Digamos las cosas claras: quienes viven en
riesgo por el Estado Islámico son los ciudadanos de Oriente Medio,
cristianos y musulmanes, sobre todo Chiitas, y los europeos (en
contrapartida su acción contra el enemigo histórico de los árabes,
Israel, ha quedado en un segundo plano). A Estados Unidos esto le pilla
un poco lejos, todo lo lejos que se puede estar de un Imperio global.
Les pilla lejos y se nota, porque lo que ha hecho Obama con este
problema es mostrar no solo su política dubitativa, sino la opción del
pasteleo político en su peor versión. Ha aceptado que aliados
incondicionales suyos, como Arabia Saudí, Qatar y Turquía, favorecieran
al ISIS, hasta su conversión en monstruo. Todavía ahora, depende de
Turquía para exportar el petróleo que les sirve para financiar su
costosa guerra, y del que, poca broma, es el noveno productor mundial.
¿Alguien puede pensar que todo este entramado, por otra parte frágil,
subsistiría si Estados Unidos hubiera llevado a cabo una acción militar
seria? Es evidente que no. Obama se ha dedicado a marear la perdiz, a
intentar aprovechar la situación de Siria para colocar un gobierno -una
ilusión- satélite en Damasco, como lo intentó en Irak- sin éxito. Ha
hecho bandera y prioridad de la derrota de Asad, sin parar atención de
los resultados que ha comportado la destrucción del estado iraquí, y
libio, en este último caso bajo la desastrosa inspiración franco-inglesa
y la oposición de Italia, cuyo gobierno es quien mejor conocía la
situación libia.
Solo la decidida intervención de Putin
que, con un potencial militar que es la décima parte del norteamericano,
ha golpeado con eficacia en la guerra siria para apuntalar el régimen
actual, la única baza posible para, primero, derrotar a Isis, y segundo
negociar la paz. Esto ha empujado a Obama a la mesa de negociaciones,
pero sin llegar a un compromiso firme de intervención militar. Ni
siquiera el sangriento ataque de Paris le ha llevado a cambiar de
posición y pasar a hacer una guerra en serio; sigue en su posición de
pasteleo. Pero ahora, espoleado por una crisis nacional que puede
quemarle, después de pasar el natural periodo de duelo, Hollande alza la
voz y emprende la acción para forjar una acción militar aliada con
Rusia y Estados Unidos. La presión sobre este último país crece, y puede
obligar a la enésima rectificación de Obama.
De todo esto los europeos debemos sacar
unas conclusiones básicas. La primera es que Rusia no es un enemigo sino
un aliado con quien compartir el pan y la sal. Esta es la única salida
que nos conviene -y a Rusia también- en un mundo inhóspito. La segunda
es que Europa debe desarrollar una capacidad de defensa importante y
propia, porque no podemos estar en manos de un extraño, de la OTAN, que
en definitiva es un instrumento al servicio de Estados Unidos, y que se
justifica y alimenta del belicismo contra Rusia. Alianza con Estados
Unidos sí, pero no supeditados a su mando. Es una posición
que ya no se aguanta: vender la comodidad de unos presupuestos de
defensa ridículos a cambio de ser colonias militares de los intereses
norteamericanos. Compartámoslos, pero en pie de igualdad con los
europeos.
La tercera consideración es distinta, porque pertenece al orden interior. Me refiero a algunas de las medidas de Hollande que Forum Libertas trata con detalle
y que son impresentables: ni estados policiacos que limiten los
derechos fundamentales, ni criminalización de los musulmanes europeos
por parte de grupos de extrema derecha, dos dinámicas que calan con
facilidad en una sociedad que, si no supera su decadencia e
individualismo narciso, puede caer fácilmente en el miedo.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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