Actualmente, la
partidocracia y los políticos son, paradójicamente, el obstáculo principal que
impide la verdadera regeneración democrática de España porque subordinan el bienestar y la voluntad
popular a sus propios intereses y privilegios. Esta afirmación no supone
ninguna novedad, pues ya la definió así, con carácter universal, el economista
James Buchanan en su Public Choice, o
Teoría de la toma de decisiones públicas.
Además, la corrupción
política generalizada existente en España ha contribuido también al
desprestigio del Régimen político instaurado por la Constitución de 1978, que
se encamina a su fin.
Por todo ello, las
elecciones autonómicas y municipales del 24 de mayo pasado eran importantes
para, a la vista de sus resultados, comprobar si las formaciones políticas
emergentes son capaces o no de obtener una gran parte de la confianza de los
votantes, pues ellas sí que parecen dispuestas a regenerar la democracia
española mediante un cambio constitucional.
Efectivamente, tras el
24-M, ha quedado fragmentado el panorama político, pues ni PP ni PSOE han sido
capaces de obtener mayorías absolutas y han tenido que compartir el poder con
otros partidos nuevos: Ciudadanos, Podemos,...y con exitosas plataformas
electorales. En tal situación, ha sido necesario llegar a pactos entre los
partidos para conseguir una eficaz gobernabilidad de las comunidades autónomas
y de los municipios. Estos pactos se han llevado por delante a toda una generación
de políticos veteranos, principalmente del Partido Popular, y han debilitado
sustancialmente el tradicional bipartidismo PPSOE, poniendo en cuestión la
vitalidad del declinante régimen partidocrático de 1978.
Lo más llamativo de las
consecuencias del 24-M es que las plataformas ciudadanas, algunas de las cuales
son cercanas a Podemos, han logrado las alcaldías de Madrid, Barcelona,
Zaragoza, A Coruña y Cádiz, entre las capitales de provincia, y algunas otras
importantes ciudades: Santiago, Badalona,...; y que el PP solo conserva la
alcaldía de una sola capital de provincia de las 10 principales: Málaga, y ello
gracias a su pacto con el partido Ciudadanos.
En los pactos se
observa que los partidos emergentes han apoyado a los partidos tradicionales, bien
al PP o bien al PSOE, por lo que en los electores han dejado una importante
duda, a la que yo he querido responder con un artículo publicado en este mismo
blog, titulado Ciudadanos y Podemos:¿La
Regeneración o el Salvavidas de la Partidocracia? http://javaloys.blogspot.com/2015/06/ciudadanos-y-podemos-regeneracion-o-html?spref=tw
La duda que permanece en
la ciudadanía es la de si tanto los partidos viejos como los nuevos
siguen anclados en el pasado, en la política ordinaria, la del día a día; o si,
más bien, dado que estamos en un tiempo excepcional, los partidos emergentes, además de
solucionar los problemas cotidianos, van a enfrentarse a los problemas de fondo
de la democracia española, porque estamos en tiempo de política constitucional:
es preciso llevar a cabo una reforma radical de las tramposas reglas del juego
que han determinado la política española de las última décadas, dirigida por
una egoísta y corrupta Partidocracia cupulocrática. Ahora es tiempo de cambiar
la Constitución; para ello lo mejor sería abrir un Proceso Constituyente. La
regeneración democrática que dicen querer los partidos emergentes ¿incluye
también este cambio constitucional? ¿quieren devolver la soberanía política a
los españoles?. ¡Veamos!.
El partido Podemos ha
concurrido a las elecciones autonómicas, pero no lo ha hecho directa y generalmente
en las municipales, pues ha preferido apoyar a ciertas plataformas ciudadanas
más o menos afines, lo que hace muy difícil cuantificar el alcance de su gran
victoria electoral y conocer exactamente hasta qué punto quiere abrir un
Proceso Constituyente o si se conforma con un profundo cambio constitucional.
Además los pactos no han debilitado a Podemos pues, más bien al contrario, son
sus "compañeros de viaje", y especialmente el PSOE, los que han
mostrado su debilidad política.
En todo caso, hay que
tener en cuenta que en Podemos existe una nueva forma de comportamiento
político. Sus programas no los elabora su cúpula dirigente, como en los
partidos tradicionales, sino que son propuestos por las bases del partido y,
tras superar algunas instancias correctoras, llegan muy elaborados a una cúpula
que se limita a tomar nota de ellos, o a introducir pequeñas modificaciones en
los mismos.
Por ello, si Podemos
quiere tener éxito en las próximas elecciones habrá de asumir la mayor parte de
los temas programáticos que les propongan tanto sus bases como las plataformas
ciudadanas vencedoras en las elecciones del 24-M. Como en ellas hay toda una
generación de personas que tienen menos de 40 años y que exigen nuevas formas de
participación política -y no solo votar cada cuatro años-, es fácil deducir que,
ante las próximas elecciones generales, Podemos propugnará que se abra un
Proceso Constituyente, como ya reclaman la monja activista Teresa Forcades y el
economista critico Arcadi Oliveres, para "romper con el Régimen político
de 1978"; un objetivo que también parecen compartir los numerosos grupos
de cristianos de base integrantes de candidaturas de unidad popular (Ahora
Madrid o Barcelona en Comú) o de partidos emergentes o plataformas ciudadanas,
como el partido Por Un Mundo Más Justo,
cuya ideología es el "transversalismo" (superador de la obsoleta
división en derechas e izquierdas) y el cristianismo de base. Todos estos
grupos o partidos coinciden en luchar contra el mundo de la exclusión social y
contra el empobrecimiento de la ciudadanía, lo que está en sintonía con
"la teología de la liberación". Además, es necesario tener en cuenta
que las organizaciones asistenciales vinculadas a la Iglesia muestran
continuamente su rechazo a las políticas de austeridad empobrecedoras de la
sociedad.
En definitiva, que el
"transversal" programa electoral de Podemos ante las elecciones
generales habrá de conjugar el marxismo de su cúpula dirigente con el humanismo
social cristiano de gran parte de sus bases, en una síntesis atractiva para el
electorado.
Por otra parte, la
ambigüedad que el partido Ciudadanos ha mostrado en sus contradictorios pactos,
unas veces con el PSOE y otras con el PP, ha llevado el desconcierto a muchos
de sus electores, tanto actuales como potenciales, que ahora no saben si
Ciudadanos quiere una total y auténtica "regeneración democrática"
con una profundo cambio constitucional, eso sí, sensato; o si la aspiración a
la regeneración democrática y a luchar contra la corrupción son solo señuelos
de su verdadero objetivo: adquirir poder para ser uno de los cuatro grandes
partidos del sistema; pero sin querer desmontar la hasta ahora dominante
Partidocracia del régimen de 1978; o sea, un papel semejante al adoptado en su
día por el cada vez más insignificante UPyD, lo que le podría llevar a correr
la misma "suerte" que a este veterano partido le toca en una España
con un electorado que quiere reformas radicales, y que no perdona a los
partidos que solo aspiran a ser salvavidas del corrupto sistema partidocrático.
En mi opinión, creo que
ahora los estrategas y dirigentes de Ciudadanos han acertado en su
comportamiento pactista; ya que, en la política española que viene, los
partidos tradicionales irán disminuyendo progresivamente su atractivo y se
convertirán en secundarios. Al apoyar con sus pactos Ciudadanos a PP y PSOE, no
los ha escogido como aliados, sino que ha demostrado que su enemigo es el
emergente Podemos. Con sus pactos, el
creciente pero todavía débil partido Ciudadanos ha querido ganar tiempo para
irse fortaleciendo, sin tener que luchar contra el PPSOE. Su aportación al
sostenimiento del bipartidismo es táctica y provisional. Sus deseos de
regenerar el sistema político exigiendo democracia interna en los partidos es
una muestra de infantilismo, pues ignora la ley del hierro de la oligarquía que
explicó Robert Michels hace más de un siglo.
Si Ciudadanos no quiere
diluirse e incluso desaparecer en un futuro próximo, como UPyD, habrá de
convencer al ya maduro electorado de que, en último término, a lo que aspira
Ciudadanos es a instaurar un nuevo régimen político mediante un Proceso
Constituyente, y que será presidencialista y verdaderamente representativo y
aceptable para los españoles, con una nueva organización de la
descentralización política territorial de España. Si lo hace, en la teoría programática
y, sobre todo, con su acción política, entonces Ciudadanos podría contar con la
mayoría del electorado que quiere el cambio de régimen político, para instaurar
una auténtica democracia, y el futuro panorama
político de España se caracterizará por tener dos partidos principales: Podemos
y Ciudadanos; y otros dos, secundarios por declinantes, corruptos y obsoletos:
PP y PSOE.
Por ello, a medio plazo Podemos es el gran enemigo de Ciudadanos; una perspectiva que sus dirigentes habrán tenido en cuenta al pactar ahora contradictoriamente tanto con el PP como con el PSOE. En tal caso, los pactos de Ciudadanos con PP y con PSOE habrán sido comprensibles y acertados, pues habrá actuado equilibradamente en defensa propia ante el PPSOE, el bipartidista agente político de la todopoderosa oligarquía o coalición dominante de España, que sigue exigiendo a sus políticos y a sus apesebrados una lucha a muerte con el heterodoxo antisistema Podemos.
Por ello, a medio plazo Podemos es el gran enemigo de Ciudadanos; una perspectiva que sus dirigentes habrán tenido en cuenta al pactar ahora contradictoriamente tanto con el PP como con el PSOE. En tal caso, los pactos de Ciudadanos con PP y con PSOE habrán sido comprensibles y acertados, pues habrá actuado equilibradamente en defensa propia ante el PPSOE, el bipartidista agente político de la todopoderosa oligarquía o coalición dominante de España, que sigue exigiendo a sus políticos y a sus apesebrados una lucha a muerte con el heterodoxo antisistema Podemos.
JOAQUÍN
JAVALOYS
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