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martes, 15 de septiembre de 2015

EL PROTAGONISMO DEL PSOE EN LA CONSOLIDACIÓN DE LA PARTIDOCRACIA Y DE LA CORRUPCIÓN








 Querido lector, te invito a que hagas conmigo seguidamente un clarificador ejercicio de Memoria Histórica...

1) SISTEMA POLÍTICO.

¿Cuál es la naturaleza de nuestro sistema político, del que se dice que no es representativo de los ciudadanos sino de la cúpula de los partidos?.
En España la representación política y el sistema electoral fueron regulados inicialmente por el Decreto-Ley de 18 de marzo de 1977 sobre normas electorales, pero se consolidó en la Constitución de 1978 y, posteriormente, en la Ley Orgánica de 19 de junio de 1985 sobre Régimen Electoral General (LOREG), que estableció que el número de escaños correspondiente a cada partido se halla mediante una regla proporcional corregida por la fórmula D’Hont, asignando los restos electorales a los dos partidos mayoritarios en cada circunscripción electoral, que es la provincia. De esta forma se favorece el bipartidismo. En las elecciones las listas de candidatos son elaboradas por los partidos políticos y han de ser cerradas y bloqueadas para elegir los diputados del Congreso y abiertas para el Senado.
Por otro lado, el artículo 6 de la Constitución dice que:
“Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”.
En la práctica, sin embargo, los partidos políticos españoles incumplen generalmente los preceptos de ese artículo 6 porque ni su estructura interna ni su funcionamiento suelen ser democráticos. En los partidos suele haber una élite o grupo dominante que impone, poco o nada democráticamente, quienes han de mandar en el partido. A estos dirigentes se los denomina corrientemente “la cúpula” del partido.
A pesar de tener carácter provisional, las normas electorales de 1977 fueron incorporadas en 1978 al texto constitucional y finalmente se consolidaron como ordenamiento electoral por la Ley orgánica 5/1985, de 19 de junio, sobre el Régimen Electoral General (LOREG), dictada por el PSOE que gobernaba desde octubre de 1982 con mayoría absoluta de diputados. Por tanto, los socialistas  son los responsables de haber consolidado entonces una legislación electoral poco democrática y provisional elaborada en 1977 por el reformador franquista Adolfo Suarez. Al PSOE le interesó entonces mantener un sistema electoral que tutelase la democracia a través de un partido estatal dominante. El ciudadano quedó así sujeto al imperio de la partitocracia mediante las listas cerradas y bloqueadas, pues la Ley electoral de 1985 no respetó ni siquiera los “criterios de representación proporcional” establecidos por la Constitución española en su artículo 68.3. Además la LOREG perpetuó consecuencias perversas, pues mantuvo injustas desigualdades del voto según que el ciudadano votante residiera o no en una provincia con predominio de partidos nacionalistas.

            Las injusticias y anomalías que se observan en nuestro sistema electoral nos obligan a reflexionar sobre la naturaleza de la subespecie de partitocracia que hay en España. Así, en primer lugar, debemos tener en cuenta lo que afirma Rodrigo Tena[1]: “característica común a todas las partitocracias es que el poder no reside en el partido en su conjunto, sino únicamente en su equipo de dirección, con el agravante de que en España ese equipo se resume prácticamente en una sola persona –el presidente o el secretario general- que elige libremente a sus colaboradores más directos, y de ahí para abajo, a todo el organigrama del partido. Esa peculiaridad, unida a su prerrogativa de decidir quién va o no en las listas, demuestra lo difícil que puede resultar cambiar a un líder si éste no accede voluntariamente a ello, por muy desastroso que sea su liderazgo o por muchas elecciones que pierda”.
Por otra parte merece ser destacado que Ramón Peralta, en el curso 2008-2009, presentó en el Instituto de la Democracia, de la Universidad San Pablo-CEU una ponencia titulada “Representación y Sistema Electoral” como aportación a un debate sobre la necesidad de una reforma electoral en España. En esa ponencia Ramón Peralta hace una crítica del sistema proporcional de listas de partido. De esa ponencia reproducimos aquí los párrafos que me parecen más sobresalientes:
“-       Los diputados deben su cargo al jefe del partido que confecciona la lista electoral: el Parlamento se convierte exclusivamente en la Cámara de representación de las cúpulas de los partidos –cupulocracia- (tras la desaparición de la democracia interna en los partidos).
-                  Desaparece la representación real de los ciudadanos en el Parlamento.
-                  El diputado se convierte en un mero “eslabón técnico” de una democracia devenida en cupulocracia, eso sí, eslabón necesario para dar apariencia democrático-representativa al régimen. Su actividad se reduce a apretar obedientemente tal o cual botón según la indicación del que dirige el grupo parlamentario.
-                  El ciudadano queda ignorado, sin representación efectiva, estafado en sus derechos políticos, ninguneada su libertad política…
En este “Estado de partidos” el principio representativo se falsea por completo. Al Parlamento acceden solo los delegados de los partidos seleccionados por la dirección de los mismos en las listas electorales en función del grado de “afectuosa docilidad” respecto de sus dirigentes y para representar exclusivamente sus intereses.
Las elecciones se convierten en plebiscito a favor de tal o cual partido, de jefe de uno u otro partido, con lo que la democracia representativa deviene en plebiscitaria, tergiversándose uno de los presupuestos esenciales de la misma: la libertad política de los ciudadanos desaparece en la práctica, reduciéndose a la mera posibilidad de cambiar cada cuatro años de oligarquía partidaria gobernante…para mantener formalmente la apariencia democrática…La “democracia de partidos” sencillamente no tolera la verdadera representación.
Cuando en un régimen de tipo parlamentario los partidos se financian por vía estatal y monopolizan los cauces de representación, apoyándose en fórmulas proporcionales de listas, tendiendo a la fusión de los poderes ejecutivos y legislativos, entonces la democracia reviste la subespecie que se denomina partitocracia, o incluso “cupulocracia” cuando llega a desaparecer, incluso, hasta la democracia interna en el partido. En estos regímenes cupulocráticos, sin verdadera representación de los ciudadanos por su distrito, las posibilidades del elector, insistimos, quedan reducidas a un mínimo intolerable, incluso insultante: relevar a una de las oligarquías partitocráticas contendientes que, sin embargo, pueden continuar usufructuando los privilegios de una oposición institucionalizada y disponiendo de dinero público”. 
Tras reflexionar sobre las certeras y demoledoras conclusiones de Ramón Peralta se queda uno desencantado de nuestra “democracia”.
Efectivamente, en el sistema político español los ciudadanos quedan sometidos al partido (o coalición de partidos) que tenga la mayoría absoluta, y este partido vencedor en las elecciones pasa a ser el dueño del Estado y ejerce un poder totalitario, pero “democrático”, del que dependen los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo y, si fuera necesario, a pesar del pueblo. Esta es la democracia que hay en España. Por ello, no es de extrañar que a los jefes de los partidos mayoritarios que se alternan en el ejercicio del poder, algunos los denominen ya virreyes, porque son los únicos que verdaderamente tienen mando en plaza….y ¡totalitario!.
Por ello, las elecciones generales son luchas sin cuartel, casi a vida o muerte, en las que la mayoría de los ciudadanos son simples espectadores. Los consensos solo tienen lugar cuando hay motivos excepcionales de gran importancia: modificar la Constitución sin referéndum popular, por ejemplo, o cuando los partidos mayoritarios tienen que hacer cacicadas para impedir que ningún otro partido, ni nadie, atente contra su duopolio político o contra el sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas, que es lo que permite que ellos detenten el poder estatal, aunque sea con alternancia democrática.



2) PARTITOCRACIA EN LUGAR DE VERDADERA DEMOCRACIA.
                                                
La partitocracia oligárquica y despilfarradora gobernante de España se generó en la Transición democrática, consolidándose en el último cuarto del siglo XX.
En las elecciones generales del 28 de octubre de 1982 el PSOE se impuso como vencedor con una mayoría absoluta amplia, obteniendo 202 diputados mientras que UCD se hundió y sacó solo 12 escaños, pues una gran parte de sus votantes recalaron en Alianza Popular, que obtuvo 102 escaños.
Dada la supremacía del PSOE algunos creyeron que los socialistas, que gobernaban con mayoría absoluta, refundarían la democracia; pero el partido gobernante no solo mantuvo invariable el sistema político acordado en la Transición sino que politizó el poder judicial e intervino en la sociedad civil para desarmarla. Si los socialistas hubieran preferido la ruptura total con el régimen franquista anterior, hubieran podido llevarla a cabo, democráticamente, con su mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.
En cuanto al desarrollo de las Autonomías, del “café para todos” de Suarez se pasó, con el federalismo del PSOE, a la “barra libre”, concediéndose a las comunidades autónomas todas las transferencias de competencias que demandaban en unas reformas estatutarias cada vez más reivindicativas, porque nacionalistas y no nacionalistas creían que a mayores competencias transferidas tendrían más poder territorial.
Desde 1982 la supremacía del PSOE sobre la derecha se mantuvo durante varias legislaturas. En todos esos años el sistema político español permaneció invariable y se consolidó como una partitocracia corrupta. Además, cuando en alguna elección general el PSOE no obtuvo mayoría absoluta de diputados se vio obligada a gobernar negociando compensaciones a los partidos nacionalistas para conseguir su apoyo; pero éstos, insaciables, reclamaron continuamente más y más competencias y recursos. Por supuesto, la Ley Electoral favorecedora de los nacionalistas y perjudicial para los partidos estatales no mayoritarios solo se modificó levemente en 1985, por lo que formalizó la consolidación de las desigualdades que tenía la preconstitucional ley de 1977 sobre normas electorales y mantuvo el sistema de listas cerradas y bloqueadas que han permitido a los partidos dominantes secuestrar y tutelar nuestra democracia, convirtiéndola en una partitocracia oligárquica y avasalladora. Los militantes de base cada vez cuentan menos en los partidos.
A la sociedad civil se la marginó del poder y de la toma de decisiones, pues miembros de los partidos políticos invadieron las asociaciones y las politizaron, poniéndolas a su servicio.
El PSOE, a pesar de tener mayorías absolutas de diputados en varias legislaturas, no quiso hacer de España un Estado democrático y modélico, ni siquiera tras la integración de España en la Comunidad Económica Europea. ¡Se perdió entonces una gran ocasión histórica!. Finalmente, en el felipismo triunfante se consolidó una partitocracia caciquil avasalladora y corrupta. 


      3) LA POLITIZACIÓN DEL PODER JUDICIAL.
Para que exista una verdadera democracia es indispensable que la Justicia, el Poder Judicial, sea independiente. Pero ¿cuál es la situación de la Justicia en España?.
Ana Samboal[2] la ha descrito certeramente así: “La generosa y altruista vocación de consenso y búsqueda del bien común que presidió la alabada en el mundo entero transición de la dictadura a la democracia en España se ha esfumado, pero permanecen las bases de la arquitectura institucional que emanó de ese momento histórico. Es una compleja maraña que se ha revelado ya lo suficientemente débil y vulnerable como para, una vez acceden al poder, verse colonizada y utilizada con fines particulares por los partidos políticos que, a medida que avanza el tiempo, se afianzan y erigen como verdadero epicentro del sistema. Se extienden derribando con más o menos disimulo todos los obstáculos que encuentran a su paso, como una gran mancha de aceite, con una voracidad sin límites.
Por si el presupuesto, el manejo del dinero público, y el Boletín Oficial del Estado, la potestad de dictar las normas por las que se rige el país, no fueran suficientes, controlan, además del poder legislativo y el ejecutivo, la fiscalía y el Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces. El reparto entre los distintos grupos parlamentarios de los puestos en el seno del CGPJ en el año 2008, que públicamente anunciaron Partido Socialista y Partido Popular, fue un espectáculo bochornoso…
…El ochenta y siete por ciento de los abogados estima que los Gobiernos, sean del signo que sean, muestran más interés en tratar de controlar la Justicia o en influir sobre ella que en emprender mejoras que la hagan plenamente eficiente. Un porcentaje similar cree que el Consejo General del Poder Judicial se ha convertido en un órgano tan politizado que difícilmente podrá gestionar de forma imparcial el funcionamiento de esta Administración. Es evidente que a los que toman las decisiones no les interesa dotar a la Justicia, la última garante de nuestras libertades y derechos, de la democracia, en definitiva, de un amplio poder e independencia que pueda llegar a frenar con celeridad sus desmanes e intromisiones, que pueda llegar a convertirse, como sería deseable, en un real y efectivo contrapeso”.
Por su parte, en agosto de 2008 Rosa Díez dijo que “no nos cansaremos de denunciar la anomalía que sufre nuestro país: en España no se respeta la separación de poderes entre el judicial y el político. Y lo que es aún más grave, las dos grandes fuerzas políticas, la que gobierna y la que, hoy por hoy, está llamada a asumir la alternancia –que no es lo mismo que la alternativa- acaban de firmar un acuerdo que han llamado “pacto por la justicia” en el que lo único que les ha preocupado ha sido repartirse el poder en el Consejo General del Poder Judicial y en el Tribunal Constitucional.
La salud de un país democrático está directamente relacionada con la garantía de la separación de poderes. No hace falta teorizarlo: es de primero de EGB de democracia. La separación de poderes es tan consustancial al sistema democrático como el sufragio universal, o más si cabe, porque el sufragio universal solo será el instrumento de una verdadera democracia en la medida en la que la separación de poderes esté garantizada”.
Por ello, el mayor atentado contra la democracia española no tuvo lugar el 23-F, porque fue otro que se llevó a cabo, ¿democráticamente?, cuando el Parlamento aprobó la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial. Al tratarse de una ley orgánica tuvo que ser aprobada por mayoría cualificada, lo que hacía necesario que, como mínimo, también el mayor partido de la oposición votara favorablemente el proyecto de ley aprobado previamente por el Gobierno. La Ley del Poder Judicial salió adelante con el voto favorable de los principales partidos, pues a la partitocracia española le interesaba politizar la Justicia, aunque se resintiera la división de poderes en nuestro Estado de Derecho. En ella se estableció que los miembros del Consejo General del Poder Judicial, el órgano de gobierno de los jueces, serían elegidos por el Congreso y por el Senado; lo que exige un consenso entre los partidos mayoritarios.


Si se tiene en cuenta, además, que en el artículo 159.1 de la Constitución de 1978 se establece que “el Tribunal Constitucional se compone de 12 miembros nombrados por el Rey; de ellos, cuatro a propuesta del Congreso por mayoría de tres quintos de sus miembros; cuatro a propuesta del Senado, con idéntica mayoría; y dos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial”, resulta que los miembros del Tribunal Constitucional, lo mismo que los miembros del Consejo General del Poder Judicial son elegidos por los diputados y senadores, es decir, por el Poder Legislativo; o sea, en último término por los partidos mayoritarios que, de esta forma, han invadido los órganos supremos de la Justicia en España, politizando el Poder Judicial. Además, los medios para el ejercicio de la justicia han de ser facilitados por el Ministerio de Justicia y, en su caso, por las Comunidades Autónomas. El Poder Judicial en España depende del Poder Legislativo y del Poder Ejecutivo tanto en su estructura como en su funcionamiento; o sea, en último término depende de los partidos políticos, que han intervenido y politizado la Justicia en su propio beneficio, degradando la democracia. Los tres Poderes integrantes del Estado dependen de la partitocracia avasalladora, y no solamente del partido gobernante.
Para comprobar la manera y el alcance de la dependencia del Poder Judicial es necesario tener en cuenta lo expresado en el Capítulo II de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, que trata de la composición del Consejo General del Poder Judicial y de la designación y sustitución de sus miembros, sobre todo en los artículos 111, 112, 113 y 114.

4) LA FINANCIACIÓN IRREGULAR DE LOS PARTIDOS.

Los partidos políticos se financian en España por un sistema mixto; o sea, tanto con recursos públicos como privados. La primera regulación de la financiación de los partidos se hizo por la Ley Orgánica 3/87 que ha sido sustituida por la vigente Ley Orgánica 8/2007, de 4 de julio.
Por el sistema mixto de financiación, los partidos políticos obtienen recursos por una parte de las aportaciones de la ciudadanía, y por otra de la Hacienda pública en proporción a su representatividad (escaños obtenidos) como medio de garantía del sistema, pero también de su suficiencia. Las aportaciones privadas han de proceder de personas físicas o jurídicas que no contraten con las administraciones públicas, ser públicas y no exceder de límites razonables y realistas.
La vigente Ley Orgánica de 4 de julio de 2007 trató de abordar de forma realista la financiación de los partidos políticos a fin de que tanto el Estado, a través de subvenciones públicas, como los particulares, sean militantes, adheridos o simpatizantes, contribuyan a su mantenimiento como instrumento básico de formación de la voluntad popular y de representación política, posibilitando los máximos niveles de transparencia y publicidad y regulando mecanismos de control que impiden la desviación de sus funciones.
Existen límites legales a las donaciones privadas, pues los partidos no pueden aceptar donaciones anónimas o donaciones procedentes de una misma persona física o jurídica superiores a cien mil euros anuales.
Tanto la financiación pública como la privada presentan ventajas e inconvenientes. En opinión de Antonio Argandoña[3]las soluciones mixtas, de financiación pública y privada, pueden superar algunos…inconvenientes, pero es probable que presenten, en mayor o menor medida, los de una y otra alternativa. Y ambas pueden acabar generando incentivos para la búsqueda de fondos por procedimientos ilegales e inmorales, creando un ambiente de corrupción en los partidos, fomentando la búsqueda de rentas (por parte de los candidatos, los dirigentes del partido, sus empleados o intermediarios surgidos alrededor de la oportunidad de enriquecimiento fácil), erosionando su reputación, creando también un ambiente de corrupción en los donantes (con procesos similares de búsqueda de rentas, aparición de intermediarios, etc.) y, en definitiva perjudicando a la democracia y sus valores”.
En la financiación privada puede hacerse uso de medios ilegales e inmorales (extorsión). Según A. Argandoña[4] “son ejemplos de actuaciones de este tipo la exigencia de “comisiones” por la adjudicación de contratos, obras, servicios y suministros públicos, o por la recalificación de terrenos, etc., o la simple promesa de un trato de favor para los donantes (o la amenaza de un trato contrario para los que se nieguen a colaborar en la financiación del partido o candidato)”.
Carlos Abella[5] se ha referido al “escándalo de las denuncias de soborno del concejal del Ayuntamiento de Madrid Alonso Puerta, que acusaba a varios cargos municipales socialistas de cobro de comisiones. Casi en silencio se produjo la suspensión de militancia en el PSOE de Alonso Puerta, acaecida el 26 de septiembre de 1981, y la posterior dimisión de tres concejales socialistas por solidaridad con el denunciante, producidas el 8 de octubre. En vano pidió UCD en el ayuntamiento de Madrid la dimisión del alcalde Enrique Tierno Galván.
Los ciudadanos no atisbaron que junto a un PSOE moderado y un Felipe González hombre de Estado, con el socialismo se incubaba la corrupción como fórmula de adulteración de las relaciones entre los administrados y los administradores y de enriquecimiento personal de muchos cuadros del PSOE”.
Estas graves afirmaciones de Carlos Abella responden a la realidad, pero deben ser matizadas para que sean totalmente exactas. Yo puedo precisarlas, porque fui testigo personal de las denuncias que hizo el concejal Alonso Puerta, secretario general del PSOE de Madrid, sobre soborno por cobro de comisiones. Entonces yo era concejal por UCD del ayuntamiento de Madrid y fui miembro de la Comisión de Investigación que fue creada por el pleno de la Corporación municipal para esclarecer los hechos relativos a esa denuncia de corrupción por cobro de comisiones.
En el caso a que me refiero, las comisiones fueron presuntamente pagadas por la empresa concesionaria de la recogida de basuras en Madrid; pero aunque las comisiones pudieron ser entregadas físicamente a ciertos concejales del PSOE, su destino final parece que era la financiación de su partido político, no para el lucro personal de los concejales receptores. De esta forma se inició la financiación ilegal del PSOE en la ciudad de Madrid. Entonces se desacreditó el eslogan electoral del PSOE que presumía de haber tenido “¡cien años de honradez!”, pues los graciosos le añadían “…y dos en los ayuntamientos”.
La denuncia de soborno por cobro ilegal de comisiones la realizó Alonso Puerta, que era nada menos que secretario general del PSOE en Madrid, por honorabilidad y por discrepancia con la dirección ejecutiva del PSOE que, al parecer,  había puesto en marcha ese procedimiento ilícito de financiación del partido, a pesar de la oposición de muchos altos cargos socialistas. Consecuencia de la denuncia de A. Puerta fue que los órganos disciplinarios de su partido acordaran su suspensión de militancia, lo que conllevaba el cese como secretario general del PSOE en Madrid. ¡Así de democráticamente actuaban ya entonces las cúpulas de los partidos con los discrepantes con las órdenes, fuesen o no legales!.
Otros concejales socialistas del ayuntamiento de Madrid, a diferencia de A. Puerta, acataron aparentemente -más o menos gustosamente- la instrucción que se les imponía sobre cómo allegar fondos para financiar el PSOE. Entre ellos, José Barrionuevo, quien posteriormente llegaría a ser ministro de Interior y responsable de los GAL, procesado y condenado a 10 años de prisión, y Joaquín Leguina quien, a partir de ese momento, se convirtió en el jefe del grupo socialista en el Ayuntamiento (el alcalde Tierno Galván se limitaba a “dejar hacer”) y pronto accedió al puesto vacante de secretario general del PSOE en Madrid. Posteriormente, al crearse la Comunidad Autónoma de Madrid, Leguina fue designado por su partido presidente de la Autonomía.
La cúpula del PSOE castigó duramente a Alonso Puerta y premió a otros concejales su dócil obediencia, que era muy meritoria porque se trataba de un asunto inconfesable. ¡Los caciques políticos siempre someten o destruyen a sus adversarios!. De allí en adelante todos los socialistas tomaron nota de que ¡”el que se mueva, no sale en la foto”!. Y la corrupta financiación del PSOE (y de otros partidos) mediante el cobro de comisiones por concesión de obras, servicios o licencias se fue generalizando.

Hace unos años, EXPANSIÓN celebró su vigésimo aniversario elaborando veinte artículos sobre los veinte días que conmovieron España. Uno de esos artículos se refería a la financiación irregular del PSOE, especialmente al caso Filesa. Su autor fue L. Ramírez. A continuación voy a reproducir, literalmente, la mayor parte de ese artículo que se titula   Estalla el “caso Filesa”. Dice así:
“A finales de mayo de 1991 reventó uno de los mayores escándalos de la historia política española. Varios bancos y empresas pagaron ciento de millones de pesetas a pequeñas sociedades, relacionadas con la financiación del PSOE, a cuenta de unos estudios que jamás se realizaron.
El PSOE se vio afectado por uno de los escándalos financieros más sonados de la historia política nacional: el “caso Filesa”. La noticia saltó el 29 de mayo de 1991, cuando varios medios de comunicación acusaron al PSOE de financiación irregular a través de las empresas Filesa, Malesa y Time Export.
Entre 1988 y 1990, estas sociedades cobraron cientos de millones de pesetas, en concepto de estudios de asesoramiento, a destacados bancos y empresas, informes que nunca llegaron a realizarse. Estos fondos fueron empleados, supuestamente, para financiar el coste del referéndum de la OTAN en 1996, y en la campaña electoral del PSOE en 1989.
Entre las personas implicadas en estas operaciones ilegales de obtención de fondos se encontraban el senador socialista y diputado autonómico, Josep María Sala, el diputado del PSOE por Barcelona, Carlos Navarro, y el responsable de finanzas del partido, Guillermo Galeote.
Además, fueron procesados los gestores de Filesa, Luís Oliveró y Alberto Flores, los empresarios Eugenio Marín y Francisco Molina, así como la secretaria de Finanzas del PSOE, Aida Álvarez y su marido, Miguel Molledo.
Los principales partidos políticos no pusieron el grito en el cielo por la oscuridad que siempre ha caracterizado a la búsqueda de fondos para financiar campañas electorales, circunstancia que ha provocado promesas de los políticos, cuyo cumplimiento ha sido nulo en la historia de España.
El caso llegó al Tribunal Supremo, que dictó sentencia el 28 de octubre de 1997. Ocho personas fueron condenadas por esta trama, que servía como una tapadera para ingresar dinero en las arcas del PSC y, por ende, en las cuentas del PSOE.
En el juicio tuvieron que prestar declaración el ex presidente del Gobierno Felipe González y el ex vicepresidente Alfonso Guerra.
El senador socialista Josep María Sala fue condenado, por asociación ilícita y falsedad en documento mercantil, a una pena de tres años de prisión, así como a una multa de 350.000 pesetas. Tras permanecer 25 días en la cárcel barcelonesa de Can Brians, Sala fue puesto en libertad provisional mientras se tramitaba el recurso de amparo presentado contra la sentencia.
Finalmente, se anuló la condena por falsedad en documento mercantil, y la pena total se situó en dos años de prisión. En septiembre de 2004, Sala regresó a la dirección del PSC.
Por su parte, al diputado Carlos Navarro y a los responsables de Filesa, Luís Oliveró y Alberto Flores, el supremo les condenó a pena de 11 años de prisión  cada uno, aunque no llegaron a cumplirlas de forma íntegra, ya que obtuvieron en diciembre del año 2000 un indulto parcial, concedido por el Ejecutivo de José María Aznar, de tal forma que se redujeron a la mitad las condenas que hoy ya están extinguidas. En aquel momento, los tres disfrutaban del tercer grado penitenciario.
Aquel indulto se extendió a un total de 1.443 condenados y fue el de mayor peso político concedido por un Gobierno desde la Transición. El resto de procesados en el “caso Filesa” pagaron multas y cumplieron penas menores”.
Hasta aquí el preciso relato de hechos que hace objetivamente L. Ramírez sobre uno de los mayores escándalos de la historia política española, que pone de relieve el comportamiento de la partitocracia. Se me ocurren dos comentarios sobre ellos: el primero se refiere a la benevolencia que se observa en la sociedad civil cuando se trata de juzgar hechos delictivos por corrupciones de los partidos políticos en su propio beneficio; el segundo, es el de subrayar cómo se ayudan unos partidos a otros, sobre todo los mayoritarios, cuando se trata de tapar sus propias corrupciones, llegando incluso a indultar a los actores de esas corrupciones, como hizo el presidente Aznar con los corruptos del PSOE por el "caso Filesa” en el año 2000. ¡Resulta enternecedor comprobar cómo el gobierno del PP fue comprensivo con las corrupciones del adversario PSOE por financiación irregular, e indultó generosamente a los corruptos!.  ¿Será tal vez que “favor con favor se paga” en la partitocracia española?. Eso parece deducirse también de la actuación del gobierno de Aznar y de los fiscales y jueces, que prefirieron ignorar las consecuencias penales del caso Banca Catalana, que tanto afectaban a Jordi Pujol y a otros nacionalistas catalanes.

                                                                                                                                                                                                                                                     JOAQUÍN JAVALOYS*

* Extracto de las páginas 100-105 y 114-120 de mi libro EL OCASO DE LAS AUTONOMÍAS.




[1] Artículo titulado “Partitocracia de Taifas” publicado en el diario El Mundo el 14 de septiembre de 2010, en la sección de Política y Sociedad.
[2] "Gabinete de Crisis".  Ana Samboal. Ediciones Planeta.  2010. Páginas 242-243 y 246-247.
[3] “La Financiación de los partidos políticos y la corrupción en las empresas”. Antonio Argandoña. Papeles de Ética, Economía y dirección, nº 6. 2001. Página 11.
[4] Obra citada. Página 9.
[5] “Adolfo Suárez”. Carlos Abella. Ediciones folio para ABC. 2005. Página 565.

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