El director literario de Debate, Taurus y Literatura Random House hace un análisis del mercado editorial tras la crisis sanitaria desatada por la covid-19
Miguel Aguilar
En un tiempo en el que todo mengua, el libro se mantiene firme. Ha de ser su mala salud de hierro, que le ha permitido resistir a toda clase de profecías o amenazas; incluida una pandemia. En un año sin Sant Jordi ni Feria del Libro de Madrid, el sector editorial consiguió mantener sus cifras. Sobre eso conversa con Vozpópuli Miguel Aguilar, director literario de Literatura Random House, así como de Debate y Taurus, sellos de No Ficción que forman parte de Penguin Random House Grupo Editorial (PRHGE).
Luego de trabajar en Tusquets, Aguilar llegó al sello a Debate en 2005. Hoy, la editorial cuenta con un catálogo multidisciplinar que abarca el ensayo, la crónica o el periodismo. Entre sus autores figuran la premio Nobel, Svetlana Alexievich, historiadores como Paul Preston o clásicos literarios contemporáneos como Rafael Sánchez Ferlosio. A partir de 2016, tras la compra de los sellos comerciales de Santillana por parte de PRHGE, Miguel Aguilar asumió la dirección de Taurus, el sello en el que ha sido publicada la obra de José Ortega y Gasset, Jürgen Habermas, Anthony Giddens, Tzvetan Todorov, Javier Tusell, Tony Judt o Joseph Stiglitz.
Formado en filosofía, economía y ciencias políticas en la Universidad de Hull y la London School of Economics, Miguel Aguilar posee una mirada precisa del mercado editorial y evita diagnósticos catastrofistas. "La respuesta de la gente ante la pandemia ha sido leer más. Las cifras de muchas librerías así lo atestiguan. Ha habido un renovado interés por la lectura", asegura al momento de hacer un diagnostico sobre cómo la crisis sanitaria desatada por la covid-19 ha influido en el sector.
¿Existen cifras que indiquen cómo, al contrario de lo esperado, el confinamiento y la pandemia no hicieron el daño que se esperaba en la industria editorial?
La pandemia ocasionó el cierre de todo durante dos meses y medio. A efectos prácticos, el año tuvo diez meses. No hubo Sant Jordi, que es clave para la venta del libro en España, tampoco se celebró la Feria del Libro de Madrid, ni muchas de las que se realizan en distintas capitales de provincia. Estas últimas estimulan la venta de libros. Las que consiguieron llevarse a cabo lo hicieron en circunstancias muy precarias. A eso se suma que las editoriales hemos reducido el catálogo en un porcentaje variable.
Teniendo en cuenta todos esos factores, las cifras son muy buenas, porque hemos alcanzado los objetivos que teníamos previstos. Creo que el mercado en su conjunto apenas se ha resentido con respecto a 2019, que fue un año muy bueno. La respuesta de la gente ante la pandemia ha sido leer más. Las cifras de muchas librerías así lo atestiguan. Ha habido un renovado interés por la lectura, justamente por el hecho de pasar tanto tiempo en casa.
Hubo compañías a las que esa circunstancia les permitió crecer más que a otras, por ejemplo, Amazon.
Ha aumentado la venta del libro físico por internet, en general. En ese segmento ha crecido Amazon, pero también todos los demás canales: Casa del Libro, El Corte Inglés o las librerías independientes, pues ya muchas habían avanzado por esa senda en estos últimos años. Existen ejemplos como todostuslibros.com, y su capacidad, no de replicar la logística de Amazon, pero sí de conseguir el envío de libros en uno o dos días.
Debate fue uno de los primeros sellos que se asomó al libro electrónico. Ese formato acabó ralentizándose. ¿Es un fenómeno global?
En 2011, Debate lanzó EnDebate, un sello digital, que era un intento de explorar formatos más cortos. Desde el principio todo el grupo prestó atención a los formatos digitales. Entendimos que para luchar contra la piratería era importante digitalizar. Si el libro está disponible, no empujas a la gente a la piratería. Sobre la ralentización, hay que decir que la taza de crecimiento del formato digital no era sostenible. Crecía muchísimo y de manera muy rápida. Ocurrió en Reino Unido, en EEUU y Alemania. En otros países creció algo menos, hasta alcanzar una meseta que se mantiene desde hace ya cinco o seis años. En los mercados como el inglés alcanza el 30%. En España, Italia o Francia está en torno al 10%.
¿Hasta qué punto la covid-19 influyó en la reducción y concentración de los catálogos? ¿Menos libros, más potentes?
Diría que hubo una racionalización de las novedades durante la anterior crisis. Ya en 2010 y 2011 todos redujimos bastante. Cuando llegué a Debate, publicábamos 65 novedades al año y bajamos a 40. Cuando trabajaba en Tusquets, hace veinte años, publicábamos unos 70 libros al año. A raíz de la entrada del sello en Planeta, y con el paso del tiempo, fueron reduciéndose. Ha sido un proceso lento, que viene de antes. Es evidente que para los sellos es más provechoso concentrar su atención y poder trabajar menos títulos que dispersar el esfuerzo.
Usted dirige Debate, una editorial volcada en temas de actualidad, y también Taurus, un sello con una fuerte tradición del ensayo. ¿Cómo conviven ambas criaturas?
Es cierto que, hasta el momento de la fusión con los sellos de Santillana, Taurus y Debate, siendo distintos, ocupaban un espacio parecido. Ambos son sellos de divulgación aunque en dos mundos diferentes. Desde el principio procuramos coordinarnos, de manera que cada uno tuviese una identidad propia: Taurus tiene un catálogo de pensamiento extraordinario, algunos de los mejores historiadores españoles e internacionales están publicados allí; Debate tiene una colección de ciencia que es de las mejores de España, también una línea de periodismo y, además, una mayor flexibilidad que permite publicar también libros de cocina, que en Taurus quedarían más desubicados. Inevitablemente hay aspectos en los que se solapan, en historia, por ejemplo. En el resto de las áreas intentamos que no sea así.
¿Qué opina de los libros escritos por políticos: los epistolarios, memorias, diarios o incluso manuales de resiliencia?
En Penguin Random House hemos publicado las memorias de Mariano Rajoy, acabamos de publicar la biografía de Alfredo Pérez Rubalcaba. En Debate, las memorias de Barack Obama. Ese tipo de libros, como ocurre en cualquier otro género, se pueden hacer bien o se pueden hacer mal. La gente que ha pasado por ciertos cargos de responsabilidad tiene el deber de contarlo y dar su versión de los acontecimientos. Deben hacerlo con la mejor escritura posible, que los lectores lo agradecen, y con la mayor ecuanimidad posible.
¿A qué se refiere con la obligación?
Es importante dejar testimonio de las experiencias de primeros ministros o presidentes. Es un testimonio que debe estar disponible para la prensa y los investigadores. Debe quedar para la historia. La tradición americana con las memorias de sus presidentes es importante. Tendremos que esperar hasta ver qué ocurre con las memorias de Donald Trump. Será interesante ver si las publica. Cuando un presidente de EEUU termina su mandato, se habilita una biblioteca con sus documentos, así como la publicación de sus memorias. Es interesante para los ciudadanos que quieren conocer su visión. En España no está regulado qué pasa con los archivos del poder, tampoco existe la costumbre de escribir memorias. Suárez se murió sin escribirlas, Felipe González tampoco. Sí lo hicieron Aznar y Zapatero.
Al momento de presentar su biografía de Alfredo Pérez Rubalcaba, Antonio Caño aseguró que no existía en España una tradición del género.
Muchas cosas influyen. Por ejemplo, para escribir su biografía sobre Gabriel García Márquez, Gerald Martin pasó 17 años investigando y tuvo varias becas. Una biografía es trabajosa: requiere tiempo, viajes, documentación. Afortunadamente en Taurus tenemos acuerdo con la Fundación Juan March y Tusquets tiene, por ejemplo, el premio Comillas. Es una manera de fomentarla.
No toda 'No ficción' es ensayo, pero el ensayo entra en la categoría de No Ficción. ¿De qué hablamos cuando hablamos de No Ficción?
La No Ficción es muy amplia. Si aplicásemos una definición estricta, un mapa de carreteras es No Ficción. El libro práctico en general acaba siendo No ficción. Hay una manera de hablar de la no ficción que es intercambiable con el ensayo divulgativo. Si nos ponemos muy exquisitos, el libro de ensayo es una obra donde el autor reflexiona sobre determinados temas y lo comparte con el lector. La No Ficción es una categoría. La labor del editor es facilitar que los lectores lleguen a los libros que les interesan. Esas etiquetas son útiles para conseguirlo. Por ejemplo, Anatomía de un instante, de Javier Cercas, es No Ficción, pero los lectores llegaron al libro porque se publicó en una colección de narrativa. Ocurrió lo mismo con Héctor Abad Faciolince o Gomorra. Las categorías son útiles, pero hay que ser flexible a la hora de interpretarlas. Taurus y Debate nos dan esa flexibilidad para mezclar elementos. Todo está en el terreno de la divulgación o la No Ficción.
En 2012, Claudio López Lamadrid dijo: “La concentración de Penguin y Random House, siendo el grupo más importante del mundo, no llega ni a una quinta parte de lo que es Apple, Amazon, Google o los grandes monstruos. No quiero decir que se concentran para atacar, sino para protegerse, porque de lo contrario nos devorarán”. ¿Cuál es su opinión al respecto?
La concentración de poder económico en estos gigantes tecnológicos es evidente y supone una amenaza para muchísimos sectores, no sólo el del libro. En el caso del libro, el crecimiento de la venta física en línea indica que los canales tienen cada vez un peso mayor y el acceso a ese escaparate es más importante. Es más sencillo conseguir esa visibilidad si eres más grande. De todas maneras, hay que tratar a estos canales como socios: si a ellos les va bien, a nosotros nos irá bien. Y viceversa.
La concentración editorial no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, ha ido a más. ¿Por qué?
La concentración ha ocurrido históricamente, tanto en el sector del libro como en muchos otros. Lo que ocurre es que en el libro las barreras de entrada son tan bajas que cualquier persona con cinco mil euros y un par de ideas puede desarrollar una editorial. La tecnología ha abaratado los costes de impresión, es decir: seguirán surgiendo nuevas editoriales y campo para que se publiquen más cosas. La clave es conseguir que esas nuevas editoriales sean capaces de estar en Amazon, que continúe existiendo una red de librerías amplia donde el librero pueda apostar por sellos como Libros del KO o Libros del Asteroide, y que sigan existiendo grandes grupos y cadenas. Me parece que estas fusiones no amenazan ese panorama, al revés, para las librerías, por pequeñas que sean, las ventas del Premio Planeta o de las novelas de Pérez-Reverte les permiten apostar por libros y editoriales menos conocidas.
¿Sigue Barcelona empeñada en rechazar el castellano cuando la industria editorial es uno de sus principales activos?
Barcelona no es una ciudad independentista. No ha tenido un alcalde independentista y, cuando vota, no vota por el independentismo. La paradoja es que el peso económico del castellano en Barcelona y Cataluña es muy importante. Supone puestos de trabajo para editores, traductores, impresores, diseñadores, correctores… La industria editorial en castellano genera puestos directos de trabajo en Cataluña y sin embargo ese peso no se ve apoyado por la Generalidad ni las autoridades. El discurso contra el castellano o su subordinación al catalán no es lógico, porque el castellano es riqueza directa para Cataluña y los catalanes. Pero bueno, con estos bueyes hay que arar. Esa crispación y animadversión han caído desde octubre de 2017. Sólo podía caer, porque aumentar era imposible a menos que nos liáramos a sartenazos en la calle.
Macron ha decidido realzar el idioma francés. Teniendo el castellano 500 millones de hablantes, ¿se hace poco desde España?
Veamos. Tienes el jardín francés, que es muy cartesiano y ordenado, y el jardín inglés, que es más orgánico. Yo soy más de ese tipo de jardín. El castellano tiene un crecimiento orgánico de gran potencia. La francofonía, además de Francia, tiene países como Madagascar o Mali. España tiene Argentina, México o Colombia, lugares de una potencia cultural y económica tremenda. Intentar darle forma desde España me parece de una enorme arrogancia e incluso sin hacerlo tenemos a Bad Bunny, quien, cantando en castellano, ha llegado al número uno mundial.
Existe una presencia poderosa del español en EEUU, donde la cantidad de hispanohablantes es impresionante. Entiendo el discurso de que capitalizamos poco la potencia de la lengua, pero es que es algo difícil y genera resquemores. El francés correcto es el que se habla en la Île-de-France. En el caso del castellano, ¿por qué tendríamos que pensar que el bogotano es peor que el salmantino? Cualquier intento centralizador va a desatar reticencias. Además del trabajo de la RAE y las academias latinoamericanas, ya nos va bien. El potencial económico del español es tremendo. Por ejemplo, el castellano es el idioma que más estudian los ingleses.
Usted se formó en filosofía, ciencia política y economía. ¿Además de alguien con lecturas y un sentido de la rentabilidad, el editor es, básicamente, una persona con curiosidad?
Creo que son importantes dos cosas: la curiosidad y el entusiasmo. Puede que te interesen muchas cosas, pero debes querer entusiasmarte con ellas. El editor se dedica a compartir su entusiasmo. Para eso es necesario descubrir y llevar esa euforia a los lectores.
KARINA SAINZ BORGO Vía VOZ PÓPULI
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