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martes, 8 de septiembre de 2020

La patria constitucional nos necesita

El autor hace un llamamiento a buscar la unión y la colaboración de todos en torno a la Constitución, el Estado de Derecho y el Rey para poder sortear las enormes dificultades por las que atraviesa el país
 
SEAN MACKAOUI
Dice Nietzsche en Así habló Zaratustra: "¡Oh, hermanos míos! ¿Acaso soy cruel? Pero yo digo: a lo que está cayéndose se le debe incluso dar un empujón". Probablemente nuestro Presidente no ha leído al filósofo alemán, pero a la vista de todo lo que debería haber estado haciendo este verano y no ha hecho, se podría afirmar que sería un alumno espabilado de Zaratustra. Cuando más necesita este país la presencia del Estado, el gobierno de la nación, tranquilamente, traspasa sus obligaciones a las comunidades autónomas y se va de vacaciones, mientras la gente, sus conciudadanos, incluso sus votantes y militantes, se siguen contagiando y muriéndose. En un estado de guerra, en el que casi estamos viviendo, contra un enemigo invisible, es punible esta actitud. Además da alas a aquellas comunidades más nacionalistas que deben pensar que si en un momento como el presente el Estado huye como un desertor, para qué lo queremos. Lo mismo sucedió en nuestros virreinatos americanos durante la invasión napoleónica de Europa y el desgobierno subsiguiente. Las Juntas Provinciales se mantenían a duras penas, mientras que la Junta Central siempre permaneció en pie y resistió en Cádiz. Además, redactando la primera Constitución, la de 1812. Pero hoy a Cádiz solo se va a veranear, mientras el virus está asesinando a más personas que aquellas tropas mamelucas, polacas y de otras varias procedencias que acompañaban al Emperador y a sus generales. En una situación de tanta gravedad el Estado, que nos representa a todos, no puede desentenderse de sus ciudadanos sino que, por el contrario, tiene la obligación de demostrarles lo importante que es pertenecer al mismo.
La profesora y filósofa judeo-alemana Edith Stein, luego convertida al catolicismo y monja carmelita admiradora de Santa Teresa de Jesús, mártir en Auschwitz, Patrona de Europa, Doctora de la Iglesia y santa, en su libro Una investigación sobre el Estado, afirmaba que en él, los individuos salen adelante mejor que si estuvieran aislados o incluso que si vivieran en una comunidad no organizada estatalmente. "El salir adelante mejor puede significar que en el Estado se pueden satisfacer mejor las necesidades vitales de los individuos a consecuencia de la división regulada del trabajo, y que la vida de ellos está mejor asegurada frente a peligros, que fuera del Estado. Él sería entonces una institución que está al servicio de los valores vitales y por eso sería útil". La por aquel entonces joven profesora universitaria laica, hablaba de utilidad del Estado, pero también de un Estado superfluo, aquel cuyas instituciones aniquilan más que promueven los valores vitales que, por consiguiente, habría que denominar como "perjudiciales". ¿Dónde estaba el gobierno que representa al Estado? ¿Acaso los ciudadanos no deberíamos haberles impuesto a ellos el Estado de alarma y confinarlos en sus respectivas sedes? Nuestro Presidente sigue empujando las columnas de nuestra democracia, las columnas de nuestra monarquía parlamentaria, las columnas de la propia Constitución. Nuestro Presidente empuja y empuja al Estado hacia el abismo, aunque él piense que es un profeta que nos lleva a la tierra prometida frente a las incomprensiones que se le manifiestan. Si todo está traspasado y a las propias comunidades se las deja a su suerte ¿para qué sirve el mayor gobierno, en número, de la democracia española y europea? Un gobierno gafe, que se lo pregunten si no al inicuo ministro Garzón, que maldijo al turismo y su maldición se cumplió. El poeta Gottfried Benn, en uno de sus pocos poemas humorísticos, escribió: "Ser tonto y tener trabajo ¡Qué más dicha se puede tener!".
¿Y dónde han estado la educación, las universidades, la investigación (comprendo que su titular quiera salir disparado del gobierno) y la cultura a punto de llevar a la ruina a miles de trabajadores ante los cierres de teatros, cines, auditorios asolados por los brotes que crean inquietud entre los espectadores? El Presidente de gobierno, si creyera en este país, que no cree, se hubiera tenido que dedicar todo el verano a recorrer una a una el conjunto de todas las comunidades. Reunirse con los presidentes en sus respectivas capitales, así como con los responsables locales de Sanidad para saber de primera mano el estado de las cosas, y luego homenajear a los muertos y dar ánimo y esperanza a los ciudadanos, incitándoles a cumplir las normas. Con esta opción de darles a las comunidades autónomas toda la responsabilidad sobre la sanidad, pone en marcha ese proyecto de Estado Federal (no aparece en la Constitución) que tanto le gusta a su vicepresidente: la nación de naciones, que para Iglesias serían soviéticas. Estado Federal ya prácticamente lo somos, disolución de la monarquía parlamentaria y, de nuevo, la pugna entre españoles que habíamos superado con la Constitución. Hoy no hay monárquicos y antimonárquicos, hoy no hay monárquicos o republicanos sino, simplemente, constitucionalistas y anticonstitucionalistas. Y quienes son lo primero defienden la democracia y la monarquía parlamentaria. El resto, más allá de la derecha o de la izquierda, combaten con el odio en las redes sociales y en las calles. ¿Este gobierno que ha prometido guardar y hacer guardar las normas emanadas de la Constitución, lo está cumpliendo? A veces da la sensación de haberse convertido en quintacolumnista. El Presidente dice, equivocadamente, y él lo sabe, que todos los ministros piensan igual. En absoluto. Los populistas solo actúan para socavar la democracia aunque ahora están muy bien alimentados por ella.
Desconozco un gobierno, al menos en toda la Unión Europea, donde un vicepresidente eligiera a su mujer como ministra. A lo mejor estoy equivocado. Si, durante estas semanas, se ha hablado de muchos escándalos que nos entristecen muy profundamente y que, tras la presunción de inocencia, la justicia decidirá, lo anteriormente dicho tampoco es muy ético. Los ciudadanos, sin salir de su asombro, están resistiendo a todo, de manera ejemplar. ¿Qué ha sido de las promesas hechas a los sanitarios y demás trabajadores implicados, que ya se están viendo de nuevo en dificultades? El acto de resistir, decía Deleuze, es un acto de creación. Resistir es oponerse a una fuerza o a una amenaza exterior. Los ciudadanos siguen resistiendo incluso a sus políticos. ¿Cómo se puede iniciar un curso académico sin plan alguno? Al caos perpetuo en el que siempre ha vivido la educación en España, se le añade uno más: el peligro a los contagios por parte de docentes y sus familias, y por parte de alumnos y las suyas. Esta debería ser una oportunidad para mejorar, en algo, la enseñanza a la que siempre han faltado medios y profesores.
El país avanza sin rumbo o a empujones. Todas nuestras instituciones están maltrechas y la mayor parte de ellas por culpa de sus propios representantes. Creíamos haber superado nuestros males históricos y, de nuevo, han resurgido. Durante años les leí a mis alumnos universitarios estos versos de Cernuda, exiliado en México, para decirles que, afortunadamente, la democracia en su plenitud los había hecho caducar: "Si yo soy español, lo soy/ A la manera de aquellos que no pueden/ Ser otra cosa: y entre todas las cargas/ Que, al nacer yo, el destino pusiera/ Sobre mí, ha sido esa la más dura..." (Díptico español). Me equivoqué, hoy Cernuda -y estoy seguro que muy a su pesar- sigue vigente. ¡Ya basta de pelearnos! ¡Ya basta que, desde los extremos, algunos insólitamente en el gobierno, quieran copiar sistemas políticos criminales! Ya basta el que sea imposible llegar a acuerdos, estando en quiebra el país. La oposición también debe meditarlo. Hoy nuestra única y verdadera patria es la Constitución, el mayor antídoto contra lo que Habermas califica como "ebriedad de lo nacional". El patriotismo constitucional, perfectamente explicado por el pensador alemán, es lo que tenemos que defender: "La aprobación de un orden político más allá de una comunidad de destino étnica, cultural y colectiva". Lo que debería hacer el Presidente, en vez de dar empujones aquí y allá, sería apuntalar nuestro Estado de Derecho. Al Rey Felipe VI hay que devolverle su protagonismo raptado. Un Rey intachable que ha sufrido situaciones familiares muy complejas y también políticas. Un Rey que reunió a los españoles ante la dispersión que pretendían algunos insurrectos. El Rey debe saber que no está solo. Un Rey que ha sido educado en y por la democracia, y que es muy consciente del difícil papel que le ha tocado, extrínseca e intrínsecamente. Esta última parte, incluso la peor y más grave. Las dificultades para salir adelante son inmensas. Por eso nuestro país nos necesita a todos. El bien común debe vencer la propia conveniencia ilegítima en estos momentos agónicos.

                                                    CÉSAR ANTONIO MOLINA*  Vía EL MUNDO
*César Antonio Molina es escritor, ex director del Instituto Cervantes y ex ministro de Cultura.

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