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viernes, 3 de julio de 2015

JUNTA DE RABADANES



En el primer día de julio, el todavía presidente del Gobierno Sr. Rajoy ha invitado a una cena privada en un restaurante del antiguo Madrid al rey emérito don Juan Carlos y a los presidentes antecesores suyos en el cargo: Sres. González, Aznar y Rodríguez Zapatero. ¡Una reunión singular!, la de estos mayorales de los políticos que han pastoreado a los españoles desde 1978.

Y ¡una reunión excepcional!, que no ha pasado desapercibida. Este ¡prietas las filas! de la vieja guardia del partidocrático Régimen del 78 debe haber tenido una importante finalidad que desconocemos. Ahora, tras las elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo pasado, la fortaleza del bipartidismo ha quedado seriamente dañada ante la juvenil agresividad de los nuevos partidos, que prometen regeneración democrática y erradicar la corrupción.

La reunión de los cuatro presidentes o ex presidentes del Gobierno, pertenecientes a los dos grandes partidos que han gobernado España en los últimos 33 años, ha de tener una importante motivación, tal vez sus pésimos resultados electorales, que abren un interrogante sobre el futuro político de España y de sus viejos partidos: ¿vamos hacia un tiempo nuevo sin corrupción sistémica en los partidos?. En cualquier caso, lo más verosímil es que los asistentes a la cena hayan comentado su preocupación ante sus desfavorables expectativas políticas, a pesar de que habían dejado todo "atado y bien atado".

Otra posibilidad es que esa excepcional junta de rabadanes, con apariencia de despedida en el presente ocaso de la partidocracia tradicional ¿no será más bien todo lo contrario?; es decir, un encuentro de mayorales de los poderes fácticos o "coalición dominante" para apuntalar la declinante partidocracia mediante acuerdos de modificaciones parciales en el sistema, para que todo siga como hasta ahora: con unos viejos partidos cupulocráticos, autoritarios, endogámicos que tratan a los españoles como menores de edad política, por lo que les suministran listas cerradas y bloqueadas de candidatos a representarlos políticamente; y consiguientemente los políticos finalmente elegidos solo están al servicio de su partido y no se consideran mandatarios de los ciudadanos.

Por nuestra parte los ciudadanos, cuando vemos las fotografías de esta reunión de mayorales políticos nos quedamos un momento desconcertados; pero, enseguida pasamos a recordar los comportamientos de los asistentes a la cena a lo largo de los últimos años y, dejando aparte al rey emérito de nuestra democracia parlamentaria por su secundario papel constitucional, nos dedicamos a rememorar severamente las actuaciones de los sucesivos presidentes de Gobierno que España ha tenido que soportar, por sus prácticas como gobernantes.

Iniciamos nuestro repaso subrayando el dato de que la partidocracia oligárquica y despilfarradora gobernante de España se generó en la Transición democrática, consolidándose en el último cuarto del siglo XX. Efectivamente, tras las medidas democratizadoras introducidas por el presidente Suárez, que fueron frenadas por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, en las elecciones generales del 28 de octubre de ese año el PSOE se impuso como vencedor con una mayoría absoluta amplia, obteniendo 202 diputados mientras que UCD se hundió y sacó solo 12 escaños, pues una gran parte de sus votantes recalaron en Alianza Popular, que obtuvo 102 escaños.

Algunos creyeron que los socialistas, que gobernaban con mayoría absoluta, refundarían la democracia; pero el partido de Felipe González no solo mantuvo invariable el sistema político acordado en la Transición sino que politizó el poder judicial e intervino en la sociedad civil para desarmarla. Si los socialistas hubieran preferido la ruptura total con el régimen franquista anterior, hubieran podido llevarla a cabo, democráticamente, con su mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.

En cuanto al desarrollo de las Autonomías, del “café para todos” de Suárez se pasó, con el "federalismo" del PSOE a la “barra libre”, concediéndose a las comunidades autónomas todas las transferencias de competencias que demandaban en unas reformas estatutarias cada vez más reivindicativas, porque nacionalistas y no nacionalistas creían que a mayores competencias transferidas tendrían más poder territorial.

Desde 1982 la supremacía del PSOE sobre la derecha se mantuvo durante varias legislaturas. En todos esos años el sistema político español permaneció invariable y se consolidó como una partidocracia corrupta. Además, cuando en alguna elección general el PSOE no obtuvo mayoría absoluta de diputados se vio obligada a gobernar negociando compensaciones a los partidos nacionalistas para conseguir su apoyo; pero éstos, insaciables, reclamaron continuamente más y más competencias y recursos. Por supuesto, la Ley Electoral favorecedora de los nacionalistas y perjudicial para los partidos estatales no mayoritarios solo se modificó levemente en 1985, por lo que entonces se formalizó la consolidación de las desigualdades que tenía la preconstitucional ley de 1977 sobre normas electorales y se mantuvo el sistema de listas cerradas y bloqueadas que han permitido a los partidos dominantes secuestrar y tutelar nuestra democracia, convirtiéndola en una partidocracia oligárquica y avasalladora.

A la sociedad civil se la marginó del poder y de la toma de decisiones, pues miembros de los partidos políticos invadieron las asociaciones y las politizaron, poniéndolas a su servicio.

El PSOE, a pesar de tener mayorías absolutas de diputados en varias legislaturas, no supo hacer de España un Estado democrático y modélico, ni siquiera tras la integración de España en la Comunidad Económica Europea en 1986. ¡Se perdió entonces una gran ocasión histórica!. Finalmente, con el felipismo triunfante se consolidó una partidocracia caciquil avasalladora y corrupta. A continuación repasamos brevemente algunos de sus principales hitos: 
                 
1) Politización del Poder Judicial.
La salud de un país democrático está directamente relacionada con la garantía de la separación de poderes. No hace falta teorizarlo: es de primero de EGB de democracia. La separación de poderes es tan consustancial al sistema democrático como el sufragio universal, o más si cabe, porque el sufragio universal solo será el instrumento de una verdadera democracia en la medida en la que la separación de poderes esté garantizada.

Por ello, el mayor atentado contra la democracia española no tuvo lugar el 23-F, porque fue otro que se llevó a cabo ¿democráticamente?, cuando el Parlamento aprobó la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial. Al tratarse de una ley orgánica tuvo que ser aprobada por mayoría cualificada, lo que hacía necesario que, como mínimo, también el mayor partido de la oposición votara favorablemente el proyecto de ley aprobado previamente por el Gobierno. La Ley del Poder Judicial salió adelante con el voto favorable de los principales partidos, pues a la partidocracia española le interesaba politizar la Justicia, aunque se resintiera la división de poderes en nuestro Estado de Derecho. En ella se estableció que los miembros del Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces, serían elegidos por el Congreso y por el Senado; lo que exige un consenso entre los partidos mayoritarios.

Si se tiene en cuenta, además, que en el artículo 159.1 de la Constitución de 1978 se establece que “el Tribunal Constitucional se compone de 12 miembros nombrados por el Rey; de ellos, cuatro a propuesta del Congreso por mayoría de tres quintos de sus miembros; cuatro a propuesta del Senado, con idéntica mayoría; y dos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial”, resulta que los miembros del Tribunal Constitucional, lo mismo que los miembros del Consejo General del Poder Judicial son elegidos por los diputados y senadores, es decir, por el Poder Legislativo; o sea, en último término por los partidos mayoritarios que, de esta forma, han invadido los órganos supremos de la Justicia en España, politizando el Poder Judicial. El Poder Judicial en España depende del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo tanto en su estructura como en su funcionamiento; o sea, en último término depende de los partidos políticos, que han intervenido y politizado la Justicia en su propio beneficio, degradando la democracia. Los tres Poderes integrantes del Estado dependen de la partidocracia avasalladora, no solamente del partido gobernante.

2) El Gal: Terrorismo de Estado.
Entre 1983 y 1987 los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) cometieron 27 asesinatos. Los GAL fueron agrupaciones armadas parapoliciales que practicaron terrorismo de Estado mediante “guerra sucia” contra ETA y su entorno. Los GAL fueron financiadas por altos cargos del Ministerio del Interior. Sus crímenes tuvieron como víctimas a dirigentes y miembros de ETA, a gente del entorno de esa banda terrorista y también a varias personas que no tenían ninguna relación con esa banda y su entorno. Entre estos últimos destaca el secuestro del ciudadano francés Segundo Marey.

3) Financiación irregular de los partidos políticos.
Los partidos políticos se financian en España por un sistema mixto; o sea, tanto con recursos públicos como privados. La primera regulación de la financiación de los partidos se hizo por la Ley Orgánica 3/87. Por el sistema mixto de financiación, los partidos políticos obtienen recursos por una parte de las aportaciones de la ciudadanía, y por otra de la Hacienda pública en proporción a su representatividad (escaños obtenidos) como medio de garantía del sistema, pero también de su suficiencia. Las aportaciones privadas han de proceder de personas físicas o jurídicas que no contraten con las administraciones públicas, ser públicas y no exceder de límites razonables y realistas. En la financiación privada puede hacerse uso de medios ilegales e inmorales (extorsión). Según Antonio Argandoña[1] “son ejemplos de actuaciones de este tipo la exigencia de “comisiones” por la adjudicación de contratos, obras, servicios y suministros públicos, o por la recalificación de terrenos, etc., o la simple promesa de un trato de favor para los donantes (o la amenaza de un trato contrario para los que se nieguen a colaborar en la financiación del partido o candidato)”.

Por su parte, Carlos Abella[2] se ha referido al “escándalo de las denuncias de soborno del concejal del Ayuntamiento de Madrid Alonso Puerta, que acusaba a varios cargos municipales socialistas de cobro de comisiones. Casi en silencio se produjo la suspensión de militancia en el PSOE de Alonso Puerta, acaecida el 26 de septiembre de 1981, y la posterior dimisión de tres concejales socialistas por solidaridad con el denunciante, producidas el 8 de octubre. En vano pidió UCD en el Ayuntamiento de Madrid la dimisión del alcalde Enrique Tierno Galván.
Los ciudadanos no atisbaron que junto a un PSOE moderado y un Felipe González hombre de Estado, con el socialismo se incubaba la corrupción como fórmula de adulteración de las relaciones entre los administrados y los administradores y de enriquecimiento personal de muchos cuadros del PSOE”.

En efecto, hace unos años EXPANSIÓN celebró su vigésimo aniversario elaborando veinte artículos sobre los veinte días que conmovieron España. Uno de esos artículos se refería a la financiación irregular del PSOE, especialmente al caso Filesa. Su autor fue L. Ramírez. A continuación voy a reproducir, literalmente, una parte de ese artículo que se titula   Estalla el “caso Filesa”. Dice así:
“A finales de mayo de 1991 reventó uno de los mayores escándalos de la historia política española. Varios bancos y empresas pagaron ciento de millones de pesetas a pequeñas sociedades, relacionadas con la financiación del PSOE, a cuenta de unos estudios que jamás se realizaron.
El PSOE se vio afectado por uno de los escándalos financieros más sonados de la historia política nacional: el “caso Filesa”. La noticia saltó el 29 de mayo de 1991, cuando varios medios de comunicación acusaron al PSOE de financiación irregular a través de las empresas Filesa, Malesa y Time Export.
Entre 1988 y 1990, estas sociedades cobraron cientos de millones de pesetas, en concepto de estudios de asesoramiento, a destacados bancos y empresas, informes que nunca llegaron a realizarse. Estos fondos fueron empleados, supuestamente, para financiar el coste del referéndum de la OTAN en 1996, y en la campaña electoral del PSOE en 1989.
Entre las personas implicadas en estas operaciones ilegales de obtención de fondos se encontraban el senador socialista y diputado autonómico, Josep María Sala, el diputado del PSOE por Barcelona, Carlos Navarro, y el responsable de finanzas del partido, Guillermo Galeote.
Además, fueron procesados los gestores de Filesa, Luís Oliveró y Alberto Flores, los empresarios Eugenio Marín y Francisco Molina, así como la secretaria de Finanzas del PSOE, Aida Álvarez y su marido, Miguel Molledo.
Los principales partidos políticos no pusieron el grito en el cielo por la oscuridad que siempre ha caracterizado a la búsqueda de fondos para financiar campañas electorales...
...El caso llegó al Tribunal Supremo, que dictó sentencia el 28 de octubre de 1997. Ocho personas fueron condenadas por esta trama, que servía como una tapadera para ingresar dinero en las arcas del PSC y, por ende, en las cuentas del PSOE".

La corrupta actuación del PSOE creó escuela y fue copiada por otros partidos políticos. Por ello es preciso subrayar cómo se ayudan unos partidos a otros, sobre todo los mayoritarios, cuando se trata de tapar sus propias corrupciones, llegando incluso a indultar a los actores de esas corrupciones, como hizo el presidente Aznar con los corruptos del PSOE por el "caso Filesa” en el año 2000. ¡Resulta enternecedor comprobar cómo el gobierno del PP fue comprensivo con las corrupciones del adversario PSOE por financiación irregular, e indultó generosamente a los corruptos!.  ¿Será tal vez que “favor con favor se paga” en la partidocracia española?. 

Posteriormente, durante los gobiernos de Aznar que comenzaron en 1996 y 2000 se intensificó la partidocracia, que ya estaba asentada firmemente en España, y se consolidaron las Autonomías como reparto caciquil del poder a nivel territorial. Efectivamente, entonces se ampliaron las competencias de las comunidades autónomas, sobre todo en el cuatrienio 1996-2000, pues al no disponer el PP de la mayoría absoluta de diputados en el Parlamento tuvo que negociar con los nacionalistas catalanes o vascos, y en el año 2002, a pesar de contar ya el PP con mayoría absoluta de diputados en el Congreso de los Diputados, acabó transfiriendo completamente las competencias de Sanidad y de Educación a las comunidades autónomas, con el perverso resultado disgregador de España que era previsible, que se concretó en hacer desiguales a los españoles en la recepción de servicios sociales en función de su lugar de residencia.

Ese proceso siguió debilitando al Estado central y robusteciendo a las comunidades autónomas; sobre todo a aquellas en las que gobernaban unos nacionalistas que, en los últimos años, habían mostrado ya unas pretensiones secesionistas que se concretaron posteriormente en el Plan Ibarreche en Euskadi o en el vigente Estatuto de Cataluña cuyo texto aprobado en el Parlamento catalán tuvo que ser corregido sustancialmente por el Tribunal Constitucional.


            Más tarde, con los gobiernos de Rodríguez Zapatero se puso a España “patas arriba” porque el concepto de nación, según Zapatero, es “discutido y discutible”, algo que tal vez no sabían los padres de la Constitución de 1978. Zapatero, con su visión confederal del Estado, permitió que se pusiera en cuestión el sistema político español aceptando el proyecto de Estatuto de autonomía que el parlamento de Cataluña elaboró y aprobó. Menos mal que, tras cuatro años de inactiva actividad, el Tribunal constitucional sentenció la inconstitucionalidad de algunos preceptos del Estatuto catalán. De la partidocracia avasalladora, tan querida por el PSOE y el PP, no se puede esperar demasiado respecto a su actitud hacia los nacionalistas, dado su comportamiento en los años que llevamos de democracia; pero sí que hemos de tener en cuenta sus acciones antidemocráticas y caciquiles que les han llevado a bordear la ley en algunas ocasiones, pues son inolvidables sus actuaciones corporativas con manifiesto desprecio de la voluntad popular.

La representatividad popular del sistema político español no se ha modificado sustancialmente ni mejorado en las etapas de gobierno de Zapatero, aunque la partidocracia gobernante se ha hecho más autoritaria y corrupta.

            En cuanto al actual Gobierno de Rajoy ya son conocidas sus actuaciones: 1) no aplicación de la mayor parte de sus promesas electorales, especialmente subiendo los impuestos en lugar de reducirlos, con el consiguiente desencanto de su electorado, que en gran parte le ha abandonado en las recientes elecciones celebradas el 24 de mayo pasado; 2) pasividad ante el proceso soberanista catalán promovido por CDC y ERC; 3) Ley Gallardón para que los miembros del Consejo General del Poder Judicial sean elegidos totalmente por los partidos políticos; 4) Gigantesco crecimiento de la Deuda Pública, pues el Estado financia, con el Fondo de Liquidez Autonómico, a las comunidades autónomas despilfarradoras; 5) Ley Mordaza;..........

En fin, a todos nos suenan ya los nombres de Flick, Filesa, Naseiro, Malaya, Pretoria,  Gürtel, Palma Arena, Palau, Púnica, Bárcenas y las acusaciones recíprocas entre CiU y PSC en el Parlamento de Cataluña, acerca de su financiación irregular a costa de los contratistas de obras y servicios públicos, es decir, de los contribuyentes, en última instancia. No hace falta insistir aquí, por conocidas y recientes, en las acusaciones existentes sobre la financiación irregular del PP (y de otros partidos) que, según ha dicho Bárcenas, existe desde 1982. Sobre esta acusación, los jueces tendrán que emitir sentencia en su momento.

Hasta aquí se ha hecho un breve resumen recordatorio de las hazañas que han protagonizado los presidentes del gobierno de España en las últimas décadas, como paladines de una partidocracia que tanto ha perjudicado a los españoles.

Por ello, actualmente como los ciudadanos nos consideramos ya mayores de edad política, cada vez nos distanciamos más de los partidos viejos comandados por los rabadanes comensales reunidos para cenar en Casa Lucio el pasado 1 de julio, y les exigimos regeneración democrática, comportamientos éticos y sometimiento de las cúpulas de los partidos a la voluntad de sus afiliados, especialmente en cuanto a la elección de los candidatos a puestos electivos, pues quieren que sean elegidos en primarias por todos los afiliados. Por ello, en los últimos años van creándose partidos nuevos que afirman su compromiso de cumplir estas exigencias populares.

Ahora los Ciudadanos Podemos y queremos devolver la soberanía popular a los españoles, para que sean estos los que elijan directamente a sus representantes políticos, sin necesidad de que los partidos nos tutelen proponiendo a los candidatos en listas cerradas y bloqueadas.

Estas exigencias ciudadanas chocan con el comportamiento pasado y presente del PP y del PSOE, por lo que cada vez tienen menos votantes, lo que ha abierto una enorme brecha en el declinante bipartidismo, e incluso ha dado lugar a que se cuestione la conveniencia del mantenimiento del Estado de partidos o Partidocracia dominante hasta ahora. Por ello, las fotografías de los asistentes a la mencionada junta de rabadanes han sorprendido desagradablemente a la mayoría de españoles que hemos estado siendo expoliados por los partidos políticos y por otros colectivos extractivos en las últimas décadas.

Menos mal que en esa anacrónica junta no participó el rey Felipe VI; pues ello abre la esperanza de que el jefe del Estado, ajeno a las lamentables actuaciones partidistas que hemos recordado, acoja favorablemente el nuevo tiempo político que la sociedad española necesita y demanda.

                                                                       JOAQUÍN  JAVALOYS


[1] “La Financiación de los partidos políticos y la corrupción en las empresas”. Antonio Argandoña. Papeles de Ética, Economía y dirección, nº 6. 2001. Página 9.
[2] “Adolfo Suárez”. Carlos Abella. Ediciones folio para ABC. 2005. Página 565.

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