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viernes, 13 de noviembre de 2015

DE GAULLE TENÍA RAZÓN



                                De Gaulle fue un gran defensor de la independencia de Europa del seguidismo norteamericano


El pasado 9 de noviembre y con un eco más bien escaso fuera de Francia se conmemoró el 45º aniversario de la muerte del general De Gaulle en su ciudad natal de Colombey-les-Deux-Églises, donde vivió retirado en La Boiserie, su casa familiar desde que abandonó la presidencia de V República Francesa, de la que él fue su fundador. En esta ocasión, no es la primera vez, han acudido a homenajearle gentes de todo el espectro político francés, desde el centro derecha de nombre cambiante, hoy “Los Republicanos”, que se consideran sus herederos políticos, hasta la izquierda con el Partido Socialista gobernante a la cabeza. Incluso el Frente Nacional, que en gran medida es el heredero de otra tradición, acérrimamente enemiga del General, la de los defensores de la Argelia francesa, acudieron a recordarle, quizás porque consideran con razón que es el forjador de la nueva Francia que recibió un gran impulso bajo su mandato. Pero esto son versiones internas, si nosotros traemos a colación su nombre es por otro motivo.
De Gaulle fue en ajustada definición el primer ciudadano del siglo XXI, un adelantado a su época, aceptado y elogiado en muchos aspectos, duramente descalificado en otros, pero precursor en muchos aspectos, que aunó capacidad realizadora del presente, con una gran visión a largo plazo. Sus aciertos no justifican los errores, pero los primeros dibujan a un político excepcional. No vamos a reparar en la construcción de su imagen histórica, que de hecho empieza cuando se niega a aceptar la derrota francesa y el subsiguiente pacto con Alemania. Lo que ahora nos interesa subrayar sobre todo es su visión de Europa.
De Gaulle tenía una idea de Europa en buena medida distinta a la que se ha realizado. Ya entonces, era partidario no solo de la colaboración con lo que él se empeñaba a llamar Rusia -y que muchos veían en esto una antigualla, más que una premonición- en lugar de la URSS, su nombre real en aquella época, y afirmaba la necesidad de colaborar con ella hasta constituir la verdadera Europa, del “Atlántico a los Urales”. Una Europa de los pueblos, una idea abierta a diversas interpretaciones, porque De Gaulle, no debe olvidarse, fue en buena medida un nacionalista francés, y en este sentido un estatista, pero capaz de abogar por Europa y de acometer lo impensable como fue el aceptar la traumática independencia de Argelia, cuyo estatus político no era colonial, al menos no formalmente, sino el de una región francesa. Fue un gran defensor de la independencia de Europa -de Francia- del seguidismo norteamericano, y por esta causa abandonó la OTAN y defendió siempre la creación de un ejército europeo, que como tal debía de colaborar con Estados Unidos, pero como unidades independientes. Su gran caballo de batalla, mejor dicho uno de ellos, fue el no a la integración del Reino Unido al entonces Mercado Común, porque pensaba que nunca encajaría en una institución política europea, y que siempre seria el caballo de Troya del “primo” americano.
Hoy, cuando se observa el enorme error cometido en el conflicto de Ucrania, simplemente por seguir cerrilmente a los intereses americanos, cuando nos enfrontamos a Rusia en lugar de colaborar con ella, que pesar de todas sus diferencias tiene el régimen más democrático y estable de toda su historia, cuando se es tan generoso con los abusos y desmanes del gobierno turco y se alza el grito ante todo paso de Putin, hay que descubrirse y repetir la teoría de De Gaulle, y proclamar que el horizonte de destino es la articulación de la UE y Rusia, y que a corto plazo la colaboración económica y militar es la respuesta.
Y ahora, cuando Cameron, por intereses absolutamente partidistas y locales, viene a reivindicar concesiones que destruirán, de aceptarse, una ya tocada Unión Europea; cuando se niega a aceptar condiciones regulatorias que limiten a la City de Londres como centro mundial financiero; cuando es evidente que el capitalismo liberal anglosajón es cada vez menos compatible con el neocapitalismo europeo; cuando quiere reducir su aportación a las arcas comunes y pide que se proclame el principio de no aceptar una mayor integración política, y que se reconozca el estatus de moneda europea a la Libra; y se pretende recortar el derecho a la libre circulación de personas, que es uno de los fundamentos de la Unión, entonces nos viene a la cabeza que quizás De Gaulle tenía razón cuando se negaba a que el Reino Unido fuera parte de la Europa política, y que sus ideas sobre Europa merecen un renacimiento.
                                           
             
                                                EDITORIAL DE FORUM LIBERTAS del 13 de Noviembre de 2015  

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