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viernes, 2 de agosto de 2019

Uruguay: leyes trans como declinación totalitaria del estado liberal


Opinión 

Josep Miró i Ardèvol


 
El día 4 de agosto la democracia tiene una cita importante en Uruguay con el pre-referéndum dirigido a impedir la aplicación de la ley sobre transexuales de aquella república, cuyos principales contenidos son diseccionados en nuestro editorial.

La cita del 4 de agosto compete, como no puede ser de otra manera, a los ciudadanos de aquel país, pero su significado supera con creces el ámbito de Uruguay, porque es una manifestación concreta de cómo el estado, presuntamente liberal, utiliza las leyes para dotarse de una ideología propia, e invadir con ella muchas dimensiones básicas de la sociedad. Progresivamente la institución que representa todo el país muta su condición de estado de derecho para convertirse en un estado de leyes.  Y la diferencia entre ambos no es pequeña: los régimen totalitarios son en muchos casos estados de leyes, pero no de derechos. Al actuar de esta manera el estado contradice su fundamento liberal. Se hace iliberal de la perspectiva de género queer.

Y esto se produce con aquella legislación, que por su forzamiento de la realidad y de las condiciones naturales del ser humano, solo puede imponerse eliminando los derechos consuetudinarios, que tienen su centro en la patria potestad y el derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos.

Los primero que hace el totalitarismo a derecha y a izquierda es negar aquella potestad de los padres y asumirla en mayor o menor parte. Los padres son los responsables de alimentar y cuidar a sus hijos, pero de las condiciones ideológicas, que impone el estado. Y eso fue así en el fascismo y nazismo y en los régimen comunistas.

Y esto es lo que hace la ley Trans del Uruguay.  Establecer que los menores de edad pueden hormonarse para cambiar su sexo sin autorización de los padres. Es un cambio doblemente terrible y de un daño que exigirá responsabilidades en el futuro. Es terrible por el principio que consagra, y también, por su consecuencia: el hijo o hija se transformará por tratamientos farmacológicos en una persona de sexo contrario, y lo hará antes de su madurez hormonal y personal. Antes de que realmente esté perfectamente definida su sexualidad. Las consecuencias negativas de este forzamiento de la naturaleza las pagaran ellos y los padres, convertidos en víctimas pasivas.

La pregunta es obvia ¿Por qué el gobierno del Uruguay quiere imprimir esta velocidad a cambios inciertos y peligrosos? ¿Por qué no se puede esperar a la madurez, y acompañar y aconsejar a estas personas y a sus familias mientras tanto?  ¿Por qué quieren “fabricar” trans inciertos?
Porque la incertidumbre y el peligro en los resultados, incluso en los adultos, acompaña este delicado proceso que la ley incentiva. En el debate en el Uruguay debería estar presente el trágico caso de David Reimer.

Y esta necesidad de intervenir del estado, única forma de mantener el artificio, se extiende a la escuela y la sanidad, que se transforman en instrumentos al servicio de su nueva ideología de perspectiva de género queer. Un conjunto de ideas sobre el género y la sexualidad de las personas que sostienen que los géneros, las identidades sexuales y las orientaciones sexuales no están esencialmente inscritos en la naturaleza humana, sino que son el resultado de una construcción social, variando en cada sociedad.

En otros términos, rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales y fijas como varón y mujer, y propugna que no nacemos con un sexo determinado, sino que es asignado, y por tanto es modificable a voluntad.

Esta visión es un peligro para los propios sujetos y para la sociedad. Esta visión queer de la perspectiva de género, surge de los ámbitos del homosexualismo político, “lo personal es político”, especialmente lésbico, y persigue construir un marco de referencia cultural y legal, de poder, en el que estos comportamientos sean la norma, y la excepción -la opción- la condición masculina y femenina. Aunque entre sus propios defensores la cuestión y su origen sea tan controvertida que una parte de los defensores de la concepción queer critiquen a las visiones homosexuales por delimitar en exceso el polimorfismo humano, al igual que existe una fuerte controversia entre la versión queer académica y la popular.

Esta liquidación de la naturaleza femenina ha llevado a un fuerte conflicto con un amplio sector feminista. Este es el liado jardín en el que el gobierno uruguayo meterá al país si el pre-referéndum no prospera. Porque esta es la ideología que está en el trasfondo de la ley y que concreta en diversas aplicaciones reduce a la nada la condición femenina y masculina, y con ellas la maternidad y paternidad, y ayuda a entender el nulo respeto por la patria potestad.

La ley consagra la fragmentación del ser humano configurado en tono al hombre y la mujer, portador como tal de derechos y deberes, para dar pie a diversas identidades sexuales definidas por la ley, portadores de derechos sin deberes correlativos, que disuelven las instituciones sociales basadas en la unidad complementaria hombre-mujer: matrimonio, paternidad y maternidad, familia, parentesco y su dinámica en el tiempo, el linaje y la estirpe.

Es solo una ley, pero es mucho más. Es un erosionante cultural, moral y político de las instituciones de la sociedad y su forma de entender la vida. Es un grave riesgo.


                                                                                                  JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL
                                                                                                  Publicado en Forum Libertas.

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