La libertad es la capacidad de elegir entre lo bueno y lo mejor, no entre lo bueno y lo malo.
La libertad es otra de esas palabras progres talismán para vender humo. Una manipulación moral más con las que los políticos en particular y los opinadores callejeros en general, con la que también corrompen a la razón.
Preguntar en una reunión por la libertad, como definición de una de las esencias humanas de comportamiento y responsabilidad, es divertido. Si hay cinco contertulios, habrá cinco exposiciones de libertad, que naturalmente se amoldarán a sus acondicionantes de vida.
Por supuesto, no es la misma libertad cuando hablamos de la propia que de la ajena, ni cuando nos referimos a libertades individuales que a las colectivas, porque con la libertad pasa como con el amor, la paz y la tolerancia, siempre se relativiza.
Trataré de ajustarme a la verdadera libertad, porque como siempre, cuando hablamos de la verdad en cualquier materia cuyo comportamiento exige coherencia, nos lleva a participar de una puesta en común, que no tiene nada que ver con la colectivización de las ideas, o la democratización de la verdad, porque la verdad y a lo que la verdad se refiere no puede ser negociable, porque la verdad por naturaleza es radical e intolerante.
Es de Primero de Libertad que la verdadera libertad es la capacidad de elegir, pero no la fruta o el color de la camisa, sino entre lo bueno y lo mejor, entre los actos morales a los que la vida nos invita, no a las ofertas del lineal del supermercado, que a eso llamaré opciones de opinión. Y en Primero de Libertad se aprende que elegir algo entre lo bueno y lo malo, no es de seres libres, si no de tontos.
Trataré de ajustarme a la verdadera libertad, porque como siempre, cuando hablamos de la verdad en cualquier materia cuyo comportamiento exige coherencia, nos lleva a participar de una puesta en común, que no tiene nada que ver con la colectivización de las ideas, o la democratización de la verdad, porque la verdad y a lo que la verdad se refiere no puede ser negociable, porque la verdad por naturaleza es radical e intolerante.
Es de Primero de Libertad que la verdadera libertad es la capacidad de elegir, pero no la fruta o el color de la camisa, sino entre lo bueno y lo mejor, entre los actos morales a los que la vida nos invita, no a las ofertas del lineal del supermercado, que a eso llamaré opciones de opinión. Y en Primero de Libertad se aprende que elegir algo entre lo bueno y lo malo, no es de seres libres, si no de tontos.
Por ejemplo, la perversa manipulación que se hace porque eres libre si deseas abortar o no, o si quieres una muerte digna elaborada por una ley de eutanasia, solo te está permitiendo elegir entre lo bueno y lo malo, es decir, no es libertad, solo un deseo acomodado a los propios intereses.
Es de Segundo de Libertad que la libertad no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar tu mejora particular y, por supuesto, siempre la mejora por el bien común. Hablo de esos charlatanes que se suben a un escenario, megáfono en mano, para gritar al mundo que todo lo que se necesita para poder realizarte es libertad pero nunca indican cómo hacerlo, ni qué es eso de realizarse.
Es de Segundo de Libertad que la libertad no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar tu mejora particular y, por supuesto, siempre la mejora por el bien común. Hablo de esos charlatanes que se suben a un escenario, megáfono en mano, para gritar al mundo que todo lo que se necesita para poder realizarte es libertad pero nunca indican cómo hacerlo, ni qué es eso de realizarse.
Son unos mentirosos, lo sepan o no. Los que les oyen, y encima les hacen caso, salen a la calle creyéndolo y piensan que su realización personal pasa por romper escaparates para protestar, blasfemar porque no creen en Dios o insultar y atropellar a todos aquellos que no piensan como él, como su tribu o su rebaño.
La libertad personal debe cumplir con ciertos protocolos que reflejen el respeto por lo que no eres tú mismo ni lo tuyo. Las libertades individuales fundamentan la libertad de opinión, de expresión, de circulación, de pensamiento, de conciencia, de religión, el derecho a la vida privada… entre otras.
La libertad personal debe cumplir con ciertos protocolos que reflejen el respeto por lo que no eres tú mismo ni lo tuyo. Las libertades individuales fundamentan la libertad de opinión, de expresión, de circulación, de pensamiento, de conciencia, de religión, el derecho a la vida privada… entre otras.
Libertades de hoy, porque algunas de estas son tan novedosas como los Derechos Humanos, que no son más que un decálogo humano y no divino, cada vez más manoseados que nos predisponen al respeto. Siempre que el respeto esté basado en la verdad, porque en caso contrario tampoco es libertad. Es el caso de China, que hay mucho respeto al Partido, ningún derecho humano y todo a costa de la libertad.
Es de Tercero de Libertad saber que solo la verdad es la que nos hace libres, porque solo el discernimiento de qué es lo mejor y qué es lo bueno, nos pone siempre en el camino acertado.
Es de Tercero de Libertad saber que solo la verdad es la que nos hace libres, porque solo el discernimiento de qué es lo mejor y qué es lo bueno, nos pone siempre en el camino acertado.
Recordarán al felón José Luis Rodríguez Zapatero -aquel que llegó a presidente de España de rebote-, cuando quiso retorcer la palabras de san Juan Pablo II en un mitin con lo de la libertad os hará verdaderos, y todos los presentes, enardecidos, gritaban libertad, libertad…
Aquellas personas delirantes, estaban tan vacías ayer como hoy de intelectualidad y llenas solo de apetencias. Son el tejido social en forma de tupida red de falsos derechos y de analfabetismo existencial de las obligaciones.
El Papa Benedicto XVI, en julio de 2010, dijo que la libertad tiene que ir sí o sí junto a la verdad porque si separamos a una de la otra, se destruye la armonía interior del ser humano y termina siendo fuente de prevaricación de los fuertes y de los violentos y causa de sufrimiento y de luto.
El Papa Benedicto XVI, en julio de 2010, dijo que la libertad tiene que ir sí o sí junto a la verdad porque si separamos a una de la otra, se destruye la armonía interior del ser humano y termina siendo fuente de prevaricación de los fuertes y de los violentos y causa de sufrimiento y de luto.
¿No les parece que los tiempos que estamos viviendo se parecen bastante al final de la frase? La libertad del siglo XXI es esa trampa para ratones, con un cebo grande y oloroso que invita a confiar en nuestras propias capacidades. Pero no lo olviden, el cepo siempre es más rápido que el roedor.
Invitación a pensar (Rialp) de Jaime Nubiola Aguilar. Tomar decisiones en libertad requiere el acto de pensar, de tener la capacidad de hacerlo de manera reflexiva y madura, asumiendo las consecuencias de nuestros actos… ¡Eso es libertad, porque sin consecuencias de nuestras propias decisiones, no hay libertad! El autor nos ofrece en este pequeño libro una dosis importante de cómo saber pensar, que no es fácil. Pensar no es tener ideas, es ser consecuente con ellas.
La sabiduría de la Antigua Roma (Almuzara) de varios autores. En ocasiones he recomendado que volver a las novelas de los clásicos es necesario porque allí nos reencontramos con nuestros inicios de la imaginación, los valores y todo aquello que nos da respuesta frente a la sociedad sumida en una batidora de absurdos existenciales. Ahora digo lo mismo, a los pensadores clásicos que con sus planteamientos filosóficos nos encaminan hacia la responsabilidad del ser, es decir, a lo que nos define en el amor, la libertad o la persona. Libro de cabecera muy recomendable.
Filosofía y Sentido Común (Sekotia) de José Carlos Calderero y Andrés Calderero. Pero desde la comprensión de que el mundo actual no lo tiene fácil, especialmente lo de pensar, propongo este sencillo manual de filosofía “urbana” que será de verdadera ayuda para aquellos que desconocen que el pensamiento crítico es necesario desarrollarlo, entre otras cosas porque te obliga a generar ideas propias y por lo tanto a entrenar los abdominales de la libertad que serán los que nos lleven a tomar decisiones buenas y/o mejores.
Invitación a pensar (Rialp) de Jaime Nubiola Aguilar. Tomar decisiones en libertad requiere el acto de pensar, de tener la capacidad de hacerlo de manera reflexiva y madura, asumiendo las consecuencias de nuestros actos… ¡Eso es libertad, porque sin consecuencias de nuestras propias decisiones, no hay libertad! El autor nos ofrece en este pequeño libro una dosis importante de cómo saber pensar, que no es fácil. Pensar no es tener ideas, es ser consecuente con ellas.
La sabiduría de la Antigua Roma (Almuzara) de varios autores. En ocasiones he recomendado que volver a las novelas de los clásicos es necesario porque allí nos reencontramos con nuestros inicios de la imaginación, los valores y todo aquello que nos da respuesta frente a la sociedad sumida en una batidora de absurdos existenciales. Ahora digo lo mismo, a los pensadores clásicos que con sus planteamientos filosóficos nos encaminan hacia la responsabilidad del ser, es decir, a lo que nos define en el amor, la libertad o la persona. Libro de cabecera muy recomendable.
Filosofía y Sentido Común (Sekotia) de José Carlos Calderero y Andrés Calderero. Pero desde la comprensión de que el mundo actual no lo tiene fácil, especialmente lo de pensar, propongo este sencillo manual de filosofía “urbana” que será de verdadera ayuda para aquellos que desconocen que el pensamiento crítico es necesario desarrollarlo, entre otras cosas porque te obliga a generar ideas propias y por lo tanto a entrenar los abdominales de la libertad que serán los que nos lleven a tomar decisiones buenas y/o mejores.
HUMBERTO PÉREZ-TOMÉ Vía HISPANIDAD
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