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domingo, 12 de septiembre de 2021

UN LIBRO DESMONTA LA LEYENDA NEGRA DE LOS CONQUISTADORES

Hernán Cortés es el auténtico libertador de México, al acabar con la brutal tiranía de los aztecas. En la imagen, detalle de «La marcha a Tenochtitlán», de Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona, 1964).

 

Andrés Manuel López Obrador encabeza una formación política llamada Juntos Hacemos Historia y en 2018 se convirtió en presidente de México para rehacer la historia. 


Para ganar las elecciones utilizó palabras tan sencillas y eficaces como carentes de significado, como sucedió en Italia con el Movimiento 5 Estrellas. Valga por todas: “Abrazos, no balazos”.

En 2019, quinto centenario de la conquista de México, Obrador escribió al Rey de España y al Papa para exigir disculpas públicas: “Tanto la Iglesia católica, la Monarquía española y el Estado mexicano debemos ofrecer una disculpa pública a los pueblos originarios que padecieron de las más oprobiosas atrocidades”.

Que yo sepa, ni el Papa ni el Rey respondieron. Lo ha hecho ahora un historiador venido del fin del mundo”, el argentino Marcelo Gullo, autor del libro Madre Patria. Desmontando la leyenda negra desde Bartolomé de las Casas hasta el separatismo catalán.

La historia no es el fuerte de los Obrador de turno. A decir verdad, tampoco es el fuerte de muchos políticos e intelectuales, religiosos incluidos. Un simple hecho: en 1521, los aproximadamente trescientos hombres de Cortés hicieron caer el potente imperio de Moctezuma en poquísimo tiempo. ¿Un milagro? 

No: lucharon junto a Cortés “110 naciones mexicanas que vivían oprimidas por la tiranía antropófaga de los aztecas”. México no fue conquistado, fue más bien “liberado” por los españoles, escribe Gullo, quien documenta las horribles costumbres religiosas de los aztecas, que realizaban decenas de miles de sacrificios humanos cada año.

Me he ocupado en varias ocasiones de la historia de España. Hace dos años salió mi libro Una historia única, que muestra cómo tanto la Reconquista como la Conquista españolas, ambos acontecimientos realmente únicos, fueron posibles gracias a la fe de un pueblo entero, asistido por la protección del cielo (De Zaragoza a Guadalupe es el subtítulo). En una entrevista a Carmelo López-Arias en Religión en Libertad con motivo de la publicación de la edición española, explicaba cómo ha podido ser que un evento prodigioso se haya convertido en una empresa criminal.

A este respecto me parece útil añadir a las consideraciones de Gullo las de Juan Pablo II el 12 de octubre de 1992 en Santo Domingo, en el quinto centenario del descubrimiento de América: 

“Damos, pues, gracias a Dios por la pléyade de evangelizadores que dejaron su patria y dieron su vida para sembrar en el Nuevo Mundo la vida nueva de la fe, la esperanza y el amor. No los movía la leyenda de «El Dorado», o intereses personales, sino el urgente llamado a evangelizar unos hermanos que aún no conocían a Jesucristo. Ellos anunciaron «la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres» (Tt 3, 4) a unas gentes que ofrecían a sus dioses incluso sacrificios humanos. Ellos testimoniaron, con su vida y con su palabra, la humanidad que brota del encuentro con Cristo”.

El 14 de mayo, el Papa Wojtyla, que de historia sí sabía, había reivindicado así el bien hecho por los católicos españoles: “No puede por menos de producir viva satisfacción examinar el contenido de las actas de los numerosos Concilios y Sínodos que se celebraron en la primera época, como también otros documentos de riquísimo contenido, como las Doctrinas o Catecismos, que fueron centenares y casi todos están escritos en las lenguas de las etnias y países donde los misioneros desarrollaban su misión”.

En Italia, tal vez influidos por los “bravos” y por los “gritos” de manzoniana memoria [Alessandro Manzoni, Los Novios (1827 y 1840-42)], con frecuencia hemos contemplado la historia de España con un sentimiento de superioridad apenas disimulado. 

Es un error. Es un gran error, fruto del provincianismo y de la ignorancia. Las potencias protestantes y masónicas inventaron la leyenda negra para lograr el aplauso incluso de las propias naciones católicas a su pretensión de reemplazar la “inhumana” dominación española. La leyenda negra ha servido y sirve para denigrar a la única gran potencia que ha defendido hasta el extremo a la Iglesia católica, apostólica y romana.

Y eso nos toca muy de cerca.
 
 
                                                      
Angela Pellicciari
Historiadora


Publicado inicialmente en La Nuova Bussola Quotidiana.

Traducción de Carmelo López-Arias.

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