El jefe del Ejecutivo apremia en su toma de la Justicia para que España pase de tener tres poderes independientes a tres funciones y un solo poder, el de Pedro Sánchez
ULISES CULEBRO
Frente a la afligida constatación de que "de todas las historias de la Historia/ sin duda la más triste es la de España/ porque termina mal", "como si el hombre,/ harto ya de luchar con sus demonios,/ decidiese encargarles el gobierno/ y la administración de su pobreza", Jaime Gil de Biedma expresaba en los 60 su conmovida esperanza: "Quiero creer que nuestro mal gobierno/ Es un vulgar negocio de los hombres/ Y no una metafísica, que España/ Debe y puede salir de la pobreza,/ Que es tiempo, aún para cambiar su historia/ Antes que se la llevan los demonios". Sin embargo, la lúcida invocación del gran poeta barcelonés en su Apología y petición -como en la parábola evangélica de la lámpara y el celemín- sigue escondida para quienes se obstinan en despreciar las enseñanzas del pasado.
Girando en círculo como los cangilones de la noria, el presidente Sánchez se empeña con terquedad de acémila en repetir, recobrando los descarriados pasos de Zapatero, los añejos errores de un pretérito PSOE que hizo naufragar aquella "República sin republicanos", como la denominó Chaves Nogales, y que la generación socialista de la postguerra trató de conjurar -como el que devuelve los males a la Caja de Pandora- al asumir la gobernación de España tras su mayoría absoluta de 1982. Recogiendo el lamento de los viejos dirigentes del exilio que se sentían culpables "por la infinita desdicha" en que habían sumido a los españoles, como testimoniaría Indalecio Prieto a Negrín, Felipe González aprovechó su primer Consejo de Ministros para advertir a los nombrados que anduvieran con tiento para que "no nos pase lo de entonces".
Sobre el fuste torcido de la coalición Frankenstein que le permitió llegar al poder y ahora sostenerse como presidente con menos escaños propios desde la restauración democrática, Sáncheztein aprovecha la agudización de la triple crisis sanitaria, económica y social originada por el Covid-19 para zafarse de su negligente gestión y ponerse a cubierto del "invierno de nuestro descontento" de modo que pueda perpetuarse en Moncloa como minoría mayoritaria. Mediante la polarización y el enfrentamiento que ya esgrimió el PSOE en la II República, el doctor Sánchez, ¿supongo? trata de excluir a media España de la posibilidad de gobernar sin importarle si arrastra la caída del régimen constitucional y de España como nación. Fue el vaticinio que, al borde del abismo, anotó Alcalá-Zamora en la entrada de su dietario el 15 de febrero de 1936 y que resultaría una profecía autocumplida de quien había mostrado ceguera de avestruz enterrando su cabeza en arena.
Era la víspera de las amañadas elecciones generales que supusieron la victoria de un Frente Popular al que remeda el conglomerado de la moción de censura que desalojó a un catatónico Rajoycon una sentencia-fake y sobre cuya peana asienta su precaria mayoría con comunistas y soberanistas a los que contenta con abyecciones como la del martes en el Senado. Como no ha hecho hasta ahora con nadie en un país azotado por el terrorismo y por el coronavirus, testimonió su sentido pésame por el suicidio de un criminal de ETA que, a diferencia de sus víctimas, pudo elegir momento y lugar de su muerte.
Si Orwell ya subrayó que el lenguaje político sirve para que el crimen parezca respetable, Sánchez ya corroboró lo predicho hace 15 años por la madre coraje socialista Pilar Ruiz, a raíz del asesinato por ETA de su hijo el ertzainaJoseba Pagaza, al líder del PSE Patxi López: "Haréis cosas que nos helarán el corazón". Con tal de retener el apoyo de los cinco lobitos filoetarras con escaño en las Cortes hace buena la apreciación de Napoleón sobre el diablo cojo y gran camaleón Talleyrand: "Venderías a tu propio padre si obtuvieras beneficio".
En su ambición de poder arrogándose potestades de Jefe de Estado, como verbalizó en Espejo Público la vicepresidenta Calvo al equipararlo con el presidente de la República francesa, Sánchez despliega una ofensiva que saque de la pista al centroderecha. A este fin, construye un relato alternativo que establece como amantes de la Constitución a quienes promueven la ruptura de España mediante el despiece de su piel de toro.
Así, mientras sataniza al principal partido de la oposición al que sitúa extramuros de la Constitución -"en rebeldía", vociferan a coro-, la portavoz del Gobierno y titular de Hacienda, María Jesús Montero, proclama estupefaciente el amor a España de quienes reniegan de ella como si cantara aquello de "A lo loco, a lo loco, a lo loco,/ a lo loco se vive mejor".
Para tal menester, el jefe del Ejecutivo acelera su asalto a la Justicia para que, como decía un presidente de Cortes franquistas, España pase de tener tres poderes independientes a tres funciones y un solo poder: el de Sánchez, claro. De ahí su contrariedad porque Pablo Casado no se apreste a las urgencias de quien rehúye, por lo demás, cualquier pacto con el primer partido de la oposición, pero al que no puede soslayar esta vez al ser menester una mayoría cualificada para renovar el Poder Judicial. Como en la fábula del escorpión y la rana, su condición ha traicionado al clavarle su aguijón a Casado -llegó a filtrar el contenido de un mensaje privado del líder del PP en una deslealtad que le retrata- sin aguardar a alcanzar la orilla.
A la espera de tener atada en corto la Justicia, Sánchez da señales inequívocas. Tras someter a la Policía Judicial, pese a estar a las órdenes de los jueces por imperativo legal, removiendo a los agentes encargados de una investigación -como comprobó el destituido teniente coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos-, ejerce el dominio todopoderoso sobre los fiscales que explicitó en una entrevista y que refrendó al dar su jefatura a Dolores Delgado, a quien antes hizo ministra en agradecimiento al ex juez Garzón por su papel en la trastienda de la sentencia-fake contra Rajoy.
Aun así, no le basta con una Fiscalía a su servicio. Bien dispuesta a avivar las causas que afecten al adversario y desactivar aquellas que contraríen al Ejecutivo de cohabitación. Como los sumarios que involucran al vicepresidente Iglesias en el litigio al que da nombre su ex asistente Dina Bousselham -con dos fiscales conchabados con su abogada- y a la cúpula de su formación por la supuesta caja B y otros afluentes. Es verdad que al poder sólo puede investigársele a fondo cuando quienes lo ostentan empiezan a perderlo. Como evidencia el caso Gürtel y su derivada en Kitchen sobre la financiación ilícita del PP, que puede implicar al ex presidente Rajoy después de que el ex secretario de Estado de Interior, Francisco Martínez, se haya negado a comerse el marrón en exclusiva. Pero el machihembramiento de la Fiscalía con los intereses judiciales de los socios del Gobierno mueve al más absoluto de los escándalos y augura lo peor. Por cierto, ¿qué ha sido de la investigación judicial sobre la presencia irregular en España de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez y su trasiego de maletas en el aeropuerto de Barajas?
Con la tea del caso Kitchen, Sánchez quiere formar una gran humareda usando el Parlamento como propagador con una comisión de investigación que debatirá -es un decir- sobre un delito con su instrucción judicial muy avanzada, mientras bloquea otras que afectan a su socio. Así, usando una doble vara de medir, la fiscal general permite que una juez argentina llame a declarar a Martín Villa para que responda de su etapa de ministro durante la Transición y veta que Iglesias lo haga ante la Justicia de Bolivia por supuesto saqueo de sus arcas para municionar a Podemos.
Esa cortina de humo ayuda al trampantojo de unos Presupuestos que Sánchez puede sacar librando el correspondiente cheque al PNV y efectuando un pago en calderilla a un Cs en estado de necesidad que le hace imprevisible y dispuesto a comulgar con ruedas de molino, aunque Sánchez haga público desprecio y escarnio de Arrimadas y los suyos para no enemistarse con sus socios de investidura. A ERC ya la resarcirá con alguna ley de acompañamiento que rebaje la pena por sedición o agracie a los golpistas del 1-O, al tiempo que hace lo propio con Bildu intensificando la política benefactora de Marlaska con los presos de ETA. De esta guisa, despeja la legislatura con Presupuesto suyo, aunque sea cambiando la o de Montoro por la e de Montero dado el estrecho margen de maniobra con unas finanzas en almoneda e intervenidas por la UE. Cruzado el Rubicón, proseguirá, con sus socios de investidura, su marcha en pro de un cambio de régimen.
Frente a esa estratagema, aunque el alcalde de Madrid y portavoz de la Ejecutiva, Martínez-Almeida, diga que no están dispuestos a morir como cristianos arrojados a las fieras para disfrute del César, un Casado que tuvo arrancada de caballo andaluz y parada de burro manchego debiera saber ya con quién se la juega. Por eso, tras limpiar los establos de Génova como Hércules los del rey Aurgias y alejarse de quienes pudieron perpetrar tales fechorías, debiera convencerse de que no puede seguir a rastras de los acontecimientos. No basta política de blocao, esto es, apostarse en una fortificación y esperar a que escampe. La mejor defensa es un buen ataque como exhibió Luis Enrique frente a Ucrania.
Así, quien manifiesta que ni naciendo de nuevo le haría a Sánchez lo que éste le ha hecho filtrando chats privados, lo que le honra, debiera atender el consejo que Omar Torrijos, el dictador panameño, a su amigo González: "Si te afliges, te aflojan" y luego poner el debido énfasis en su tarea de oposición. Teniendo en cuenta que la política es una variante del teatro, conviene que, si se sirve sopa, hierva para que incluso los espectadores más alejados de la escena al ver el vaho concluyan: "En efecto, es sopa caliente".
Buscando su entronización republicana, Sánchez se conduce como esos psicópatas que diagnostica Robert Hare en su test sobre una perturbación de la personalidad que tiene en la política su caldo de cultivo. Así, su narcisismo, traducido en complejo de superioridad, le lleva a manifestar gran irritabilidad cuando se le contraría y que, sin llegar a la agresión, refleja en su lenguaje corporal. Desatendiendo leyes y normas morales, al imperar sus deseos y ambiciones, Sánchez juega al límite con temeridad, por lo que sólo cabe el freno de la ley. De ahí que ansíe poner bajo su autoridad suprema a quienes se encargan de juzgar su quebrantamiento. Sólo la Justicia evitará que, en "este país de todos los demonios", el mal gobierno y la pobreza sean, sin más, pobreza y mal gobierno, en vez de "un estado místico del hombre".
FRANCISCO ROSELL Vía EL MUNDO
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