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domingo, 6 de diciembre de 2020

Ambientalismo y globalismo, las ideologías más peligrosas.

El ambientalismo y el globalismo, según el XII Informe del Observatorio Cardenal Van Thuân, que acaba de ser publicado por Cantagalli (Siena, pp. 256, 16 euros), son las dos ideologías más peligrosas del momento porque convergen como una tenaza y forman parte de un único plan político mundial. Tal vez nunca como ahora haya sido tan necesario un Informe como este, que aborda un argumento de gran actualidad justo cuando su implementación está en una fase tan avanzada, lo cual es muy preocupante. Todos ven, pero no todos entienden: el Informe sirve para documentar, informar y movilizar a la resistencia.

El ambientalismo actual es una gran burbuja ideológica que se lleva incubando desde hace decenios y que ahora ha llegado a una fase que, desde un punto de vista programático, se difunde por doquier. La idea de fondo es que el medioambiente está enfermo y la causa principal de esta enfermedad es el hombre. Incluso el Covid, que no tiene nada que ver con el medioambiente, ha sido propuesto como síntoma de la gravedad del mal que ataca al planeta. Estamos cerca de la catástrofe: el mensaje deriva no solo y no tanto de Greta Thunberg, ante la cual se han postrado parlamentos enteros y organismos internacionales, sino de las agencias de la ONU, los centros de investigación alineados, las grandes fundaciones, los medios de comunicación del mundo entero y los líderes de opinión del sistema. Nos dirigimos hacia un devastador calentamiento global causado por las emisiones de anhídrido carbónico, nos arrasarán catástrofes climáticas y deberemos familiarizarnos con pandemias recurrentes. Los recursos no renovables se agotan, es urgente potenciar los renovables y sostenibles, y dar vida a una economía verde basada en la circularidad, la sostenibilidad, el equilibrio con la naturaleza y unas relaciones humanas sobrias y solidarias.

Sin embargo, este nuevo orden ambientalista se convierte rápidamente en político. Es necesario que colaboremos juntos, como debería habernos enseñado el Covid, y superar las barreras de identidad, los confinamientos y los muros. Es necesario llegar a una sociedad abierta global dotada de una gobernanza –y también, por qué no, de un gobierno– global capaz de hacer frente a las amenazas, igualmente globales, al medioambiente y, de paso, a la convivencia solidaria entre los hombres. Sin embargo, el globalismo político es imposible sin una sociedad global, homogénea culturalmente y con una ética de la humanidad con unos pocos e indeterminados principios morales vagamente humanistas, y una religión universal sin dogmas y doctrinas definidas. Hay que reducir la ética natural y la doctrina católica a un diálogo interreligioso universalizado a fin de alcanzar una sociedad multiétnica y multirreligiosa, que se puede conseguir también a través de la emigración. Así es como están relacionados el ambientalismo y el globalismo en un único proyecto político universal. Las fuerzas que quieren alcanzarlo están en marcha y la implementación está muy avanzada.

La Iglesia católica está dando su apoyo a este proyecto más bien inquietante, porque se ha orientado con decisión hacia el mismo recorrido que hacen la ONU y las fuerzas económicas, sociales y políticas que rinden culto al medioambiente, engañan sobre las soluciones utópicas a las desigualdades económicas, proponen una hermandad universal plana y apuntan a un programa educativo global colectivista y uniformizador.

Es relevante, por tanto, la llegada del Informe del que estoy hablando, porque aborda y desmonta una a una las tesis que he presentado de forma resumida: el cuadro no se aguanta, los datos se deforman instrumentalmente, la realidad es mistificada. El Informe es un verdadero manual de contrainformación y de oposición al nuevo régimen que se quiere imponer. Siete ensayos autorizados y quince crónicas de las distintas áreas del planeta reconstruyen el cuento que están relatando y nos devuelven a la realidad. Las cosas no son como nos las están contando.

Riccardo Cascioli explica que el énfasis actual sobre la “sostenibilidad”, caballo de batalla del ambientalismo dominante, tiene orígenes eugenésicos puesto que considera al hombre como el depredador de una naturaleza originariamente equilibrada, por lo que hay que reducir su presencia. Luis Carlos Molion ilustra cómo el calentamiento global no está causado, en absoluto, por el hombre, desmontando, con datos en la mano, una mentira enorme que ha penetrado en el sentir colectivo a través de una desinformación sistemática que solo se explica si ha sido planificada. Gianfranco Battisti demuestra que la tesis del agotamiento de los recursos petrolíferos es absolutamente insostenible, por un motivo particular: nadie conoce los datos al respecto porque las estimaciones están viciadas desde el inicio por los intereses de las multinacionales energéticas. Domenico Airoma y Antonio Casciano denuncian el programa verde de la Unión Europea, que desearía reducir totalmente antes de 2050 los gases de efecto invernadero introducidos en la atmósfera. Este programa, para nuestros autores, tiene “poca ciencia, mucha ideología y demasiado dirigismo normativo”. Don Mauro Gagliardi reconstruye correctamente la visión católica de la creación y la depura de las superposiciones ideológicas funcionales al nuevo ambientalismo. Mario Giaccio abre una puerta que se desea tener cerrada a cal y canto, a saber: la de las especulaciones financieras sobre las cuotas de emisión de los países europeos. La economía verde no puede presumir de ser pura puesto que se basa, como la economía que desea combatir, en la especulación financiera. Por último, Gaetano Quagliariello, con un razonamiento eminentemente político, dice por qué y cómo la emergencia ecologista es el nuevo camino hacia un nuevo orden mundial y de qué orden, por desgracia, se trata.

En el apremiante aparato desinformativo que nos hace ver lo que no es y desear lo que no nos conviene, la bocanada de aire fresco de este XII Informe del Observatorio Van Thuân es realmente necesaria.

 

                                                              STEFANO FONTANA

 

 

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