Manifestación de la Diada el pasado 11 de septiembre. Foto EFE.
Albert Einstein dijo que “el nacionalismo es una enfermedad infantil, el sarampión de la humanidad”, y Carlos Marx que es “un invento de la burguesía para dividir al proletariado”. Toynbee, considerado como uno de los más importantes filósofos de la historia, sostuvo en toda su obra que el nacionalismo es uno de los mayores enemigos de cualquier civilización de la Historia. Comparto la tesis de Don José Ortega y Gassetexpuesta en su discurso sobre el Estatuto de Cataluña en la sesión de las Cortes de 23 de mayo de 1932: ”El problema catalán es un problema que no puede resolverse. Ha existido antes de la unidad peninsular, y seguirá siendo mientras España subsista, por lo que sólo puede conllevarse. No presentéis vuestro afán en términos de soberanía, sino de autonomía, porque entonces no nos entenderemos”. Creo también, con Ortega, que “un Estado en decadencia fomenta los nacionalismos, y que un Estado en buena ventura los desnutre y reabsorbe”, y que “el nacionalismo es el hambre de poder templada por el autoengaño”.Todo nacionalismo es genéticamente excluyente e insolidario, por mucho que pongan su buena voluntad en ser incluyentes y solidarios.
Todo nacionalismo es genéticamente excluyente e insolidario
El derecho a la autodeterminación externa, esto es, a la secesión o a la independencia, no tiene cabida en el marco constitucional. El art. 2 de la Constitución de 1978, la fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación Española, patria común e indivisible de todos los españoles, al igual que el art. 40 del proyecto de Constitución Federal de la 1ª República española del socialista catalán Pi y Margall, que sólo consideraba a España como Nación. La Comisión Constitucional en la que se discutió el Título VIII de la Constitución rechazó por todos sus miembros la enmienda que pretendía la introducción en dicho Título del derecho de cualquier Comunidad Autónoma a la autodeterminación entendida como secesión, propuesta por Letamendía,diputado de HB, con la excepción del diputado del PNV Marcos Vizcaya, que defendió su voto afirmativo "como tal derecho retórico", pero que no deseaba que tal derecho se incluyese en la Constitución. Ninguna Constitución democrática, ni siquiera la bicentenaria Constitución Federal
de los Estados Unidos, ni la de la Confederación Helvética reformada en 1947, reconocen el derecho a la autodeterminación externa o secesión. Tampoco tiene cabida la autodeterminación de Cataluña en los Tratados de la Unión Europea, como ha demostrado el catedrático de Derecho Internacional Manuel Medina Ortega en su reciente libro “El derecho de Secesión en la Unión Europea”, ni en el derecho internacional, que sólo la ha contemplado en los procesos de descolonización al amparo de las Declaraciones de la ONU sobre la Concesión de Independencia a los Países y Pueblos Coloniales de 1960, con los Pactos Internacionales de 1966. En el caso de que se llegara a producir la independencia de una parte del territorio de uno de los Estados miembros de la Unión Europea, ésta se vería obligada a seguir el procedimiento de admisión previsto en los Tratados que requiere la unanimidad de los Estados miembros, incluido el voto del Estado matriz.
El de Más es el quinto intento, que será frustrado como los anteriores, de proclamar unilateralmente el Estado Catalán, sin olvidar la traición, con la misma finalidad, de la Generalitat a la II República enfrentada al fascismo internacional durante la guerra, de la que se lamentaron profundamenteAzaña y Negrín.
El independentismo catalán fue una de las causas del fracaso de la primera República
El independentismo catalán fue una de las causas del fracaso de la primera República que terminó con el golpe de estado de Pavía, del fracaso de la II República, que terminó con la insurrección militar de Franco, de la perdida de la guerra civil, que dio paso a 40 años de dictadura, y ahora está poniendo en peligro la etapa de mayor estabilidad política y progreso de la España contemporánea. La debilidad de los gobiernos de la primera y segunda república, que cometió el error de indultar a los rebeldes independentistas catalanes, no supieron responder a ese desafío intolerable.
Confío que ahora no sea necesario -ni siquiera en el caso rebelión constitutiva del delito del art. 472.5º del C. Penal, competencia de la Jurisdicción Ordinaria-, acudir a la declaración del estado de sitio para impedir la declaración unilateral de la independencia de Cataluña, ya que si esta se produjera, como Más ha decidido, el Gobierno de España la impugnaría ante el Tribunal Constitucional, que suspenderá dicho acuerdo (art. 160.2 de la Constitución), o bien, con aprobación de la mayoría absoluta del Senado, en el caso de que no sea atendido el requerimiento previo por el presidente de Cataluña, el Gobierno adoptaría las medidas necesarias para obligar a Cataluña al cumplimiento forzoso de las obligaciones que la Constitución y las leyes le imponen, para cuya ejecución puede dar instrucciones a todas las autoridades catalanas, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 155 de la Constitución.
En este caso, el Gobierno de España está obligado a tomar todas las medidas que la Constitución establece para impedir con firmeza que se materialice la declaración unilateral de independencia, que daría lugar a otras declaraciones unilaterales en cadena de los nacionalismos regionales, retrocediendo de nuevo al ¡Viva Cartagena!. En el caso de que se llegue a producir condenas de los Tribunales competentes a los líderes secesionistas por no acatar pacíficamente dichas medidas, no se debe cometer el error de indultarles, como hizo el gobierno de la II República, pues no se puede consentir que el nacionalismo catalán vuelva a poner piedras en las curvas ilusionadas de nuestra historia.
Los nacionalistas catalanes nunca aceptarán más vías que la de la independencia
Creo difícil el diálogo con los nacionalistas catalanes con el fin de encontrar un modelo de encaje en la Constitución, o en su reforma, para satisfacer sus pretensiones independentistas, ni siquiera el Estado Federal, propuesto por el PSOE, del que son acérrimos enemigos. No nos engañemos, los nacionalistas catalanes nunca aceptarán más vías que la de la independencia. El nacionalismo es como un avión, si se para, se cae. Aunque hipotéticamente logren la independencia, seguirían responsabilizando al Estado Español de sus fracasos políticos para encubrir, como ahora, la corrupción y la ineficacia de su política económica. Con independencia o sin ella, el nacionalismo necesita un enemigo exterior para sobrevivir.
ELIGIO HERNÁNDEZ Vía VOZ POPULI
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