¡Ya podemos dormir tranquilos!. Es lo
que parece decirnos el discurso de Pedro Sánchez, en su proclamación como
candidato a la presidencia del Gobierno, pues el PSOE va a terminar con la
corrupción y el paro. También el PP promete acabar con la corrupción y el paro,
e incluso se atreve a prometer que, en 2019, al final de la próxima
legislatura, habrá veinte millones de empleados activos, tres millones más de
los existentes.
Lo malo es que...¡hay un pero!: PP y PSOE son, precisamente, los grandes
partidos que nos han gobernado en las últimas décadas cuando la corrupción
institucional y el paro se han hecho crónicos. Entonces, ¿tienen suficiente
credibilidad? ¿podemos confiar en el cumplimiento de sus promesas?. Me temo que
no. Y me lo temo, sobre todo, porque no dicen cómo lograrán esos dos grandes
objetivos. Menos mal que ahora tenemos también otros partidos emergentes, que
dicen ser regeneradores...
Tras la vorágine electoral del 24-M, y
una vez que los partidos, viejos y nuevos, han pactado todo lo necesario para
repartirse el poder político territorial y municipal en España, entramos en una
etapa de "dar trigo": hay que pasar de las promesas a los hechos, o al
menos parecerlo...Y yo me pregunto ¿qué van a hacer los partidos para traernos
la prometida "regeneración democrática"?. ¿Basta luchar contra la
corrupción o hay que cambiar las reglas del juego político para instaurar la auténtica
democracia?.
En los
pactos llevados a cabo últimamente se observa que los partidos emergentes han
apoyado a los partidos tradicionales, bien al PP o bien al PSOE, por lo que en
los electores han dejado una importante duda, a la que yo he intentado
responder con un artículo publicado en este mismo blog, titulado Ciudadanos
y Podemos: ¿La Regeneración o el Salvavidas de la Partidocracia?
http://javaloys.blogspot.com/2015/06/ciudadanos-y-podemos-regeneracion-o-html?spref=tw
La
duda que permanece en la ciudadanía es la siguiente: si tanto los partidos
viejos como los nuevos siguen anclados en el pasado, en la política ordinaria,
la del día a día; o si, más bien, dado que estamos en un tiempo excepcional, los partidos emergentes, además de solucionar los problemas cotidianos,
van a enfrentarse a los problemas de fondo de la democracia española, porque
estamos en tiempo de política constitucional: es preciso llevar a
cabo una reforma radical de las tramposas reglas del juego que han determinado
la política española de las última décadas, dirigida por una egoísta y corrupta
partidocracia cupulocrática.
En realidad, la partidocracia y los políticos son, paradójicamente,
el obstáculo principal que impide la auténtica regeneración democrática de
España porque subordinan el bienestar y la voluntad popular a sus propios
intereses y privilegios. Esta afirmación no supone ninguna novedad, pues ya
la definió así, con carácter universal, el economista James Buchanan en su Public
Choice, o Teoría de la toma de decisiones públicas. Los
políticos integrantes de los partidos viejos están solo al servicio de su
partido que los ha propuesto en sus listas de elegibles, por lo que no se
consideran mandatarios de los ciudadanos.
El problema es que ahora, como los ciudadanos saben
que son ya mayores de edad políticamente, cada vez se distancian más de los
anquilosados partidos viejos, pues les exigen regeneración democrática,
comportamientos éticos y sometimiento de las cúpulas de los partidos a la
voluntad de sus afiliados, especialmente en cuanto a la elección de los
candidatos a puestos electivos, pues quieren que sean elegidos en primarias por
todos los afiliados. Los ciudadanos ya
no aceptan que los partidos sean un rebaño flanqueado por mastines, ni un
internado victoriano, ni un regimiento prusiano. Si un partido carece de
democracia interna en su funcionamiento, los ciudadanos dejan de votarlo, pues
ahora castigan duramente a los partidos cupulocráticos, y no solo a los viejos
partidos sino también a "nuevos" partidos caudillistas como UPyD o
VOX, aunque sus programas sean más o menos aceptables.
Actualmente los ciudadanos toleran cada vez menos
que los partidos políticos sean inmovilistas en cuanto a la regeneración
democrática, o que cambien solamente algo para que todo siga igual; lo que los
españoles exigen ahora es que sus mandatarios, los políticos, integrados o no
en los partidos nuevos, sean elegidos directamente por los ciudadanos, que sean
honrados e íntegros en sus comportamientos, y que efectivamente se comprometan
a regenerar democráticamente una España políticamente corrupta. La corrupción política generalizada existente en
España ha contribuido sustancialmente al desprestigio del Régimen político
instaurado por la Constitución de 1978, que se encamina a su fin.
En todo caso, los partidos emergentes que han consolidado su protagonismo en las elecciones del 24-M son conscientes de que es indispensable llevar a cabo una verdadera lucha contra la corrupción como inicio de la regeneración democrática, por lo que suelen proponer una nueva Ley Electoral que haga posible la elección directa por los ciudadanos de sus representantes políticos en distritos uninominales, leyes que permitan erradicar la corrupción, una efectiva Ley de Transparencia, una financiación correcta de los partidos y una completa rendición de sus cuentas; así como la independencia de los organismos reguladores y de control público, que han de tener también suficiente capacidad sancionadora.
Aunque ignoremos la forma en que Podemos
y Ciudadanos van a erradicar la corrupción de nuestro sistema político, habrá
que darles el beneficio de la duda, pues todavía no sabemos cómo y para quién
van a gobernar. Por ello, parece positivo que participen, directa o
pasivamente, en la gobernanza de las comunidades autónomas y de los municipios
durante los meses que faltan hasta que se celebren las próximas elecciones
generales, pues así podremos deducir hasta donde llega su compromiso de
regeneración democrática y su preferencia por el mantenimiento de la partidocracia
existente o, alternativamente, por un cambio constitucional que habilite la
instauración de un sistema auténticamente democrático, que esté al servicio de
los españoles y no solo, como actualmente, al servicio de los intereses de los
partidos políticos.
Ahora es tiempo de cambiar la Constitución; para ello lo mejor sería abrir
un Proceso Constituyente. La regeneración democrática que dicen querer los
partidos emergentes ¿incluye también este cambio constitucional? ¿quieren
devolver la soberanía política a los españoles?. ¿quieren transformar nuestra
Partidocracia en una verdadera Democracia?.
JOAQUÍN
JAVALOYS
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