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jueves, 25 de febrero de 2016

PP Y PODEMOS: CARGARSE AL SOLDADO SÁNCHEZ

Mientras Sánchez y Rivera cerraban un pacto escrito por la gobernabilidad, Rajoy e Iglesias cerraban un pacto no escrito para impedir que el PSOE forme Gobierno


Las apariencias importan. Sobre todo en política, donde todo se escenifica. La impostura es una herramienta más. Nadie la maneja con tanta destreza como los autores intelectuales de Podemos, forjados en la libertad de cátedra con licencia para disertar ante los indignados, no para gestionar el bien común de los españoles. Abusando de semejante recurso, los chicos de Pablo M. Iglesias perdían credibilidad a chorros, mientras el aspirante oficial a La Moncloa, Pedro Sánchez, con la sonrisa de la Gioconda y la paciencia del santo Job ('copyright Fidel'), les iba apagando los faroles. El último, ayer, un minuto después de constatarse lo que servidor viene escribiendo sobre laimposibilidad de un pacto PSOE-Podemos.
El último farol de Iglesias consistía en no levantarse de la mesa negociadora de las izquierdas, a pesar del anunciado pacto de los socialistas con Ciudadanos. Eso, por la mañana. El compromiso caducó a las pocas horas. Por la tarde, descubría que la querencia del PSOE por Ciudadanos “es incompatible con nosotros”. Se lo hizo saber a los periodistas Íñigo Errejón, el mismo que el martes había celebrado el primer contacto negociador con los socialistas: “Lo importante es la foto”. Ahora pregona la rotunda negativa de Podemos a ser “figurante de un acuerdo cosmético” (véase cómo las apariencias siempre ocupan un papel central en la retórica del chavismo-leninismo).
Si Iglesias habló por boca de Errejon, Sánchez habló por boca de Hernando cinco minutos después. Una vez más, para marcar el territorio del PSOE, poner en su sitio a Iglesias y apagarle el farol de su presunta contribución a la gobernabilidad en nombre del “progreso” y el “cambio”. “Mentira, y lo sabe”, tronó el portavoz socialista. Era su respuesta a la espantada de Podemos frente al pacto de los socialistas con Ciudadanos, pero la lanzada política más certera consistió en acusarle de unirse al PP en la tarea de impedir el cambio en la España del inmovilismo y la corrupción. A saber: “Hoy, la gran esperanza de Mariano Rajoy se llama Pablo Iglesias”. Algo que, previsiblemente, no acabarán de entender los votantes de Podemos.
Los números cantan una investidura fallida. No dan para llevar a Sánchez a La Moncloa. Darían por mayoría absoluta si se sumara Podemos
Ha cambiado el cuento desde que Rajoy, por incomparecencia institucional, lanzó a Sánchez al estrellato y este aprovechó para hacerse el máster en liderazgo que venía necesitando. De aquel compasivo 'Salvar al soldado Sánchez' hemos pasado a la rara sindicación de PP y Podemos para cargárselo. Razones distintas de extremos que se tocan y un objetivo común. Mientras Sánchez y Rivera cerraban un pacto escrito por la gobernabilidad, Rajoy e Iglesias cerraban un pacto no escrito para impedir que el PSOE forme Gobierno. Vuelve a tener sentido aquel enigmático “Vais muy bien” de Rajoy a Iglesias en plena campaña.
Tienen a la matemática de su parte. Los números cantan una investidura fallida. No dan para llevar a Sánchez a La Moncloa. Darían por mayoría absoluta si se sumara Podemos. O por mayoría simple si se abstuviera junto a los nacionalistas. Pero eso no va a ocurrir. En apariencia, por su veto a Ciudadanos, aunque las razones son más de fondo. Se refieren a una incompatibilidad manifiesta con el PSOE, cuyo espacio Iglesias quiere confiscar para la causa.
Donde no llegan los números llegan los principios. En ese terreno, ha de valorarse el uso que PP y Podemos están haciendo de su respectivo poder de bloqueo contra el PSOE. Asimismo han de valorarse los esfuerzos de Sánchez y Rivera frente al peligro de la inestabilidad. Y también las previsibles dificultades que Rajoy e Iglesias van a tener para explicar su rechazo a los contenidos programáticos del pacto PSOE-Ciudadanos. Será un excelente yacimiento de datos para que los votantes formen criterio ante una eventual repetición de elecciones.

                                           ANTONIO CASADO  Vía EL CONFIDENCIAL
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