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domingo, 31 de enero de 2021

El cristianismo en España. De Bad Goldemberg a la prospectiva de Arnold Toynbee

 El cristianismo es el vínculo de continuidad en la forja de la cultura occidental. Es un tensor; aquello que pone en tensión, como los cables de un puente o una torre, que permiten que soporten las cargas

cristianismo en españa

En 1959 se produjo un cambio sustancial en la socialdemocracia alemana, que tuvo un claro efecto sobre otros partidos socialistas, y en concreto y años después, en el PSOE. Fue el congreso en Bad Goldemberg en el que abandonó toda referencia marxista. Pero el programa allí aprobado fue mucho más allá, acordando que el socialismo democrático, enraizado en Europa en la Ética cristiana, el humanismo y la filosofía clásica, no pretende proclamar verdades absolutas (Tony Judt Posguerra. 2006. P 540). El hecho cristiano era para los socialdemócratas alemanes una referencia obligada para su caracterización, toda vez que olvidaban el marxismo.

Y es que el cristianismo es el vínculo de continuidad en la forja de la cultura occidental. Es un tensor; aquello que pone en tensión, como los cables de un puente o una torre, que permiten que soporten las cargas. Un tensor también es una fuerza que empuja en un determinado sentido. Es lo que impulsa a una nave en el agua, a lo que esta responde con una determinada velocidad.

Y no solo forja nuestra sociedad, sino que contiene los factores necesarios para superarla.

Arnold Toynbee escribió en 1952 y en el marco de un trabajo extraordinario, por su magnitud, Estudio de la Historia, (edición EMECE Buenos Aires 1961vol. VII Iglesias Universales p 94 y 95) unas páginas que sugieren toda una reflexión si las relacionamos con la actualidad casi 70 años después:

Una civilización secular occidental cristiana podría ser una superflua repetición de la civilización helénica precristiana y, en el peor de los casos, podría llegar a constituir el final del mundo occidental secularizado por su pernicioso apartamiento de la senda de progreso espiritual.

La única justificación histórica concebible de su existencia sería la del posible futuro servicio que, inadvertidamente, podría prestar al cristianismo y a las tres religiones hermanas vivas, al brindarles, sin proponérselo, un campo terrenal de encuentro de dimensiones literalmente mundiales… a ponerlas todas por igual frente a la amenaza de un recrudecimiento de la idolatría viciosa del culto colectivo del hombre.

El culto del leviatán, el estado, que recrudecía era una religión a la que en alguna medida rendía culto todo hombre occidental contemporáneo; era, desde luego, lisa y llana idolatría.

El comunismo, que era otra de las religiones recientes del hombre occidental, tenía el mérito de ser una hoja arrancada del libro del cristianismo; pero era una hoja estéril precisamente por haber sido arrancada y malinterpretadas fuera de su contexto.

La democracia, que era otra hoja del libro del cristianismo, también había sido arrancada de él y, si acaso no se la interpretó mal, se la vació a medias de su significación al separarse del contextos cristiano y al secularizarse.

El síntoma más negativo de todos era que los hombres del mundo occidental habían estado viviendo del capital espiritual al aferrarse a la práctica cristiana sin mantener, empero, las creencias cristianas.

Los hijos de la civilización occidental deben revisar su concepción corriente de la reciente historia para desembarazarse de esta concepción que era la de considerar que esta nueva civilización había permanecido en estado de inmadurez mientras se encontró bajo los auspicios cristianos y, de haber dado gozosos, la bienvenida al repudio de sus orígenes cristianos

Lo que nos decía Toynbee, a mitad del siglo pasado, era el diagnóstico exacto de lo que hoy acaece. La civilización europea, transformada en una sociedad secularizada que rechaza su naturaleza cristiana, carece de futuro como civilización, y entrará en crisis, excepto si se presta quizás involuntariamente, a un resurgimiento cristiano, “frente a la amenaza de un recrudecimiento de la idolatría viciosa del culto colectivo del hombre”

Toynbee era británico, y obviamente no era católico. Llegaba a tales conclusiones que hoy resultan tan actuales, mucho más que en los años cincuenta, no porque partiera de ninguna ideología confesional, sino como un diagnóstico colateral surgido de su Estudio de la Historia.

España es un excelente ejemplo de esta grave crisis, por ser muy deudora del hecho católico y haber abjurado en pocos años de él. Pero también la propia UE muestra descarnadamente su crisis e impotencia a pesar del desarrollo económico y del bienestar alcanzado.

Pero la necesidad del renacimiento civilizatorio cristiano, que apunta Toynbee, no se da, al menos no todavía, porque su principal sujeto colectivo, la Iglesia Católica, tiene una presencia débil e incierta en este momento tan decisivo en el escenario europeo.

En el caso de España esto todavía resulta más evidente porque son muy visibles los tres grandes vectores que están demoliendo a la fe y a la Iglesia.

Uno, lo apuntaba el joven obispo de Solsona monseñor Xavier Novell en un reciente texto referido a las elecciones catalanas:  No se presenta ninguna opción en el arco parlamentario que asuma de una manera más o menos completa las convicciones morales sobre la vida, las relaciones sociales y las económicas propias del catolicismo”.

Con los matices que se quiera esta es una evidencia molesta generalizable a toda España.

El segundo ha sido objeto de una amplia polémica: en el debate público está ausente la concepción del pensamiento católico, a pesar del gran numero de universidades y centros de este nivel de que dispone la Iglesia.

Y el tercero, seguramente el más grave, guarda relación con la gran apostasía. A base de darle vueltas, a base de primar el sociologismo sobre la verdad evangélica, a base de ceder y callar, se ha aceptado que la laicidad entendida como neutralidad de las instituciones públicas ante las diversas confesiones religiosas, se haya convertido en laicismo de la exclusión cultural-cristiana y la cancelación religiosa, hasta devenir en un régimen político, en un estado, ateo, donde toda referencia a Dios está prohibida, excepto si es para la blasfemia. El acomplejamiento cristiano es tal que existen organizaciones de esta naturaleza, aunque se presentan como seculares, que todavía creen que, para conseguir sus fines, que surgen de sus conciencias cristianas, han de censurar la apelación a Dios y a la razón cristiana. Desastroso.

Hay en todo esto una gran debilidad que debemos subsanar con urgencia y decisión.

 

                                                            EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

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