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sábado, 5 de septiembre de 2020

TIEMPO DE LA CREACIÓN


Opinión 

Albert Cortina

La creación es la obra sublime de Dios. El planeta Tierra –la casa común de la familia humana, en palabras del Papa Francisco-, el universo entero, la materia y nuestro propio cuerpo hecho de carne, es tan solo una parte de dicha creación. A lo visible y natural debemos añadir lo invisible y sobrenatural.
La obra creadora de la Santísima Trinidad
En efecto, los ángeles y las almas inmortales de las personas que han vivido y santificado a lo largo de la historia de la humanidad, son esenciales para entender la obra creadora de la Santísima Trinidad.
Desde una cosmovisión cristiana sabemos que la naturaleza física y la propia humanidad están dañadas por el mal. A mayor pecado, mayor degradación y destrucción del ser humano y de las redes de vida del planeta, así como mayor desorden y caos en el cosmos.
El encargo de Dios a los hombres y mujeres de buena voluntad para que cuidemos y custodiemos la creación –sin olvidar que lo hacemos junto a toda la corte angelical que da gloria permanentemente al Creador- se cumple a la perfección cuando santificamos nuestras almas inmortales y nos unimos con nuestro amor al Espíritu de Dios, fuente viva de Amor.
Reducir el mal, el pecado y la injusticia en nuestro mundo material revierte de manera fundamental en la belleza y la bondad de lo creado y en la salud ambiental del planeta. Junto a la santificación de las almas y la acción permanente de los ángeles custodios en la creación, son loables todos aquellos intentos que realicemos por revertir los efectos nocivos de las actividades humanas que degradan y destruyen nuestro entorno.
El reflejo de la Verdad, la Bondad y la Belleza en el mundo se manifiesta, de este modo, en la propia naturaleza, que resulta ser icono sagrado del Creador, así como en el ser humano, que es un compuesto de cuerpo y alma que espera su glorificación y resurrección.
De este modo, desde la espiritualidad cristiana, la auténtica conversión ecológica integral se sustenta en el hecho de que el hombre y la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios, fundamento de su naturaleza, de su libertad y dignidad. Por lo tanto, mediante su conversión personal, el cristiano intenta imitar a Cristo para alcanzar así su plenitud como persona humana y participar con El en la vida eterna.
El factor esencial de la evolución es que el ser humano ha sido salvado por Jesucristo, y que en Él se recapitulará todo lo creado al final de los tiempos para entregarle al Padre una creación totalmente restaurada.
Tiempo de la Creación y Jubileo de la Tierra
Estamos iniciando en este mes de septiembre el Tiempo de la Creación instituido por el Papa Francisco y promovido desde el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Un tiempo para la oración y la acción global con el objetivo de promover la conversión ecológica y la custodia y cuidado de la creación.
Desde el 1 de septiembre al 4 de octubre (festividad de San Francisco de Asís), en múltiples parroquias, comunidades cristianas e instituciones de la Iglesia católica se trabajará para poner en práctica la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común.
Precisamente este año se cumple el quinto aniversario de su publicación y por ese motivo, desde el mes de mayo y durante todo el 2020, se conmemora el Año Laudato Si’ coincidiendo con un momento crítico como es la pandemia mundial por la Covid-19.
En su anuncio sobre este acontecimiento especial, el Dicasterio vaticano afirma que “la encíclica constituye una guía moral y espiritual para la creación del nuevo paradigma de un mundo más solidario, fraterno, pacífico y sostenible” y, por su parte, añade que la crisis del coronavirus “es una oportunidad única para transformar la destrucción que nos rodea en una nueva forma de vivir: unidos en el amor, la compasión y la solidaridad, y en relación más armoniosa con la naturaleza, nuestra casa común”.
Por este motivo, señala el citado Dicasterio, “para comenzar a pensar en el mundo que vendrá después de la Covid, necesitamos un enfoque integral, dado que todo está íntimamente relacionado, y los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial”.
Finalmente, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral invita para este tiempo conmemorativo especial que durará hasta el próximo 24 de mayo de 2021 (festividad de Pentecostés) a que “durante este año y el decenio sucesivo dispongámonos a vivir juntos una experiencia de verdadero Kairos que se traducirá en un tiempo de ´Jubileo´ para la Tierra, para la humanidad y para todas las criaturas de Dios”.
En la misma línea, el Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) y la Conferencia de Iglesias Europeas (CEC) han emitido recientemente un comunicado conjunto en el señalan el próximo Tiempo de la Creación que dará comienzo el 1 de septiembre como un Jubileo de la Tierra. “El concepto Jubileo se enraíza en la Biblia y subraya que tiene que existir un balance sostenible entre las realidades social, económica y ecológica. La elección de este concepto bíblico nos dirige a la necesidad de restaurar el balance en el ecosistema de la vida, afirmando la necesidad de equidad, justicia y sostenibilidad y confirmando la necesidad de una voz profética en defensa de nuestra Casa Común”, afirman el CCEE y la CEC.
El comunicado está firmado por el cardenal Angelo Bagnasco, presidente del CCEE, y el reverendo Christian Krieger, presidente de la CEC. Ambos prelados invitan a todos los cristianos en Europa a vivir el Tiempo de la Creación “con espíritu ecuménico, unidos en oración y acción”.
En este sentido recuerdan que Jürgen Moltmann, uno de los grandes teólogos protestantes de nuestro tiempo, planteó que, solo “un discernimiento sobre Dios que está presente en la creación a través de su Espíritu Santo, puede llevar a los hombres y mujeres a la reconciliación y la paz con la naturaleza”.
El culto eucarístico, meta de la creación
Un regreso a Dios. Ese parece resultar ser el mensaje que para estos tiempos inciertos y confusos que vive la humanidad nos está inspirando el Espíritu.
En su magnífico libro Teología de la Creación: de carne a gloria, el sacerdote José Granados nos recuerda que la resurrección de la carne -que afirmamos en el Credo-, es “el Big-bang de una creación nueva que recapitula todas las semillas”.
Granados nos recuerda que “el culto propone una medida del cosmos que no pertenece al mismo cosmos, y que es la medida del Creador, en el culto está la meta final del Universo”. Y el culto cristiano tiene su centro y culmen en la Eucaristía, sacrificio de alabanza de Jesús a su Padre por haber conducido a su meta o fin todas las cosas, resucitando su carne. “Desde esta plenitud podemos volver los ojos al principio para entender el dinamismo que anima la creación”.
Para dicho autor, el culto eucarístico es la meta de la creación. “Si la Eucaristía es el delta donde desemboca, remansándose, la creación, es porque se celebra para la gloria divina, finalidad última del cosmos”. A entenderlo nos ayuda la frase famosa de San Ireneo de Lyon, “gloria Dei vivens homo [la gloria de Dios, el hombre viviente]". Según José Granados, San Ireneo no está pensando aquí en la gloria que el hombre da a Dios, sino en la que Dios da al hombre, para que el hombre viva. Pues el hombre vive cuando ve el resplandor de esta gloria de Dios: “Vita hominis, visio Dei [la vida del hombre es la visión de Dios]”.
Según San Ireneo el viviente no tiene en sí la vida, sino que la recibe al participar corporalmente del mundo, sintiéndolo y haciéndolo suyo, lo cual es posible por un don del Creador, que ha plasmado el cuerpo y lo mantiene animado.
Para Ireneo, “en la ofrenda de las primicias del pan y del vino en la Eucaristía se ofrece la creación entera, contenida en ellas. Por tanto, en este ofrecimiento eucarístico está la vocación última de todo lo creado, puesto al servicio de la gloria que Dios confiere al hombre. Así que en el cuerpo eucarístico, donde se hace presente la carne resucitada, el espacio de la creación entra, en primicia, en ese espacio eterno del amor de Dios, donde el Padre e Hijo se entregan mutuamente en el Espíritu”.
En la adoración eucarística participa pues todo el cosmos.
“Y escuché a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar –todo cuanto hay en ellos– que decían: ¡Al que está sentado en el trono y al Cordero la alabanza, el honor y la gloria por los siglos de los siglos” (Ap 5,13).
Que durante el tiempo en que celebremos el Jubileo de la Tierra tengamos presentes estas palabras de San Buenaventura acerca de la contemplación de la creación como obra del Creador: “Algunos se deleitan en la belleza del cielo y de las creaturas, pero ignoran su fuerza, como los paganos necios; otros se deleitan en entender la fuerza de cielos y estrellas que se apoyan en su propio conocimiento, como los antiguos filósofos. Pero otros contemplan el cielo, para venerar allí a la feliz Trinidad, según aquello del Salmo: cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos. Y así miran al cielo los verdaderos cristianos”.
Y que el Tiempo de la Creación de este año 2020 sirva a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a descubrir al Creador en la belleza de la creación, en el amor a nuestros hermanos, así como fundamentalmente, en el culto y adoración a la Eucaristía donde a cada instante en cualquier lugar del mundo, los creyentes cristianos entonan junto a los santos y los ángeles custodios de la creación, este himno de alabanza al Creador: “Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. La plenitud de toda la tierra es tu gloria” (Is 6,3).

                           ALBERT CORTINA*   Vía RELIGIÓN en LIBERTAD
 *Albert Cortina es abogado y urbanista.

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