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miércoles, 16 de septiembre de 2020

LA FISCAL

Sánchez vio en Dolores Delgado la manera de convertir a la Fiscalía General en la cloaca judicial para proteger al Gobierno


Pedro Sánchez recibe a la fiscal general del Estado, Dolores Delgado. 
Pedro Sánchez recibe a la fiscal general del Estado, Dolores Delgado. Fernando Calvo



Ducho en el arte del birlibirloque, hay que reconocerle a Sánchez que al menos desnudara su intención de rematar el principio fundamental de la división de poderes -«¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso»-, presentando al Ministerio Fiscal como un órgano al entero servicio de sus sinuosos intereses. No fue esta declaración una involuntaria torpeza del entonces presidente en funciones y candidato del PSOE, como se apresuró a argumentar el eficiente aparato de agitprop monclovita para calmar a los indignados fiscales y la achatada oposición, sino el primer síntoma de su delirio cesarista. También del engaño original del mandato sanchista: el pacto estratégico con el independentismo para asegurarse una mayoría de gobierno a cambio de todo tipo de regalías.
Su intención de utilizar las herramientas de la Fiscalía para lograr que el fugado Puigdemont fuera juzgado por sedición en España la desmintió, ya como presidente fetén, con la elección de Dolores Delgado para ocupar la Fiscalía General del Estado. Saltando sin vértigo ético del Poder Ejecutivo al Poder Judicial. Una de las muchas cesiones de Sánchez al separatismo -no tardaría en poner en marcha una purga en la cúpula de la Guardia Civil al gusto de Rufián-, que no perdonaban a su antecesora Segarra que hubiera apoyado a los cuatro fiscales del Supremo en la causa del procés.
Afinó Sánchez con la elección de Delgado para convertir la Fiscalía en su particular cloaca judicial. Amiga del inhabilitado Garzón y compañera de sobremesa y confesiones de Villarejo sobre burdeles clandestinos, «informaciones vaginales» y otros desahogos de esa chusma parapolicial que avergüenza a España, en su paso por el ministerio aprendió que los remilgos morales son una pesada losa para la escalada política. Empezando por la verdad y la palabra dada. «Vamos a investigarlo todo, es una prioridad», fue el mensaje que dirigió a las víctimas del coronavirus en una entrevista concedida en mayo a EL MUNDO.
Dicho y hecho. A la fiscal el compromiso le caducó a las pocas semanas. Las que tardó en empezar a construir un blindaje judicial con el fin de evitar que la negligente gestión del Gobierno de la crisis sanitaria nunca llegue a juicio. Primero, enfrentándose a la juez que investigaba las marchas del 8-M, bombas de racimo pandémicas; ahora solicitando al Supremo que rechace las veinte querellas contra el Ejecutivo.
¿De quién depende la Fiscalía?
Pues eso.

                                                                  IÑAKI ELLAKURÍA   Vía EL MUNDO

                                                                                                                                                     

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