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martes, 14 de julio de 2015

LA EXCESIVA DEUDA PÚBLICA CONLLEVA EL AVALLASAMIENTO DE LAS NACIONES



Antes, los "buenos padres de familia" solo gastaban el dinero que tenían disponible, sin endeudarse, y los políticos -que eran honrados- solo gastaban lo que la administración pública tenía disponible en sus presupuestos.

Posteriormente los particulares descubrieron que los objetos duraderos, como una casa o un automóvil, podían ser comprados a plazos, pagando inicialmente solo una entrada, de un pequeño porcentaje del valor total de lo comprado, tras cuyo pago se podía iniciar el uso y disfrute del bien.

A su vez, los políticos -que suelen actuar con visión de corto plazo- comprendieron que si, en lugar de gastar solamente lo disponible presupuestariamente, endeudaban a largo plazo a su correspondiente administración pública, podrían llevar a cabo grandes  e importantes obras públicas que harían visiblemente positiva su labor.

En consecuencia, nuestro actual modelo económico se sustenta en la práctica de endeudar crecientemente a los hogares y a las administraciones públicas, lo que tiene una consecuencia lógica: cada vez dependemos más de quienes nos prestan dinero pues, cuando no reembolsamos nuestras deudas y pagamos los intereses debidos, si queremos que nos refinancien nuestras deudas hemos de cumplir sus condiciones, generalmente onerosas.

En principio, endeudarse no es bueno ni malo, porque depende del tipo de gasto que se lleve a cabo con el dinero prestado. Si lo invierte en actividades productivas que generen bienes y servicios, además de aumentar el empleo obtendrá ingresos suficientes para pagar intereses y para amortizar lo prestado a su vencimiento. Si el préstamo se aplica a gastos corrientes innecesarios o redundantes, lo recibido no será autofinanciable y necesitará ser refinanciado por los acreedores, que impondrán más severas condiciones para su reembolso.

Nos quejamos de los mercados y de los acreedores especuladores, pero somos nosotros; o, mejor dicho, nuestros representantes políticos quienes acuden a ellos para endeudarnos, pero sin consultarnos. Entonces, habrá que seguir las reglas establecidas por los acreedores (obviamente no adoptadas democráticamente y, tal vez, injustas al ser establecidas unilateralmente por la parte contratante dominante), tanto para endeudarse como para refinanciar, en todo o en parte, las deudas. Finalmente, cuando el deudor es el propio gobierno de una nación, tendrá que adaptar su política económica, con la consiguiente pérdida de soberanía, a las condiciones que les impongan sus acreedores. Es decir, que la política de un Estado será menos autónoma cuando aumente su volumen de deuda pública.

En la antigua Grecia, hace dos mil años, los ciudadanos libres que no pagaban sus deudas pasaban a ser esclavos de su acreedor; pero cuando posteriormente las abonaban entonces volvían a recuperar su libertad y dejaban de ser esclavos. 

Ahora, dos mil años más tarde, sigue existiendo otra especie de esclavitud personal por deudas. Y una esclavitud peor que la de hace dos mil años; ya que la actual no depende de la voluntad del ciudadano ni para contraerla ni para amortizarla, pues son los políticos gobernantes los que nos endeudan sin consultarnos; pero seremos nosotros, nuestros hijos y, tal vez, nuestros nietos los que pagaremos con impuestos las deudas que los políticos despilfarradores e irresponsables contraen hoy. La carga que supone para las hipotecadas generaciones futuras la excesiva deuda pública es tan injusta como irresponsable, porque puede llegar a ser una burbuja inmanejable que explotará antes o después.

Un reciente informe de la OCDE concluía que algunos de sus Estados miembros tienen un excesivo volumen de deuda pública, entre los que citaba a Grecia y a España.

En efecto en el año 2007, antes de que comenzara la crisis, en España la deuda pública existente (en términos Protocolo de Déficit Excesivo) era de 383.798 millones de euros (el 35,50 % del PIB); pero actualmente su deuda pública se ha triplicado y se sitúa en el entorno del 100 % del PIB, gracias a los despilfarradores gobiernos de Rodríguez Zapatero y de Rajoy, obstinados en financiar clientelarmente a unas ruinosas Autonomías insostenibles económicamente. 

A todos estos datos hay que sumar la deuda pública que no se ve, es decir, la que no se contabiliza de forma oficial a través del denominado procedimiento de déficit excesivo (PDE). España es uno de los países con mayor deuda oculta de toda la zona euro, y el problema es que ese enorme endeudamiento no deja de crecer.
 En efecto, el conjunto del Estado cerró el pasado año con una deuda total de 1,52 billones de euros, equivalente al 144% del PIB, según las últimas cifras publicadas por el Banco de España. Esto implica unos 492.000 millones de euros más que la cifra oficial de deuda pública, pues incluye también, entre otras cosas, la deuda de las empresas públicas, el banco malo (Sareb), el Fondo de rescate bancario (Frob), el conjunto de avales y créditos comerciales del sector público, el Fondo de Reserva de la Seguridad Social (la famosa hucha de las pensiones) o los préstamos entre las distintas Administraciones -Fondo de rescate autonómico (FLA), mecanismo de pago a proveedores, etc.-...En definitiva, la deuda oculta -o extraoficial- del sector público se ha disparado desde los 125.000 millones en 2007 hasta los 492.000 en 2014, un aumento de 367.000 millones de euros, tras casi triplicarse durante la crisis.
Pero si el Estado español no puede pagarlos con nuestros impuestos, entonces -¡ventajas de ser europeos de la Unión Europea!- la Troika vendrá y nos rescatará, como ha hecho con Grecia. Eso sí, con un previo acuerdo del Eurogrupo redactado conforme a unas reglas establecidas según un guión impuesto por burócratas servidores de intereses no siempre transparentes.

En el caso concreto de Grecia, nunca podrán pagar su gigantesca deuda, como ha subrayado  el Fondo Monetario Internacional, a pesar de que los griegos de hoy se hayan convertido ya en una especie de esclavos contribuyentes a los que el Estado les quita la mayor parte de sus ingresos. Si en España nuestro macroEstado nos arrebata la mitad de lo que ganamos, en Grecia se expolia a los contribuyentes con casi dos terceras partes de sus rentas y remuneraciones. ¡Todo ello por y para la Deuda Pública!.

Actualmente, los gobernantes griegos han pedido al Eurogrupo y a sus acreedores un tercer rescate de unos 86.000 millones de euros. Para concedérselo sometieron a Alexis Tsipras a una terrible elección: una humillante capitulación absoluta o, alternativamente, la salida del euro. Y, ante la ruinosa situación económico-financiera griega, Tsipras tuvo que olvidarse de sus propias "lineas rojas" y se rindió incondicionalmente a sus "bienhechores" socios y acreedores, aceptando que Grecia aportará tambíen como aval un fondo de 50.000 millones de euros con activos estatales privatizables, que será administrado con la "supervisión de las instituciones europeas relevantes".

Además Tsipras se comprometió a que el Parlamento griego aprobará enseguida las reformas más urgentes que le han impuesto, en dos fases: las más urgentes (aumento del IVA, sostenibilidad a largo plazo del sistema de pensiones, ...) hasta el miércoles 15 de julio y las restantes antes del 22 de julio.
Tales condiciones parecen expoliadoras para los ya empobrecidos y esclavizados contribuyentes griegos, que trabajarán toda su vida para pagar las deudas que sus políticos derrochones y egoístas, los últimos presidentes de gobierno de Grecia: Karamanlis, Papandreu, Papademos y Samarás, contrajeron irresponsablemente.

Los ministros de finanzas que forman el Eurogrupo saben bien que dichas exigencias son inasumibles, aunque parezcan aceptables para Tsipras. Fuentes del gobierno heleno ya han manifestado que “si aprobamos esto, cae el gobierno”. Cada vez parece más obvio que ése es, efectivamente, el objetivo del sector más duro de los socios europeos, encabezado por Angela Merkel. “No les basta con una derrota política de Syriza, quieren directamente la cabeza de Tsipras”, dice un alto cargo del gobierno griego que ha participado en las últimas negociaciones de Bruselas.

En todo caso las exigencias a Grecia del Eurogrupo son completamente inasumibles para los ciudadanos griegos. La única salida que la Unión Europea y los acreedores dan a Grecia es insoportable para su gobierno y posiblemente también para su Parlamento. Ese paquete de exigencias parece tener solamente un objetivo: derrocar al actual gobierno griego, porque Tsipras ha tenido la osadía de oponerse a los Estados dominantes de la Unión Europea apelando a la democracia, con un victorioso referéndum.

Ahora, Merkel ajusta cuentas y exige a la avasallada Grecia que, disciplinadamente, acate "las reglas" que les imponen, como si fuese una colonia. Al fin y al cabo, la superendeudada Grecia hace años que ha dejado de ser un Estado independiente. 

                                                                                   JOAQUÍN  JAVALOYS.

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