No creo exagerar si
juzgo la situación que estamos viviendo estos días en Cataluña como el momento
más grave que atraviesa nuestro país desde el intento de golpe de Estado del 23
de Febrero. Alfonso Guerra, con su agudeza habitual, ha llegado a hablar de que
España está en realidad viviendo un golpe de Estado a cámara lenta. Es decir,
algo que viene preparándose con minuciosidad desde instancias de la propia
Generalidad. Se ha valido para ello de la propia sociedad civil y de las
asociaciones a su servicio a las que ha financiado y apoyado con descaro para perturbar
la convivencia poniendo en marcha y alentando el que la gente salga a la calle
para amparar las consignas del gobierno.
Es posible –como
parece haber afirmado Artur Mas recientemente- que, en el fondo, se trate de
una operación política de amedrentamiento al gobierno de la Nación para forzarle
en un inmediato futuro a una negociación ventajosa para sus propósitos. El
cálculo del nacionalismo catalán es que dentro de unos meses existirá en Madrid
un gobierno que no tendrá más remedio que negociar y ceder. Y ahí reside,
precisamente, el mayor riesgo de la situación que estamos viviendo.
Es fácil comprobar que
se empiezan a dar todos los síntomas de encontrarnos ya en la antesala de una
futura negociación con Cataluña que acarreará ciertamente a España más males que bienes. La necesidad de encajar
el hecho diferencial catalán en nuestra Constitución, según algunos; la
insistencia de dar paso, de la noche a la mañana, a un Estado federal –según
otros-; sin olvidar a los partidarios de las llamadas Terceras vías que
solicitan blindajes de competencias, disposiciones adicionales en nuestra
Constitución y el reconocimiento de Cataluña como nación, presagian una
voluntad de rendición y de entrega de todo punto inadmisible. No nos engañemos.
No estamos ante un problema de más autonomía para Cataluña. Estamos ante una
pretensión de independencia que se pretende conseguir, paso a paso siguiendo un
protocolo ladinamente establecido. La independencia, a diferencia de la
autonomía, no es modulable. Consiste en un todo o nada.
Hasta aquí los
hechos tal y como son en la más pura realidad. Llevamos 40 años de victimismo
incesante del catalanismo político que ha sido correspondido desde el Estado
central con múltiples cesiones en aras de una mejor convivencia. El resultado
ha sido nulo. No volvamos a caer en la trampa de que una nueva negociación vaya
a resolver el problema.
Cada día que
transcurre, España se encuentra en peor situación para afrontar este reto. Ya
estamos a pocos días de las elecciones autonómicas. Dentro de unos meses se
producirá la disolución de las Cortes. Se avecina un período de interinidad
política sumamente peligroso. Los separatistas guardan sus bazas para jugarlas
en su mejor momento. Hoy, todavía, a pesar de la flema y pusilanimidad de Rajoy, saben que tienen un gobierno en
frente con mayoría absoluta y calculan que mañana el gobierno que salga de las
urnas será un gobierno compuesto, de coalición más frágil y débil. Y no lo olvidemos, detrás de Cataluña está siempre el País Vasco,
a la espera de acontecimientos.
Por todo ello, si
hoy somos más fuertes ¿por qué no dar la batalla ya? ¿Es que estamos esperando
a ser más débiles para enfrentarnos a la situación?. Recurrir a líderes de
otros países amigos para que nos saquen las castañas del fuego me apena como
español. Por otra parte hay que reconocer que a los sediciosos ya no les asusta
la apelación al peso de la ley porque la ley lleva sin cumplirse muchos años y
la feroz propaganda oficial de la Generalidad les ha acabado convenciendo de
que, fuera de España Cataluña será la arcadia feliz.
No es lícito que
nos rindamos ante la farsa que ha montado el nacionalismo catalán. La
izquierda, durante la República, supo actuar en su momento con decisión y
sentido del Estado. Esperemos que la derecha democrática actual no nos defraude
y sepa defender adecuadamente el orden constitucional, la legalidad vigente y
la convivencia entre todos los españoles.
Excelente retrato de la situacion politica que se esta viviendo en Cataluña. Es lamentable que venga siendo ignorado por el actual gobierno de Rajoy, pese a la preocupacion que esta generando en la ciudadania española en general, incluidos los mas del 50% de ciudadanos catalanes
ResponderEliminarEl Gobierno de Rajoy, por su inacción practicando "la política del avestruz" resulta ser "cooperador necesario" del drama de Cataluña promovido por los nacionalistas a los se permitió que impunemente pastorearan caciquilmente a los catalanes durante las legislaturas de F. González, Aznar, R. Zapatero y Rajoy(a pesar de su mayoria absoluta de diputados). Ahora, cuando la mitad de los súbditos catalanes se rebelan contra sus corruptos dirigentes, que están siguiendo "la hoja de ruta" independentista, Rajoy esconde su cabeza en la tierra -como el avestruz- y dejar hacer a los secesionistas, amenazándoles solamente con aplicar la Ley, pero sin aplicarla, hasta que sea demasiado tarde y España se rompa.
ResponderEliminarEl desafío de Mas es intolerable.
ResponderEliminarA mi modesto entender no se actúa en base a que pudiera convertirse en “víctima” quien actualmente es “agresor”. Bien. Pero si tenemos en cuenta que más tarde o más temprano se tendrá que actuar en defensa de la legitimidad y del respeto a la democracia, que es el gobierno de la mayoría, no de una minoría, cuanto antes se haga, antes se comienza con la solución y se ataja el problema. No por demorarla o esconderla, se solucionará sola.