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domingo, 19 de septiembre de 2021

España, la necesidad de un “Gran Despertar”: tantos católicos practicantes como ateos

Las comunidades que prosperan son las que abrazan la totalidad del evangelio, que mantienen la confianza, que lo proclaman como verdad de salvación y misericordia, y lo hacen más allá de las paredes de su zona de confort.

  

Sí, necesitamos un Gran Despertar de la fe y de su difusión, porque si, con lo que está sucediendo, no nos atrevemos a lo extraordinario, la Iglesia se sumirá en la más completa de las marginalidades.

En un editorial de Alfa y Omega de esta semana, el semanario de la diócesis de Madrid, y con el título España, ¿un terreno fértil para sembrar la Buena Noticia?, se señala que, según el CIS, solo el 16,7% de los ciudadanos se declaran católicos practicantes, mientras quienes se consideran ateos son el 15,7%.

Considerando el margen de error de la propia encuesta, las magnitudes son prácticamente iguales: tantos practicantes como ateos. Pero, si además nos atenemos a la estructura de edad de cada grupo, es fácil constatar que en el plazo de 10 años los ateos superaran claramente a los católicos, que se encaminan por la lógica de las defunciones, hacia la fatídica cifra del 10%, porque su grupo es el de mayor edad. Antes de llegar a ello, la Iglesia en España no dispondrá de los recursos humanos y económicos para mantener su actual organización. Claro que habrá grandes diferencias entre diócesis, pero la resultante global será aquella.

Y si la situación es esta, una verdad resulta evidente: Si se continúa haciendo lo mismo, se obtendrán resultados parecidos. Esta es una relación difícil de obviar.

Y otra evidencia empírica: las comunidades que prosperan son las que abrazan la totalidad del evangelio, que mantienen la confianza, que lo proclaman como verdad de salvación y misericordia, y lo hacen más allá de las paredes de su zona de confort. Las que sitúan en el centro de sus actividades educativas, culturales, solidarias, a la persona de Jesucristo y el evangelio, y que son capaces de ofrecerlo como respuesta a los interrogantes, crisis, miedos y frustraciones, personales y colectivas, de hoy.

Y este anuncio y transmisión es la misión, porque la Iglesia no hace la misión, sino que es la misión misma, y no hay verdadera evangelización “si no se proclama el nombre, la enseñanza las promesas, el Reino y el misterio de Jesús (Pablo Sexto. Evangeli Nuntiandi 22)

Es a toda la Iglesia a quien les corresponde esta misión, y este es el cambio fundamental, porque hoy por hoy la Iglesia misiona poco más allá de las paredes de los templos.

Por consiguiente, este es el primero y principal eje, pero no el único. Existen tres más.

El segundo es revitalizar nuestras comunidades dándoles vida como tales, y no simples lugares de encuentro. La comunidad lugar de acogida, acompañamiento, celebración y fiesta, empezando por las familias, las parroquias, escuelas y grupos. Necesitamos comunidades vivas y vibrantes, donde el visitante o el recién llegado se asombre de su bienestar.

El tercero y vital es la alternativa cultural cristiana. La Iglesia española se resiste a asumir que el marco de referencia dominante de esta sociedad, cultural y políticamente, tiene como uno de sus fundamentos el rechazo y la marginalidad a lo que es y representa. 

No dialogarán, no la escucharán porque persiguen extinguirla, a menos que la Iglesia sea capaz de construir una alternativa a aquella cultura y pasar de la marginalidad a la presencia visible y activa. 

Construir la alternativa cultural, que une no solo a los católicos de fe, sino a los de cultura, ese más o menos 40% de la población total, que se dice pronto, pero que carece de toda referencia en el marco de las ideas de la vida, porque la Iglesia no tiene la presencia suficiente y coherente, empezando por sus grandes medios de comunicación, que presentan un sesgo inaudito entre “programación religiosa” y la que no lo es. 

Una dicotomía que muestra la media de la sucursalización intelectual en la que vivimos, porque esa dicotomía es propia de la modernidad viejuna, que tendió a separar la vida, de la fe.

No hay dicotomía, sino un enfoque único con diversas aplicaciones: el diagnóstico e información sobre la realidad cotidiana, desde la perspectiva, desde el juicio cristiano y de la ley natural. Esa es la tarea de los medios católicos. Esa, en lo cultural, y contribuir a la evangelización y la formación de la fe, en el plano más reducido de los fieles cristianos

La cuarta cuestión es el problema no superado de la presencia de la concepción cristiana en la política. Para algo debe estar la Doctrina Social de la Iglesia en la vida pública. No puede limitarse al individualismo de lo que hacen unos católicos aislados. 

Esto también es contaminación de la modernidad liberal, el individualismo, sino que se trata de la expresión colectiva de los católicos organizados como una fuerte corriente social; también de grupos y organizaciones que se inspiren en la visión cristiana de la realidad. 

Hoy nadie posee una concepción holística tan completa como la de la doctrina social. Resulta incompresible que, como mucho, esté reducida a una cuestión académica, en lugar de impregnar la acción pública.
 
 
                                                    EDITORIAL de FORUMLIBERTAS

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