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sábado, 18 de julio de 2020

Tareas y desafíos de la Iglesia en tiempos de pandemia: perfiles estilizados

Es tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo necesario de lo que no lo es.

Tareas y desafíos de la Iglesia

El doctor Guzmán Carriquiry pronunció el pasado 8 de julio una importante conferencia para todos los Directores de las Obras Misioneras Pontificias de los países latinoamericanos (y posteriormente para los docentes del Centro de Investigaciones Sociales Avanzadas (CISAV, México). Trata de una cuestión tan fundamental y actual como son las tareas y desafíos para la misión de la Iglesia en tiempos de pandemia. Centrada en América Latina, su interés es mucho más global y constituye una valiosa indicación para los católicos europeos, salvando las lógicas diferencias entre países y, de una manera especial, para los españoles.
Guzmán Carriquiry es el laico más importante de la Santa Sede por los cargos ostentados y el largo tiempo de dedicación. Comenzó su tarea cuando era un joven y recién licenciado universitario uruguayo que fue llamado a trabajar en el Vaticano cuando Pablo VI. Ha sido cercano colaborador de Pablo VI, Juan Pablo II y de Benedicto XVI, primero en el Consilium dei Laicis y después en el Consejo Pontificio para los Laicos. Ha sido el primer laico que fue nombrado “Jefe de departamento” por parte de Pablo VI, y también el primer laico nombrado “Subsecretario” en un dicasterio de la Santa Sede por parte de S.S. Juan Pablo II. En 2011 fue designado por S.S. Benedicto XVI Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina (y es también el primer laico en ocupar este nivel de responsabilidad en la Santa Sede), cargo que ha mantenido con el Papa Francisco, con quien le une una estrecha relación de amistad y confianza.
Vale la pena recoger el perfil estilizado de su conferencia Tareas y desafíos para la misión de la Iglesia en tiempos de pandemia.
  1. No se puede afrontar un acontecimiento imprevisto de la magnitud de la pandemia con viejas recetas.
  2. El “cambio de época”, del que el papa Francisco ha hecho reiteradas menciones, vivirá ahora una imprevisible y sorprendente inflexión. Por ello hay que afinar las claves de lectura y caminos de reconstrucción de una realidad que nos desborda.
  3. Se necesitan más centros de pensamiento que sepan detectar y convocar a quienes tengan algo importante para compartir, para aportar.
  4. La Iglesia está llamada a discernir los “signos de los tiempos”, atenta escucha de la realidad que irrumpe en la vida de las personas y familias, de los pueblos y naciones. Los tiempos de grandes incertidumbres han de ser de discernimiento y profecía.
  5. No podemos dejar a Dios entre paréntesis en medio de todo lo que están viviendo los pueblos. La realidad actual nos urge a reconocer su presencia – y la desolación y angustia cuando se vive en su ausencia.

Las siete tareas de la Iglesia

Las siete tareas y desafíos que señala Carriquiry en la misión de la Iglesia en tiempos de pandemia y caminos de reconstrucción.
  1. La primera cuestión es la del sufrimiento desencadenado, y la primera tarea y desafío que está afrontando la Iglesia es su conversión efectiva en ese “hospital de campaña” capaz de socorrer y acoger a tantos “samaritanos” heridos de nuestros paísesNo se trata solo de proveer de bienes y servicios a los necesitados, sino abrazar su vida, convertirse en compañía y sostén ante el naufragio, dar testimonio del amor de Dios que nunca nos abandona. Es una reafirmación muy concreta del amor preferencial por los pobres.
  2. La segunda tarea y desafío que la pandemia plantea a la Iglesia es la de su sabiduría para interceptar, detectar y discernir las más profundas inquietudes, preguntas y anhelos que están emergiendo. Nadie puede seguir manteniendo anestesiado su corazón, provocado por preguntas irreprimibles sobre el temor de la enfermedad, del sufrimiento y la muerte. Todas estas preguntas, anhelos y esperanzas que nuestro pueblo latinoamericano lleva en su corazón desde la matriz católica, ahora emergen por doquier con singular fuerza provocadora.
  3. La tercera tarea es la urgente responsabilidad evangelizadora que ha de animar las comunidades cristianas. “Qué hermoso ser cristianos – nos decía el papa Francisco en la vigilia pascual– Sin renacimiento religioso y moral no habrá verdadera reconstrucción social.
  4. En cuarto lugarsólo hombres y mujeres nuevos serán capaces de afrontar con realismo, razonabilidad y esperanza los tiempos nuevos, tremendamente difíciles, que seguirán a la pandemia. Es la llamada a la conversión que ha planteado y urgido el Santo Padre Francisco. Es tiempo de metanoia, de cambio de mentalidad y de vida. No podemos confiar nuestro futuro sólo a las estrategias del Estado y del mercado, por importantes que seanLas situaciones inéditas requieren un despertar de lo humano, sostenido, amaestrado y potenciado por la luz y la fuerza del Espíritu Santo, “trabajador” incansable en el corazón de los hombres y en la cultura de los pueblos. La confianza en la acción del Espíritu de Dios es más importante que cualquier voluntarismo “pelagiano”, que se irá agotando en el cansancio escéptico, o exacerbando en un moralismo rabioso, ante las dimensiones muy complejas y los largos tiempos exigidos para toda reconstrucción.
  5. La quinta tarea y desafío que tiene que afrontar la Iglesia es un reclamo más urgente a su conversión pastoral y sinodal. Me limito, en particular, a la conversión de los pastores. Gracias a Dios, no nos faltan muchos y buenos Pastores -obispos, sacerdotes y religiosos- en la Iglesia de América Latina, hombres de Dios. Pero tampoco faltan otros que el Espíritu de Dios ha de sacudir de su modorra, enseñarles nuevamente como maestro interior el gusto y la disciplina de la oración, zafarlos de la acedia y liberarlos del escepticismo y derrotismo, limpiarlos de todo lo que queda de resabios ideológicos y lo que se ha pegado de “mundanidad espiritual”, inflamar su entusiasmo, sacarlos de sus reductos eclesiásticos.
  6. Una sexta tarea y desafío es la de esta llamada a proponer su contribución original en los caminos de reconstrucción de nuestros países. Ir proponiendo nuevas estrategias educativas, económicas y sociales, nuevos modelos de desarrollo integral, solidario y sustentable, incluso nuevas “terceras vías” más allá de los círculos viciosos desgastados del neocapitalismo tecnocrático ultraliberal y del socialismo estatista autocráticoLa Iglesia puede ofrecer al respecto una contribución fundamental a tres niveles.
    • En primer lugar, le compete una gran tarea capilar y nacional de reconciliación y democratización, promoviendo una cultura del encuentro, del diálogo, interviniendo con su autoridad en mediaciones y negociaciones. Esto no quiere decir que la Iglesia quede en un limbo, sino que su mediación tiene que ir acompañada por la profecía de la inclusión, la paz y la justicia.
    • En segundo lugar, se requiere una adecuada inculturación del patrimonio de la Doctrina social de la Iglesia, especialmente a la luz de la “Laudato si”, para echar luces sobre los desafíos que hay que afrontar y los caminos a recorrer.
    • Una tercera exigencia: convocar, escuchar, acompañar y alentar la presencia de católicos en todos los campos de la vida pública, coherentes con su fe, protagonistas cristianos en todos los diálogos nacionales y caminos de reconstrucción que apunten a mayor justicia y pacificación, a mayor cohesión, inclusión y equidad social, a mayor cuidado de la casa común.
  7. La séptima tarea para la Iglesia: ser signo eficaz de la unidad y fraternidad de los pueblos latinoamericanos, cuya cooperación e integración entre sus naciones es más indispensable que nunca.
“¡Conviértanse!”, exclama el Papa. “Es tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo necesario de lo que no lo es. Es tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”. “Sigamos el ejemplo de las personas ejemplares, corrientemente olvidadas”.

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