No la dice, pero la sabemos todos
Nos referimos a un estilo de comportamiento que es muy valorado en política, aunque al presidente le suele a chino, cual es decir la verdad.
Sánchez ha basado su comunicación en la mentira, en manifestar en cada ocasión lo que le viene bien sin importarle un comino si es contradictorio con lo defendido horas antes, si realmente es su voluntad, o si ya es falso en su origen.
Ahora resulta muy complicado reconvertir la situación. Primero, porque ha perdido toda credibilidad, y segundo, porque está construido sobre unos falsos cimientos que se lo impiden.
Con todo y eso, si su discurso no hubiera sido el que oímos sobre tender puentes, animar a la convivencia, y ser valientes y generosos en el tema catalán _ que no se lo cree ni Salvador Illa _, y hubiera dicho: Señores tengo que concederles el indulto porque se lo he prometido y solo de esa manera me apoyarían para ser presidente, no digo que se ganase a la opinión pública, pero rebajaría el número de españoles en contra. Es sincero.
Los opuestos a la medida de gracia constituyen hoy una cantidad suficiente como para pararle los pies a cualquier político sensato, aunque no sea el caso. Incluso dentro de las filas del PSOE.
Ocurre no obstante que es imposible. Sus cimientos, además de estar apuntalados con mentiras, son como los naipes de un castillo fragilísimo en donde la verdad supondría un contrapeso imposible de compaginar con el equilibrio.
Señores, ya sé que lo volverán a intentar, pero mi ambición es tan desmedida que les prometí el indulto, el oro y el moro.
José de Cora
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