España está viviendo un periodo muy difícil, por causas internas y por el contexto. Las primeras son fáciles de resumir y se concentran en tres puntos relacionados con la incapacidad de las instituciones, causada de manera inmediata o mediata por los partidos políticos
La gran crisis institucional
La primera de estas insolvencias imposibilita abordar los problemas profundos:
natalidad, productividad, deterioro educativo y el elevado peso de los
ninis entre los jóvenes. Solo la desigualdad aparece con cierta fuerza;
veremos.
La segunda se refiere a su negativa a asignar con eficiencia los recursos disponibles, por definición, escasos.
Crece el AVE, una inversión deficitaria, y se margina el corredor
mediterráneo, un eje decisivo para el desarrollo español, y se mantiene
un tramo de vía única en el ferrocarril que une Barcelona y la frontera
con Valencia. Como muestra ya sirve.
La tercera radica en su alejamiento de la gente, de los ciudadanos. La corrupción es una de sus manifestaciones más virulentas, pero ni mucho menos la única. La partitocracia, el rapto del electorado por la cúpula de los partidos favorecida por el sistema electoral,
es evidente, la instrumentalización del poder legislativo y judicial
por el ejecutivo es otra constatación, a lo que se añade la dificultad para forma alianzas, la facilidad para trazar líneas rojas, según convenga.
Y todo esto sucede cuando el entorno es particularmente negativo:
incertidumbre económica, crisis europea, temor a un estancamiento
secular, una tecnología de la mano de la robótica y la informática que
está destruyendo más puestos de trabajo de los que genera, la amenaza
yihadista. La lista es larga.
Católicos: los últimos de la fila
Y en este escenario nos situamos los ciudadanos católicos, los últimos de la fila, porque todo lo que postulamos, quizás con la excepción, y aún, de la escuela concertada, es preterido, maltratado, cuando no atacado
En este contexto, la institución eclesial oscila entre dos posiciones que a los laicos nos sumerges en la miseria política,
o considerar que “mi reino no es de este mundo” lo cual es cierto, pero
eso no quiere decir que no actuemos en el mundo de una manera coherente
con nuestra fe, y eso se llama doctrina social de la Iglesia. O bien,
confunde el hecho católico con lo más conservador y liberal y
centralista que encuentra a mano, y se termina en manos del actual PP o de los tertulianos de 13 TV.
Es decir, en manos de un producto agresivo y a la vez gaseoso, volátil,
que se define a sí mismo en estos horribles términos morales y
políticos: ”Un partido grande y unido y de centro, definido el centro,
no como una ideología ni como una doctrina política, sino como la
voluntad de sacar el mejor partido de todas la cosas, sin perjuicios
doctrinarios”
¿Quieren una definición más terrible? Sin
ideología, sin doctrina, sin pies, sin manos… sin dientes por el morrazo
final. En eso andan.
La doctrina constituye los acuerdos fundamentales que adscriben una opción política a una historia y tradición cultural.
en la que se reconoce y a partir de ella
interpreta y actúa. Porque ¿cómo se define lo que es “el mejor partido”
sin doctrina? ¿Cómo se define lo que es mejor?
¿Qué son los perjuicios doctrinarios?
¿Oponerse al aborto, al matrimonio homosexual, defender la solidaridad
con los refugiados, el bien común en los términos precisos que lo
establece la Doctrina social de la Iglesia?
Años atrás cuando todavía no pagábamos las
secuelas de la Gran Recesión, que ni PSOE ni PP han abordado -por
razones distintas- de una manera equilibrada, es decir, humana, se podía
argumentar que la mayoría del voto católico que optaba por el Partido
Popular, lo hacía, en el peor de los casos, para evitar la vuelta del
PSOE de Zapatero, ahora de Sánchez. Solo había dos bloques operativos. Pero ahora tal cosa no existe, hecho habitual en los sistemas electorales, más o menos proporcionales.
Y esto conduce a una reflexión necesaria. O el PP se refunda con criterios que corrijan las graves incapacidades institucionales, y acoge como una respuesta clave la inspirada en el pensamiento social cristiano, o un nuevo partido debe nacer en España. Hoy, ocupando un espacio político central y con 12 o 15 diputados ya eres el rey del mambo
Será cuestión de tratarlo con más calma otro día.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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