Llevamos
unas cuantas semanas absolutamente electrizantes, apasionantes, llenas de un
intenso debate. Nos referimos a Grecia, nos referimos a la austeridad, nos
referimos al problema de la deuda occidental, nos referimos a la situación de
la banca, nos referimos a la solidaridad europea, nos referimos a Alemania, nos
referimos a la geopolítica, nos referimos al concepto de democracia. Sin
embargo, para poder participar, opinar, discutir, hay que emigrar, leer prensa
inglesa, francesa, o estadounidense. Repito, para poder participar, opinar,
discutir, hay que emigrar, y seguir los análisis de economistas foráneos -los
ligados a los del “establishment” patrio, hilarantes-. El problema de fondo de
España no solo es económico -vean mi blog anterior donde detallo por qué España
se parece a la Grecia del 2010-. El problema es mucho peor, una democracia
de muy baja calidad, donde unas élites políticas y económicas hace tiempo
que secuestraron a nuestra querida España.
El “Grexit” arrastraría a
Grecia hacia los BRICs, con todo lo que ello supone (la armada rusa y china a
las puertas del mediterráneo). Y la presión estadounidense empieza a ser
asfixiante
Permítanme
ciertas ideas generales alrededor de lo que está sucediendo. Pero antes déjenme
que les anticipe mi opinión sobre lo que va a suceder alrededor de Grecia.
Al final creo que habrá acuerdo. Y el relato final debería correr a
cargo de Alexis Tsipras. La razón es muy sencilla, con el “Grexit” el
sistema bancario occidental, digámoslo en voz baja, sin que se enteren, tendría
ciertos “problemillas”. Pero además entrarían en juego aspectos geopolíticos,
el “Grexit” arrastraría a Grecia hacia los BRICs, con todo lo que ello supone
(la armada rusa y china a las puertas del mediterráneo). Y la presión
estadounidense empieza a ser asfixiante. Por esas dos razones, habrá acuerdo.
Historia
y democracia
Por si acaso, desde “The New York Times” se les
recuerda a los teutones ciertas lecciones de historia: Germans
Forget Postwar History Lesson on Debt Relief in Greece Crisis,
algo así como “en la crisis griega, los alemanes olvidan la lección de historia
de la posguerra sobre el alivio de la deuda”. Nos referimos a la
reestructuración de la deuda alemana en el acuerdo de Londres de 1953.
Siendo sinceros, en cambio, nunca se cuentan las razones reales del acuerdo de
Londres. Si Estados Unidos y Rusia no hubieran estado enfrentadas; si Alemania
no hubiera estado dividida; si los Estados Unidos no hubieran querido mostrar
el éxito del libre mercado y la democracia de la Alemania del Oeste; y si no
hubieran existido tantos lazos de unión, cooperación y complicidad entre los
banqueros de Wall Street y sus parientes alemanes con el detestable régimen
nazi, el acuerdo de Londres no se hubiera realizado. Quizás por ello, la
geopolítica podría acabar ayudando a Grecia, para la desesperación de Rajoy.
Pero el
drama griego tiene un componente más pasional. Grecia es el último campo de
batalla en la guerra de la élite financiera contra la democracia. Grecia
puede entrar en bancarrota, pero la Troika ya está políticamente en quiebra.
Aquellos que persiguen a la nación helena, ejercen poderes no democráticos
ilegítimos, defendiendo los intereses de clase que ahora tanto nos afligen
(magnífica la visión de Euclid Tsakaloto sobre el Euro, que tantas veces hemos
detallado). En realidad durante los últimos dos siglos, con la excepción de los
treinta años de tregua keynesiana de la postguerra, los gobiernos niegan a sí
mismos la posibilidad de cambio, se comprometen a impedir la democracia. En
este sentido, el aplastamiento de la elección política tomada por los griegos
es un componente necesario para el sistema dominante. El neoliberalismo es
intrínsecamente incompatible con la democracia, ya que la gente, al final,
siempre se rebela contra la austeridad, y la tiranía fiscal acaba
prescribiendo. La razón es muy sencilla, el verdadero camino a la servidumbre
consiste en desinvertir en democracia en nombre de la élite (echen una ojeada a
los cinco personajes que la Troika había puesto a negociar: Tusk, Juncker,
Schulz, Dijsselbloem y Draghi).
La entrada del sur de Europa en
el Euro, con el consentimiento de sus élites, acabó destrozando nuestro sector
industrial que no estaba preparado para el libre mercado
¿Y si
estamos subsidiando a Alemania?
La
carta abierta “La austeridad ha fracasado de Heiner Flassbeck,
Thomas Piketty, Jeffrey D. Sachs, Dani Rodrik, y Simon
Wren-Lewis a Merkel es un buen ejemplo de cómo y por qué al final la
austeridad prescribirá. Pero el problema de fondo de la Unión Europea y del
euro es más profundo, se hizo a la medida de Alemania.
Por un lado, la entrada del sur de Europa en el Euro, con el consentimiento de
sus élites, acabó destrozando nuestro sector industrial que no estaba preparado
para el libre mercado (véanse los análisis del profesor Ha-Joon Chang
sobre los mitos del capitalismo contemporáneo). Pero no solo eso.Alemania a fecha de hoy sigue sin querer reducir sus superávits por cuenta corriente mediante políticas que faciliten un mayor consumo de sus familias. Tampoco quiere asumir las consecuencias del riesgo precio de las inversiones de sus bancos. Éstos canalizaron el ahorro de los alemanes hacia actividades y activos sin llevar a cabo el correspondiente análisis de riesgos, obligando a españoles e irlandeses, por ejemplo, a rescatarles mediante la socialización de las pérdidas bancarias. Y encima, para rematar, Alemania sigue sin asumir una unión fiscal que implicaría un proceso de mutualización de las deudas dentro de Europa y la imposición en los mecanismos de resolución en los rescates bancarios a costa de acreedores y no de contribuyentes. Por eso, el euro, en definitiva, y frente a lo generalmente asumido, puede que en realidad haya supuesto, al final, un subsidio del sur de Europa a Alemania, al transformarse en una mera relación acreedor-deudor.
JUAN
LABORDA Vía VOZ POPULI
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