicas se encuentran justificadas para abordar la realidad como si la sociedad fuera laica, cuando en realidad es plural desde el punto de vista religioso, se confiesa católica mayoritariamente, y aun en mucho mayor medida, cree en Dios.
  3. El tercer efecto es la asimetría política. Los partidos que tienen en su genética política una concepción beligerante contra el cristianismo y, en particular, contra la Iglesia -PSOE, Unidas Podemos y PC actual, Esquerra Republicana, y otros grupos menores- han desarrollado una cultura política que se ocupa de todos estos ámbitos en términos militantes, construyendo una nueva sociedad dotada de una concepción moral y antropológica contraria a la  fe cristiana, por una lado, y a su concepción cultural, por otro. La trasmutación de España, en este sentido, es muy grave. Por otra parte, los partidos que se declaran de centro o derecha, liberales, conservadores, incluso los que en su día arrancaron de unos postulados demócrata cristianos, consideran que no han de ocuparse de aquellas cuestiones, y sus programas presentan un gran vacío o un subdesarrollo cultural terrible. No tienen nada que decir sobre el hecho religioso en la sociedad, ni cómo debe ser reconocido en la vida pública, sobre la relación entre nuestra cultural y moralidad y el cristianismo, la naturaleza humana y el ser hombre y mujer, padre y madre, el matrimonio y la familia, la educación religiosa en la escuela y la libertad de centros en igualdad de condiciones con la escuela pública, como consecuencia de aquel derecho, y la colaboración con la Iglesia católica y las confesiones religiosas tal y como establece la Constitución.

Uno de nuestros editoriales establecía 15 puntos que era necesario contemplar en este sentido, así como en mi blog La Guerra Cultural y como detenerla planteaba a partir de Habermas las condiciones del hecho y práctica religiosa en la vida pública.

4. Vivimos una verdadera ruptura moral que se asienta sobre la cultura de la desvinculación, y las políticas del deseo que hoy por hoy son hegemónicas en la sociedad.

5. Los partidos progresistas batallan a la contra, o dan una versión que coloniza la concepción cristiana, y los de centro y derecha ignoran cuestiones fundamentales como las que planteaba el escrito de e-Cristians ante las recientes elecciones en Cataluña.

 Y todo esto es debido a una poderosa asimetría: la presencia de los católicos en los partidos de izquierda es débil y su misión es más la de servir al partido enarbolando su condición de católicos, que aportar las respuestas desde su fe, subsidiaria de su ideología.

 

Y entre los partidos del otro signo, tanto las personas como las organizaciones consideran que la política no debe ocuparse de aquellas cuestiones; en realidad tienen miedo a afrontarlas porque creen que les quitan votos, y los ha acabado convirtiendo en sucursales del progresismo, solo que mucho mas desvaído. Son fuerzas políticas culturalmente acomplejadas. Y cuando esta regla se rompe, surge una formación que sosteniendo en algunos puntos cuestiones importantes para los católicos, sostiene otros que chocan totalmente, y actúa de una manera, que confunde el convencimiento y la energía, con la agresión verbal y la falta de respeto, en un lenguaje que hace imposible que sea soporte de una idea cristiana.

Los católicos no están ni se les espera en política, como colectivo- fea palabra-, como comunidad pública del Pueblo de Dios (este concepto es mucho mejor) han huido. Alentados por la omisión de una institución eclesial que huye de la política como si en este fenómeno humano la mirada de Dios debiera de estar ausente, y como si la extraordinaria y voluminosa doctrina social de la Iglesia fuera un ejercicio teórico y académico, que como mucho sirve para colocar alguna frase hecha. Da la sensación -no digo que en realidad sea así- que la jerarquía prefiere tener alejados a los católicos de la complicada vida política, y en todo caso, dejar la cuestión en manos de una relación de mando a mando, con el gobierno del estado. Pero esta dinámica, atenta a determinadas cuestiones económicas, como las inmatriculaciones, no atiende en una medida suficiente a las leyes de ruptura y del deseo, que están educando en una visión de la vida y de las personas opuesta a la cristiana, a la vez que construyen grandes estructuras de pecado, como el aborto y ahora la eutanasia. Y es lógico que sea así, porque el peso de la alternativa no debe recaer en los pastores, sino en los ciudadanos católicos, que a su vez están ausentes, y que ni tan siquiera han sido llamados.

Un buen ejemplo se ha dado en las últimas elecciones catalanas, en las que por cierto, los católicos hemos carecido de  todo criterio formulado por nuestros pastores.

Los partidos que no se alinean con el socialismo y el postcomunismo de género, no tenían nada que decir, mientras que PSC, En Comun Podemos, y la CUP postulaban en su  programa cuestiones de este tipo:

El gubernamental PSC, propone un pacto nacional para el laicismo, eliminar toda referencia cristiana de las celebraciones oficiales y la vida pública, suprimir la referencia a la Iglesia Católica en la Constitución, denunciar los acuerdos con la Santa Sede, dejar fuera de la escuela la formación religiosa, y eliminar los símbolos religiosos de los edificios públicos. En Comú Podem, también opta por una ley de laicismo, y la eliminación del simbolismo religioso de los actos y edificios público, así como la supresión de la retransmisión del culto religioso en los medios de comunicación públicos. También postulan que los representantes gubernamentales no asisten a actos de culto o confesionarios, y la exclusión de la religión del currículum y el expediente académico. La CUP por su parte, exigía la exclusión de la religión de cualquier escuela, pública o concertada, y acusaba a este tipo de centros de ser responsable de la segregación escolar.

Este es el resultado del desequilibrio político, de la deserción católica y el vacío eclesial.

 

                                           JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL   Vía FORUM LIBERTAS

 

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