Ya no hay duda, Mariano Rajoy se consagró este pasado 24 de mayo como
el presidente más irresponsable de la dizque democracia española; él y su
partido se han convertido en cuello de botella que ha impedido sistemáticamente
la emergencia de cualquier alternativa ajena al populismo capaz de abordar un
proceso de transformación de España que es ya, más que urgente, inaplazable.
Hace ocho años que las enormes ineficiencias del modelo político
español, afloradas en toda su crudeza por el crack financiero de 2007,
evidenciaron la necesidad de profundas reformas institucionales
Hace ocho años que las enormes ineficiencias del modelo político
español, afloradas en toda su crudeza por el crack financiero de 2007,
evidenciaron la necesidad de profundas reformas institucionales. Y liquidado el
zapaterismo, el actual presidente tuvo todo en su mano para acometerlas, al
menos sobre el papel. Sin embargo, lejos de elegir el camino de la política,
optó por ejercer de burócrata, de mero administrador de contingencias, primando
los compromisos adquiridos con las franquicias territoriales del PP y quienes
le apoyaron en su día en el tristemente famoso Congreso de Valencia, amén de
dedicar sus escasas energías a salvar un sistema económico de acceso
restringido.
Así, sin prisa pero sin pausa, el marianismo, con la diligente Soraya
maniobrando en la trastienda, ha terminado por ser la tapa de una olla a
presión a punto de saltar por los aires. Por ahora la tapa sigue ahí, pero
levitando peligrosamente sobre una nube de vapor cada vez más voluminosa. Y es
cuestión de tiempo que salga disparada hacia la estratosfera como un sputnik,
con los restos del PP como tripulación. Desgraciadamente, cuando esto suceda
quizá sea ya demasiado tarde para España. Y entre corrupción y populismo; entre
lo decrépito y el neomarxismo naíf de los Iglesias, Colaus, Carmenas y
compañía, los españoles opten por lo segundo, determinados a reeditar la movida
de los ’80, pero esta vez sin ningún sentido lúdico y una obcecación absoluta.
Hay quien explica lo sucedido este domingo recurriendo, cómo no, al
secular analfabetismo del pueblo. Lo cual viene a ser lo mismo que tachar de
idiota al que decide saltar al vació desde un edificio en llamas
Hay quien explica lo sucedido este domingo recurriendo, cómo no, al
secular analfabetismo del pueblo. Lo cual viene a ser lo mismo que tachar de
idiota al que decide saltar al vació desde un edificio en llamas. Sin embargo,
además de aceptar el resultado de las urnas –qué remedio–, no hay que olvidar
que las opciones que el régimen ha hecho visibles, gracias a unos mass media
dependientes del favor político, son las que son. Había pues solo tres
alternativas reconocibles para el gran público: votar corrupción, votar
populismo o no votar. Y tocó populismo. Solo resta añadir que si la debacle del
PP no ha sido completa es porque los más mayores no han querido.
Pese al empeño de Rajoy por hacer creíble que el final de la crisis
económica es un hecho, media España, si no más, sigue instalada en la
precariedad y sin expectativas de mejora. Por otro lado, si nos atenemos a los
ingresos, la mayor parte de lo que queda de la clase media se encuentra en las
Administraciones Públicas, en la nómina de las grandes empresas y, en general,
en aquellos sectores que directa o indirectamente dependen de la política. Por
tanto, la mentalidad estatista, lejos de relajarse, se ha visto agravada
durante estos años de crisis. Y ahora, además, se ve reforzada por la
desesperación de quienes fuera del paraguas de la España oficial y tras un
calvario de siete años de crisis, han comprado la mercancía de que la solución
pasa por abrir en canal los presupuestos, no pagar nuestra deuda y aumentar la
presión fiscal sobre los que más tienen, amén de otros muchos despropósitos.
Al laminar sistemáticamente el liberalismo y convertir a la derecha en
una caricatura horrible, Mariano Rajoy ha dado a la vieja izquierda una libertad
de movimientos absoluta
Así pues, lo dicho, no hay duda, al convertir al Partido Popular en un
muro infranqueable y laminar sistemáticamente el liberalismo y convertir a la
derecha en una caricatura horrible, Mariano Rajoy ha dado a la vieja izquierda
una libertad de movimientos absoluta, hasta que, como era de prever con tanto
proceso de prueba y error y una colosal crisis de por medio, ha encontrado la
manera de “reinventarse” y llegar a la mente del gran público. Lo peor, con
todo, es que los resultados de este 24-M no han sido lo suficientemente
contundentes como para liquidar el marianismo. Es más, una consecuencia
“inesperada” de la defunción de numerosos barones del PP es la eliminación de
sus adversarios internos. Lo cual va a permitir al presidente mantenerse en el
sillón y seguir alimentando con su proverbial inanidad de aquí a las Elecciones
Generales el músculo del populismo. Por lo pronto, es muy probable que en breve
caigan en manos de la izquierda radical las principales ciudades españolas:
Madrid, Barcelona y Valencia. Si así sucede, el primer paso para la
‘bolivarización’ de España se habrá consumado. El siguiente, mucho más
doloroso, será comprobar sin ahorrarnos un solo sufrimiento que los unicornios
no existen.
JAVIER
BENEGAS @BenegasJ (Vía VOZ POPULI)
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