Dos cimbronazos en una semana. Uno detrás de otro. Rita Barberá yEsperanza Aguirre. Dos lideresas en el disparadero, dos 'baronesas' que lo tuvieron todo, poder, influencia, notoriedad, relevancia. Dos figuras incuestionables en los bastiones más poderosos de su partido. Valencia y Madrid. Una, junto a Rajoy, la otra, enfrente. "Está harto de las trampas, las mentiras, harto de que al final sea él quien vaya a quedar como un corrupto". A Mariano Rajoy nunca le ha preocupado la posteridad. Pero sí lo que piensen sus hijos, su familia… “Mientras yo sea presidente no consentiré que España se rompa”, ha dicho una y mil veces. No quiere pasar a la historia como un desastre, un inepto. Menos aún, como un corrupto.
"Nunca le he visto tan bajo. Ni siquiera en los duros tiempos del rescate", desvela un colaborador
Se le agota la paciencia. Le empieza a fallar el ánimo. "Nunca le he visto tan bajo. Ni siquiera en los duros tiempos del rescate", desvela un colaborador. Tiene mucho tiempo libre y un futuro ceniciento. Los hechos de los últimos días han desbordado su legendario temple. Su tradicional carácter impasible, insensible, blindado a todo contratiempo, flaquea. Desde la esquilfada victoria electoral, no es el mismo, dicen sus fieles. Pero desde que el Rey le encargó a Pedro Sánchez preparar su investidura, está bajo mínimos. Un fuerte catarro le dejó sin voz, lo que redondeaba una imagen desventurada. El hombre tranquilo ofrece, por vez primera, notables signos de desmoronamiento.
La canción de Ciudadanos
Después de su encuentro de esta semana con Albert Rivera, quien durante días estuvo reclamando la renuncia del presidente en funciones para sacar adelante ese 'gobierno de coalición' que tanto predica, Rajoy se mostró, quizás por vez primera, vulnerable. Casi admitió la posibilidad de que Sánchez consiga al fin llegar a un acuerdo con Podemos. "Un gobierno radical, con enormes dificultades en Europa", como lo define siempre en las ruedas de prensa. Acto seguido, se rehízo, se sacudió el desánimo, y recuperó el aliento: “No rechazo la posibilidad de presentar mi investidura”. Una frase que cada día que pasa suena más a hueco, a obligada muletilla.
Tras su encuentro con Rivera, Rajoy se mostró, quizás por vez primera, vulnerable
La estrepitosa erupción de la doble escandalera en Valencia y Madrid, con el pringoso acompañamiento de registros de locales, sedes, detenciones, imputaciones, comparecencias ante el juez, cámaras en directo... ha terminado de colmar el oceánico contenedor en el que Rajoy alberga sus inmensas dosis de paciencia. Gürtel, Bárcenas, tarjetas black, Bankia... son episodios aún en curso judicial pero políticamente amortizados. Cinco derrotas consecutivas son el saldo del estropicio.
Rita y Espe, Espe y Rita. No lo esperaba el presidente en fechas tan sensibles. Dos puñetazos a la quijada de su credibilidad, dos zancadillas feroces a su apuesta por mantenerse en la presidencia, dos zarpazos a su futuro político.
En política no hay casualidades
En plena negociación para formar gobierno. En vísperas de sus encuentros con Rivera y Sánchez, emergió la bazofia. Asuntos antiguos, que reaparecen en forma tan inoportuna. "En política no hay casualidades", dice un muy experimentado parlamentario del PP. "Lo hemos hecho todo mal, en Interior, en Justicia, en Moncloa. Aquí sigue mandando la gente de Rubalcaba", comenta, muy enojada, esta fuente. "En Andalucía, se apartó a la juez Alaya y se acabaron los Eres... ellos saben hacerlo", insiste.
"En Andalucía, se apartó a la juez Alaya y se acabaron los Eres... ellos saben hacerlo", insiste
No ha hablado estos días Rajoy ni con Barberá ni con Aguirre. De la primera, es amigo. De ahí el blindaje de la Diputación Permanente. Una exigencia de la ex alcaldesa a la que no pudo negarse. De la segunda, es compañera de partido. "Ni siquiera correligionario", dicen en broma desde Génova. La postura oficial, en ambos casos, se mantiene firme. "No hay acusación judicial y no se puede condenar a la gente", explicó el líder del PP tras su gélido encuentro con Sánchez. Pero añadió: “No ha habido impunidad para nadie”.
Ahí siguen ambas. Una en el Senado, la otra en el Ayuntamiento y en la presidencia del PP de Madrid. Rajoy se revuelve contra la imagen de su partido. Sólo se habla de la corrupción, nada de los logros conseguidos. Abomina esta imagen. “No se ha llevado ni un euro, jamás, y odia convertirse en el presidente del partido más corrupto de la democracia”, comentaba esta semana un diputado con quien conversa frecuentemente.
Las sacudidas de los casos de Valencia y de Madrid, aunque se queden en menos aspavientos judiciales, sin apenas consecuencias penales, le han afectado profundamente. No piensa en retirarse, ni en dar ese paso al costado que tantos le reclaman. Pero se siente dolido, traicionado y algo abatido. Como el PP, un partido a la deriva, sin liderazgo ni horizonte. Todo el horizonte de Rajoy se reduce a confiar en que Sánchez se estrelle y lograr salvarse en la tranquila nave de unas venturosas elecciones anticipadas. No tiene plan B. En su formación aumenta el desánimo, el escepticismo y las ganas de cambios. Y con esos mimbres, le recuerdan algunos, difícil es aproximarse a las urnas, tan esquivas al PP.
JOSÉ ALEJANDRO VARA Vía VOZ POPULI
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