La pandemia es un destructor de riqueza y prosperidad inusitado, el marco habilitante que necesitaban para hacer lo único que saben: gestionar la miseria
Pablo Iglesias e Irene Montero Gtres
Contrariamente a lo que muchos pensaban, la conformación del Gobierno de coalición PSOE-Podemos en enero de 2020 no sólo no ha moderado a los morados, sino que ha desplazado a los socialistas hacia posiciones más extremas. Ninguna sorpresa para los que, como yo, estábamos convencidos de que Sánchez ya venía radicalizado de casa y que su pose centrista únicamente obedecía a un meditado tacticismo electoralista.
A estas alturas caben pocas dudas de que el virus creado en los laboratorios de la Complutense y desarrollado en CEPS bajo el auspicio de Chávez ha cruzado el charco tras infectar de totalitarismo y miseria a Venezuela. La cepa chavista ha encontrado en el socialismo español el huésped ideal al que parasitar y en la pandemia el caldo de cultivo perfecto para propagarse.
Frente a quienes consideran que la actitud de Sánchez obedece a un intento de absorber a Podemos para anularlo en las urnas, yo sólo veo a un partido socialista totalmente mimetizado con el chavismo. Y quienes aún no han sido infectados callan y muestran una actitud servil y acrítica: los barones socialistas se han convertido en una mera comparsa del Consejo de Ministros. Cuestionar a Sánchez puede ser el preludio de su decapitación política y quienes han convertido la moqueta en su hábitat natural no sabrían sobrevivir fuera de ella. El poder y los privilegios que conlleva son adictivos y rehabilitarse resulta harto difícil para quienes los han estado consumiendo desde su juventud.
Propiedad privada
Al igual que la covid-19 se confunde a menudo con una vulgar gripe o catarro, la cepa venezolana se camufla de políticas sociales, impidiendo así detectar los síntomas totalitarios: en nombre del feminismo se resucita el derecho penal de autor y se implanta una suerte de lucha de sexos que sustituye a la de clases. El derecho a una vivienda digna se utiliza para atacar a la propiedad privada y al modelo capitalista. La voluntad popular es el pretexto perfecto para intervenir y someter el Poder Judicial. La protección de la salud es la argucia óptima para socavar los cimientos de la democracia liberal y del Estado de derecho. El advenimiento del neocomunismo.
La prórroga de seis meses del estado de alarma abrió a los de Podemos puertas con las que no habían ni soñado cuando pactaron el Ejecutivo de coalición. Gracias al patetismo de buena parte de la oposición, que confunde el centrismo con la inanidad y la moderación con el “mainstream”, tienen por delante medio año de vía libre para contagiar a todo el entramado institucional. Lo hacen a base de dedazos y de decretos que vulneran derechos y libertades de los ciudadanos, cuya ratificación en el Congreso está asegurada gracias al nuevo cordón sanitario integrado por independentistas y bilduetarras. Sánchez les debe esta mayoría para la legislatura y los de Iglesias se están cobrando bien la deuda. Aunque el presidente se muestra encantado, quizás porque su escudero Redondo lo ha convencido de que los ciudadanos lo toleran todo siempre que se ejecute en nombre del progreso y por boca de la izquierda. Y no les puedo negar que no le falta razón.
Además, la pandemia es un destructor de riqueza y prosperidad inusitado, el marco habilitante que necesitaban para hacer lo único que saben: gestionar la miseria, que para ellos no es más que un sinónimo de dependencia estatal. Los empresarios y autónomos se arruinan mientras el sector público, identificado con una ideología determinada, se engorda y crece a costa de exprimir a los primeros. Gente válida y con experiencia pidiendo préstamos para subsistir o haciendo cola en los bancos de alimentos mientras multitud de ineptos copan cargos de responsabilidad y se embolsan decenas o cientos de miles de euros por el mero hecho de adular al líder del partido. El mérito sustituido por el servilismo y la obediencia debida.
Inmunidad de rebaño
Al igual que Fernando Simón auguró que en nuestro país no habría más de uno o dos casos de coronavirus, no son pocos quienes vaticinaron que el chavismo no triunfaría por estos lares, porque Venezuela no es España. Pero la cepa chavista ha demostrado una alta capacidad de contagio institucional y ha confirmado que contrayendo la enfermedad no se alcanza la inmunidad de rebaño, sino que te conviertes en él. A veces sin casi darte cuenta. Porque no son pocos los críticos de Podemos que han interiorizado que, en aras a proteger la salud, todo vale. Que un fin superior justifica los medios y que los debates jurídicos han de postergarse. Ellos no lo saben, pero están infectados.
La vacuna contra esta cepa chavista que mantiene a nuestra democracia en la UCI es aquello que más odian los tiranos de todo signo y condición: la libertad. Como sucede con el coronavirus, existen negacionistas que la rechazan, pues implica responsabilidad y esfuerzo. Y cierto es que algunos de quienes antaño se presentaron como sus valedores se han plegado y dejado llevar por la corriente. Otros la seguiremos defendiendo mientras nos quede tinta en la pluma.
GUADALUPE SÁNCHEZ Vía VOZ PÓPULI
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